De: Huang Zitao

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La calle era llamada "La Calle de las Causas Imposibles".

Huang Zitao no sabía muy bien porque, pero había algo relacionado a un milagro que ocurrió mucho antes de que él naciera. Contaban que una mujer bañó a su hijo en la fuente de la plaza de la ciudad y lo curó del cáncer o alguna enfermedad que había destinado al niño a la muerte. Pero a Tao nunca le importó. Mucho menos a su mejor amigo, Oh Sehun. Pasaron prácticamente toda su infancia entrando en la fuente con ropa, arrastrándose mojados por la calzada caliente, ignorando las miradas pesadas de todos los vecinos. Casi todos los días había un turista o una persona que venía de un lugar muy lejano, metiéndose en la fuente y rezando, y rezando, y rezando... Los dos solían encontrar cierta gracia en la desesperación de las personas que pedían por un milagro que no existía o existiría.

Para Taozi y para Sehun, los milagros que se cumplían era tener dinero todos los días para comprar un helado, sentarse en el cordón de la vereda el resto del día después de clase, hasta que el cielo se pintara de un naranja opaco salpicado con mil tonos de dorado. A veces iban al viejo cine de la ciudad a ver películas clásicas, que aparentemente solo a los dos les gustaban. Ellos adoraban La Naranja Mecánica, que pasaban todos los jueves. De hecho, a ellos les gustaba mucho la desnudez, el sexo, ver senos regordetes apretados en los asientos desgastados. Ya conocían los diálogos de memoria y los recitaban en el camino de vuelta a casa, con los labios cortados por la sal de las palomitas de maíz, y los dedos hormigueando por las ganas de tocar sus miembros aprisionados por sus jeans.

Cuando ya tenían edad suficiente, alcanzando los dieciséis, consiguieron identificaciones falsas para ver películas porno en el cine. Fue una pésima idea, porque en aquellas funciones habían viejos extraños y mal vestidos que se tocaban descaradamente por encima de la tela del pantalón. No tardaron mucho en dejar de prestarle atención a la película para concentrarse solo en reír, apuntar y cuchichear sobre todas las personas. Rara vez había una mujer y, cuando una aparecía, al final de la película a los dos les gustaba seguirla hasta la salida solo para estar seguros de que nada ocurriría con ella. Por lo menos era lo que decían, pero en verdad solo querían tener la suerte de ver el contorno de los senos de una mujer de verdad por debajo de la camisa. Pero nunca lo conseguían, entonces se alejaban y seguían sus propios caminos tortuosos.

La ciudad entera olía a sal húmeda. Fue lo que Sehun había dicho cuando pasó dos semanas viajando por Europa con sus padres y regresó poco acostumbrado al olor del interior. Zitao nunca entendió muy bien lo que quería decir, pero no le dio importancia. En realidad, a ellos no les importaba nada. A los dieciséis años, eran infinitos. No había nada realmente importante o situación que no pudiera ser fácilmente eludida. Nunca habían recibido una mamada, nunca habían siquiera besado en la boca, pero aun así eran adolescentes felices. Al menos hasta que las cosas comenzaron a ir mal para Huang Zitao.

Comenzó con peleas en casa. A veces, el chico de cabello oscuro, ojos pequeños y amenazadores se quedaba sentado en el cordón de la vereda, jugando con el helado que tenía en las manos hasta que se derritiera y ensuciara sus dedos largos y delgados. Él mantenía pensamientos largos; más largos de lo que Sehun podía volar o alcanzar. No había mucho que Sehun pudiera decir en esos momentos, porque no era muy bueno con las palabras. Nunca lo sería. Y las cosas fueron empeorando en vez de mejorar y, de repente, el padre de Zitao ya no era más ese intrépido e implacable superhéroe. El divorcio destruyó un poco a Taozi y él terminó alejándose de todos, incluso de Sehun. Y Sehun sentía como si pedazos de su alma fueran arrancados cada vez que, en el camino a la escuela, notaba los ojos hinchado de Zitao, porque sabía que había llorado hasta quedarse dormido.

La mayoría de las veces quería volverse el superhéroe implacable que un chico de dieciséis años necesita. A veces quería... quería realmente poder decir las palabras correctas, pero la relación de los dos nunca fue muy buena a base de palabras. Eran miradas, risas, toques, abrazos. Las palabras siempre quedaban en segundo plano y Sehun siempre fue mucho más introvertido. Con un golpe en el hombro y un largo abrazo, Sehun quería que Zitao entendiera que estaba con él y que siempre lo estaría. Independientemente de cualquier cosa que pudiera ocurrir, estaría junto a él.

Sobreentendido [taohun-chansoo/traducción]Where stories live. Discover now