siete

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Bendito sábado, al fin había llegado. Aquella semana habían sido los días más extraños, complejos e intensos sentimentalmente hablando que Yoongi había tenido en mucho tiempo, así que la llegada del fin de semana cual escapatoria de Hoseok era algo equivalente a un regalo celestial. Yoongi era un chico tranquilo de existencia silenciosa y sin sobresaltos, hacía tan sólo siete días podía presumir que su vida estaba casi en orden, pero desde que había vuelto a cruzar caminos con cierto pelinegro de Gwangju sentía que se había subido involuntariamente a una maldita montaña rusa de emociones y todo lo que venía sucediendo desde entonces era más de lo que un débil mortal como él podía soportar. El sábado anterior había estado leyendo las cartas del chico en compañía de varias botellas de soju, y que de repente el lunes hubiera aparecido mágicamente en Seúl después de cinco años le parecía una broma cruel y retorcida del destino. Yoongi, además, era algo exagerado. 

Pero el sábado sería un día libre de Hoseok y de emociones abrumadoras, pensaba darse un muy merecido descanso de todo lo relacionado al pelinegro. En general los sábados eran el día de Yoongi, siempre lo habían sido, los dedicaba a dormir hasta horas inciertas de la tarde, tomar café, leer algún buen libro e incluso escribir si se sentía inspirado. Tal vez, a veces, muy de vez en cuando aceptaba salir por la noche con Byulyi y Seokjin, pero durante la tarde el tiempo era totalmente suyo y era libre de hacer cualquier cosa, a pesar de que generalmente escogía no hacer nada y no aprovechaba el tiempo (según Seokjin, porque para él era muy provechoso dormir). Aunque ese sábado tendría que interrumpir su sueño eterno por la tarde para ir a la biblioteca a buscar los libros necesarios para su trabajo de investigación, aún así seguía siendo un día maravilloso porque estaría libre del karma que encarnaba Hoseok al menos por un rato. 

Claro que cantar victoria tan rápido había sido demasiado optimismo para el usualmente negativo Min Yoongi, prueba de ello fue que mientras se abrigaba para salir a la dichosa biblioteca su teléfono comenzó a sonar al ritmo de Fly de Epik High, anunciando por supuesto una llamada. Y Yoongi tuvo la tentación de rechazarla porque el número indicado en la pantalla era uno desconocido, y si apenas contestaba las llamadas de su hermano o de Byulyi cuando estaba de humor, ¿por qué atendería a un número desconocido? Pero bajo un impulso de idiotez fue en contra de su naturaleza y pulso el botón verde, esperando no arrepentirse más tarde. 

-Hol-

-Hyuung~ 

Por supuesto, claro, obviamente, era de esperarse que iba a ser Jung Hoseok. ¿Quién más sino? Yoongi ni siquiera podía culpar al karma por algo que le pasaba por imbécil. 

-Hola, Hoseok -saludó, tratando de no suspirar para no ser tan obvio-. ¿Qué pasa?

-¿No te puedo llamar sólo porque sí? -bufó el menor al otro lado de la línea, luego soltó una risa tan escandalosa como siempre-. Te dije que te iba a llamar, ¿ya te olvidaste? 

-Me levanté hace media hora, apenas me acuerdo de lo que hice hace cinco segundos -fue la respuesta de Yoongi, ganándose otra risa de Hoseok.

-Son las tres de la tarde de un sábado, Yoongi -dijo Hoseok entre risotadas-. ¿Cómo es que seguías durmiendo a esta hora? 

-Son las tres de la tarde de un sábado, Hoseok -repitió Yoongi reanudando la tarea de abrigarse para salir-. ¿Cómo es que no estás durmiendo a esta hora? 

-Ah, hyung, eres un verdadero desastre -se quejó Hoseok aunque todavía reía. Al calmarse soltó un suspiro-. Ahora en serio, ¿estás ocupado?

-Uh, sí, estaba por salir ahora mismo -respondió el peliverde mientras luchaba con el cierre de su parka con una sola mano-. Tengo cosas que hacer. 

편지 (YoonSeok)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant