Capítulo 24

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El mar se agita furioso bajo una cúpula de nubes grises y rayos. El agua helada cae sobre mi piel y se desliza entre mis dedos que se aferran con firmeza a la barandilla que bordea el pequeño balcón.

Estamos en el condominio de la playa que pertenece a la familia de Marina y todavía no comprendo cómo he aceptado venir con León. No quiero estar con él, de eso estoy segura, pero el verlo ahí me hizo recordar las veces en las que me aferré a su alma como si no existiera nada más en el mundo para salvarme.

—Aura, te enfermarás —dice León desde el umbral de la puerta corrediza—. Entra, preparé café.

—¿Tu esposa sabe dónde estás?

—¿Tú qué crees?

Lo miro sobre el hombro y sonreímos, dos personas rotas suelen comprenderse bien.

Su padre lo abandonó de pequeño y su madre decidió dejarlo con su abuela para poder casarse con otro hombre. Al fallecer su abuela quedó desamparado bajo el yugo de un padrastro abusivo que terminó por obligarlo a escapar de casa aun siendo un adolescente. No lo justifico, pero comprendo lo que ha sufrido.

Regreso al interior del condominio y acepto la enorme toalla marrón que me ofrece. Mi atuendo es un desastre y agarro la playera que deja sobre uno de los elegantes sofás de piel. Evito mirarme en el espejo del baño o apreciar la lujosa decoración, sólo quiero regresar al lado de León y no por las razones de siempre; no deseo enfrentar mi soledad.

León me espera en el sofá con su taza de café en las manos y otra sobre la pequeña mesa de cristal. A través de los grandes ventanales todavía es posible ver la furia en el cielo y las gotas cubriendo los cristales; el ruido del viento es un fuerte silbido. Una cálida luz amarilla envuelve la habitación y resalta los tonos arena que se han usado en las paredes así como en las cortinas. Es un sitio muy acogedor, pero no me parece que vengan aquí muy seguido.

—Y bien... —dice cuando tomo asiento a su lado—. ¿Puedes apagar esos celulares? ¡Me está volviendo loco escucharlos vibrar!

Como si los invocara, el celular de Dimas comienza a agitarse sobre la mesa.

—Creo que sería demasiado melodramático apagarlos.

—Estás con tu ex prometido en el condominio de su esposa —me recuerda—. ¿Más melodramático que eso?

Entorno los ojos y doy un sorbo a mi café.

—Eso no lo saben.

Reviso el mío, le han avisado a Sofía y tengo muchísimos mensajes de ella; si le respondo puede ser peor.

—Creí que ustedes eran una feliz pareja.

—No somos pareja —aclaro con frialdad—. Somos amigos, es todo.

La Melodía de Aura 1 - PreludioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora