Capitulo 44: Sola

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Los seis demonios se abalanzaron sobre Dani, rápida ella hizo lo único que se le ocurrió, un anillo de fuego a su alrededor. Los demonios se quemaron el hocico y se apartaron, Dani sonrió aliviada, se inclinó sobre uno de ellos pero el demonio no retrocedió sino que saltó hacia su cara. Daniela chilló y cogiendo el anillo de fuego que acababa de crear le  rebanó la cabeza al demonio. Mientras que ese demonio se deshacía a sus pies, el demonio mutilado se lanzó sobre ella, Dani hincó sus rodillas en la tierra y cuando el demonio mordió al aire ella le rebanó la cabeza. Se levantó y miró a los cuatro restantes, tenía que eliminarlos a todos o avisarían a Debrah de su presencia y ella perdería el factor sorpresa, le dio al anillo de fuego forma de espada y se preparó para la siguiente embestida. Se fue girando poco a poco observando a aquellos monstruos, tenía a un demonio a cada lado, uno estaba a su espalda y el otro enfrente. El que tenía a su izquierda corrió hacia ella, Dani hizo una finta y lo descabezó. El que estaba a su derecha no tardó en atacarla y con precisión Dani le rebanó la cabeza pero cuando el que tenía a su espalda la atacó reaccionó más lenta y le mordió el brazo, el demonio que tenía enfrente no perdió la oportunidad y se lanzó a por ella aunque en cuanto estuvo lo suficientemente cerca Dani le rebanó la cabeza. Forcejeó un poco con el demonio que la tenía agarrada y cortó su cabeza. La espada improvisada se desvaneció en su mano en cuanto Dani dejo de acoger el elemento fuego y con su mano libre liberó su brazo de la mandíbula del demonio.

Corrió, ignorando la herida que sangraba en su brazo, la sangre que manchaba su ropa, solo huía de aquella escena ¿acaso no se podía fiar de unos simples caballos? Saltaba troncos caídos, esquivaba rocas y raíces, sus pies bailaban entre aquellos estrechos caminos llenos de piedra, arbustos y zarzas que arañaban sus botas caseras. Corría más de lo que había corrido nunca y apenas se cansaba, nunca antes había corrido a esa velocidad pero nunca antes había estado conectada a un dragón. Sin apenas darse cuenta avanzó muchos metros adentrándose en lo más profundo del bosque, pronto desaparecieron los pocos caminos que había convirtiéndose en una carrera de obstáculos para Dani ya que es vez de correr iba dando zancadas, entonces un ruido la hizo detenerse, se agachó detrás de unos arbustos y observó. Era un caballo al trote, negro como el carbón excepto cerca de los cascos allí el pelaje se volvía blanco, con sus crines meciéndose con el aire...y un jinete en su grupa, iba encapuchado y con guantes, Dani no pudo ver mucho pero el jinete se calló de su montura y pudo observar dos cosas, era un humano y estaba herido. Se movió haciendo algo de ruido, el encapuchado desenvainó una espada que llevaba colgada del cinto y gritó:

-¡Sal de ahí, maldito demonio!

Dani se levantó con las manos en alto y avanzó hacia él:

-Tranquilo,  soy domadora.

El encapuchado no se relajó hasta que la vio bien, hasta que se dio cuenta de que no era un demonio. Dani se agachó a su lado, tenía una herida profunda a la altura del estómago, puso sus manos sobre la herida en un intento de curarla pero no pasó nada, el hombre la miró confundido:

-¿Qué hacéis?

-...Nada...

Dani se apartó y no pudo evitar mirar la herida con pena, el hombre añadió mientras se quitaba la capucha:

-No os preocupéis, se que no tengo salvación.

Fue entonces cuando Dani pudo ver su cara, era un chico de unos veinticinco años, su pelo era del color de las almendras y sus ojos eran de un marrón anaranjado, el chico le sonrió y le extendió una mano:

-Soy Daniel, pero puedes llamarme Dani, me alegro encontrarme con alguien por aquí.

Intentando quitarse de encima la rareza de tener delante a alguien con su mismo nombre Daniela le preguntó:

La era de los dragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora