⑩ Ayer

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Normalmente, cuando las personas se despiertan y abren los ojos, los rayos del sol no los fastidian para nada, ni siquiera los notan. Los pájaros cantan, en la casa del vecino el perro está jugando con un bebé, el pajarito esta tranquilamente en la ventana sin que el gato quiera comérselo vivo. Al levantarse, se ponen sus pantuflas de conejitos y salen a la planta baja, donde te sorprendes al ver a tu madre cocinándote waffles y deseándote un buen día.

Lástima que mi vida no era una película.

Al levantarme, lo primero que sentí fue un horrible dolor en la cabeza y todo mi cuerpo, como si cincuenta elefantes hubieran pasado encima de mí. Toqué a mi alrededor para comprobar que había dormido en un colchón y no en el suelo, y de repente, sentí una mano a mi costado.

¡Joder, perdí mi virginidad a los quince! ¡Ni siquiera tenía dieciséis! ¿Y si quedaba embarazada? ¿Raúl usó condón? ¿Ahora dónde demonios se compraba la pastilla? Esto pasó por ser una descuidada de primera, no debí de haber bebido demasiado. Es más, no debería ni beber, soy menor de edad. Ahora, ¿qué voy a hacer? Echaré todo a la basura; mis estudios y mi sueño de ser una famosa actriz en Broadway se vería arruinado porque fui una descuidada en una fiesta de celebración donde mi propia amiga me dejó sola con mi novio. Mierda, estoy...

Era mi mano.

Alcé mi cabeza precipitadamente, olvidando que tenía dolor. Me arrepentí al instante. Por suerte, antes de volver a echarme y cerrar los ojos, pude comprobar que mi conciencia tenía razón; era mi adormecida mano la que había tocado.

Bien, solo fue un susto que ya pasó. Comenzaría a controlar los vasos que tomaba para que esto no volviera a ocurrir. Pero, ahora... ¿dónde carajos estaban? La habitación era blanca, con un armario de madera, algo así como en las películas. No, como esa habitación de Narnia, ¡claro! como el ropero, era igualito. A mi costado, había una pequeña mesa de noche, donde se encontraban mis pertenencias. Las tomé con cuidado para que no se cayera nada, y prendí mi teléfono para ver mis notificaciones.

No había nada.

¿Es que acaso se borró todo? No tenía ni una llamada de mi madre, tampoco de mi padre, lo que significaba que creían que me quedé a dormir en casa de Jamie, pero justo en estos momentos, no estaba en la casa de mi amiga.

La puerta se abrió de golpe y dirigí mi vista a ella, solo para encontrarme en quien justo estaba pensando.

—Hey —dijo cuando terminó de bostezar—. Pensé que no te ibas a despertar hasta mañana y te tendría que llevar a tu casa en mis hombros o pedírselo a alguien. Pero veo que ya no va a ser necesario.

Fruncí el ceño. Jamie llevaba puesta la misma ropa con la que fuimos a la fiesta. Por lo menos eso si recordaba muy bien. Bajé la vista y también comprobé que tenía la misma ropa.

—¿Dónde estamos? — fue lo primero que pregunté. Necesitaba saber si estaba en un motel o...

—En mi casa.

Detrás de Jamie apareció Charleen Woodgate, respondiendo a mi pregunta.

Vaya motel...

—Genial... —murmuré— ¿Cómo llegué aquí?

—Me encontré con Jamie en la fiesta. —comenzó. Me sorprendió que fuera ella la que iba a contarme mi llegada a su casa. — Charlamos un rato y luego nos separamos. Estaba a punto de regresarme a casa cuando recibí su llamada con... un mensaje de emergencia. Con ayuda de Nathan, tuvimos que cargarte a ti y a tu amiga hacia su auto. Jamie no te quería llevar a su casa, ya que su madre pensaba que estaba en la tuya durmiendo. Así que me ofrecí de buena samaritana a que descansaran en la mía hasta el día siguiente. —se cruzó de brazos—. No vuelvo a hacer un acto de caridad otra vez.

Cuando Ella LlegóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora