Capítulo 30 - Inimaginable y pasmosa verdad

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«Su madre se llamaba Kim Sung Hee y su padre... Kim Dong Soo.»

Fue la frase que se mantuvo rondando en la cabeza de Myung Soo durante el resto del día mientras seguía trabajando en el restaurante. Woo Hyun lo trasladó de vuelta al local en cuanto terminaron de ver la casa de Sung Kyu y, en ningún momento aquel extraño pensamiento quiso salir de su mente.

Era una gran coincidencia que su padre y el de Sung Kyu se parecieran tanto; incluso se llamaban Igual. Y la idea de que el esposo de su jefe tuviera algo que ver con su familia le hizo estremecer el cuerpo. Cuando era pequeño, su madre le dijo que su padre había fallecido al poco tiempo de que naciera, así que era por demás imposible que su progenitor, y el del joven esposo de Woo Hyun, fueran la misma persona.

Pero ese hombre de la fotografía era él; era su padre. Myung Soo también tenía un retrato suyo, de cuando era joven, y estaba seguro que se trataba del mismo hombre. Incluso podía presentirlo. De alguna curiosa manera, su corazón le decía que su madre le había mentido casi toda su vida.

Así que no lo quiso pensar más y salió del restaurante rumbo a la casa de su madre, pasando por completo de llamarle antes para avisarle. Era un poco tarde, pero creía que aún la encontraría despierta. Ella solía leer un rato antes de irse a la cama; y él necesitaba respuestas, y por eso en ese instante no le importó incomodar a la mujer.

Estacionó el auto frente a la vivienda y, con el corazón latiéndole en la garganta, debido a la ansiedad, atravesó el bonito jardín que adornaba la entrada de la casa.

Sus manos comenzaron a temblar y sintió que los nervios le carcomían las entrañas cuando dio un par de golpes en la puerta. Separó los labios, y tomó una gran bocanada de aire antes de que las luces en el interior se encendieran. El ya conocido rostro de la mujer que le dio la vida apareció tras la puerta segundos después.

Myung Soo suspiró hondo de nuevo, y los ojos negros de su madre se clavaron en los suyos con desconcierto.

—Hijo. ¿Qué...?

Él ni siquiera dejó que la mujer formulara la pregunta. Sin pedirle permiso siquiera, se adentró a la casa y se detuvo a un lado del sofá favorito de su madre con las manos echas puños a cada lado de su cuerpo. Su progenitora frunció el ceño y cerró la puerta, caminando despacio hacia él.

—Myung, ¿qué sucede?

—¡¿Por qué me mentiste?! —exclamó de repente con un tono de voz alto y molesto. Su madre parpadeó ante la repentina y confusa pregunta—. ¿Por qué me dijiste que mi padre había muerto? —Y ella abrió los ojos con desmesura. Myung Soo entrecerró los párpados y apretó más las manos, haciendo que las uñas se clavaran en sus palmas—. Hoy me acabo de enterar que tengo un hermano menor —dijo sin más, y la mujer palideció, dejándose caer en el sofá.

Entonces el pecho de Myung Soo se agitó. Deseaba desde lo más profundo de su alma que todo eso se tratara de una confusión, o de una simple y absurda coincidencia. Pero mientras más miraba el rostro serio y un tanto asustado de su madre, más se daba cuenta de que se trataba de una absoluta verdad.

El corazón del joven disparó más sus latidos y sus ojos comenzaron a humedecerse.

—¿Por qué nunca me lo dijiste? —Se atrevió a preguntar, y el rostro de su madre recuperó algo de color, dejándolo anonadado con su respuesta.

—Porque no tenía caso. No era necesario que supieras que tu padre vivía y que tenía otra familia.

­—¡¿Qué?!

—¡Así lo decidimos, hijo! Tu padre y yo. Él nunca me amo y yo tampoco a él. Cuando éramos jóvenes nuestros padres se encargaron de arreglar nuestro matrimonio y no tuvimos más remedio que obedecerlos. Pero cuando tú naciste, me dijo que había conocido a alguien, y que ella era el amor de su vida. Tu padre se había enamorado de Kim Sung Hee, la madre de Sung Kyu.

Un grueso nudo se formó de pronto en la garganta de Myung Soo y de un momento a otro la ira también le llenó el cuerpo. Toda su vida había pensado en el padre que nunca había tenido y, de buenas a primeras, se enteraba que el hombre había formado otra familia, dejándolo a él de lado.

Así que no supo cómo reaccionar ante aquello. No sabía si debía odiar a sus padres o entender por qué lo habían hecho, aunque eso no justificaba todas las mentiras que le había dicho su madre durante todos esos años.

—Perdóname por no habértelo dicho antes. Creí que no te hacía falta una figura paterna ya que yo estuve contigo todo el tiempo. Pero no pienses que le fuiste indiferente a Dong Soo. Él se encargó de todos tus gastos hasta que falleció.

—¡Eso no lo hizo ser un buen padre!

—Lo sé. Pero yo le pedí que no te viera. No quería que tuviera problemas con su nueva familia, aunque Sung Hee siempre supo de tu existencia. Entre ellos dos nunca hubo secretos.

—¿Y qué me dices de Sung Kyu? ¡Él ni siquiera sabe que tiene un hermano!

—¡Fue lo mismo para él! Creímos que era lo mejor.

—¡¿Lo mejor para quién?! Sung Kyu estuvo a punto de morir en un accidente y... —El muchacho rompió en llanto, apretó los ojos y se limpió las lágrimas con la manga de su saco—. Yo ni siquiera pude estar con él.

—Myung...

La mujer se le acercó e intentó abrazarlo, pero él se alejó, dando un par de pasos hacia atrás.

—Nunca creí que pudieras ser tan egoísta, mamá —mencionó, tragando saliva con dificultad antes de caminar a la salida—. Yo le diré a Sung Kyu que somos hermanos.

—¡Myung Soo! —Lo llamó ella mientras él tomaba el pomo de la puerta—. ¿Qué te hace pensar que Sung Kyu te aceptará? ¡No lo conoces! Él fue muy feliz con sus padres y no creo que le haga falta un hermano mayor a estas alturas. Por lo que sé, está casado con un hombre rico, y que además lo ama desinteresadamente. Él se encargará de darle todo lo que necesite. —Y Myung Soo sintió una opresión en el pecho; sabía mejor que nadie que la mujer tenía razón—. Hijo, en estos momentos, tú sales sobrando en la vida de Sung Kyu. Y tienes qué aceptarlo.

Y esa última frase terminó por destrozarle el corazón.

El joven salió de la vivienda y caminó con rapidez a su auto. Abrió la puerta y se acomodó tras el volante, apretándolo con frustración mientras más lágrimas empapaban su rostro.

Myung Soo entendía la situación en la que se encontraba. Sabía que ni Sung Kyu ni él tenían la culpa por las decisiones de sus padres, pero eso no le hacía calmar su molestia y su decepción. La mujer que más amaba en el mundo le había mentido, y no sabía si algún día podía perdonarle aquello.

Soltó un grito ahogado a la vez que recargaba la cabeza en el asiento y se revolvía los cabellos. De pronto, cientos de ideas abarrotaron su mente, y eso lo hizo frustrarse todavía más.

¿Y si su madre tenía razón? ¿Y si a Sung Kyu no le interesaba en lo absoluto que fueran medios hermanos? ¿Y si en lugar de ponerse feliz, lo llegaba a odiar? Myung Soo no sabía si podría soportar su rechazo. Había tantas posibilidades; había demasiadas formas en las que Sung Kyu podía reaccionar.

Pero después recordó que su hermano menor estaba convaleciente, y que su estado de salud era de cuidado, por lo que no podía recibir noticias que alteraran su ánimo, y lo que menos deseaba Myung Soo, era causarle algún daño. Entonces comprendió que no podía decírselo a Sung Kyu, porque lo más importante era que se recuperara. Aún no regresaban todos sus recuerdos ni recuperaba su vida normal.

Myung Soo podía esperar un tiempo más, cuando finalmente su hermano estuviera bien. En ese entonces podría contarle la historia y hacerle saber que podía contar con él para todo, y que ya no pensaba alejarse otra vez, pues quería formar parte de la vida de Sung Kyu a como diera lugar y, experimentar por fin, lo que se sentía tener una familia.

El Contrato | WooGyuWhere stories live. Discover now