Capítulo 8 - Silencioso y desesperante malestar

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La semana pasó más rápido de lo que Sung Kyu imaginó y, el sábado por la mañana, después de desayunar, su jefe llevó a sus futuros suegros y al él al restaurante del que era dueño.
     El joven se asombró con la decoración. Recordó el primer día que fue al edificio y lo hermoso que era por fuera, pero en esa ocasión se quedó impactado con el interior. Era digno de ser admirado e inmortalizado en un gran cuadro. Sung Kyu se quedó anonadado por las velas y la hermosa cristalería, los arreglos florales y las finas telas que cubrían las mesas. La elegancia y el dulce aroma que desprendía el lugar eran dignos de un palacio.
     —¿Qué te parece, madre? Ya casi está todo listo —mencionó Woo Hyun, y su madre se sostuvo de su brazo para darle un beso en la mejilla.
     —Es precioso, cariño —le dijo ella a la vez que Sung Kyu notó una gran sonrisa de satisfacción en el rostro de Woo Hyun.
     Su jefe lo miró por unos segundos y el muchacho no pudo evitar sonrojarse por la mirada tan penetrante que le dedicó.
Woo Hyun los dejó por un momento a solas para hacerse cargo de algunos detalles de la que sería su fiesta de cumpleaños, y Sung Kyu y sus futuros suegros se sentaron en una de las mesas para ser atendidos por varios empleados mientras ellos les ofrecieron probar el menú a petición de Woo Hyun.
     Con alegría, Sung Kyu asintió, y notó que varios de los camareros no le quitaban la vista de encima al mismo tiempo que cuchicheaban entre sí. Kim frunció el ceño, desconcertado, y se acercó un poco a la señora Nam para hablarle al oído con suavidad.
     —Madre, ¿por qué todos me miran tan raro? —preguntó el muchacho con disimulo.
     Su futura suegra le sonrió enseguida y lo tomó de pronto de la mejilla, moviendo su rostro con diversión.
     —Es porque están asombrados por lo apuesto que eres, cielo —le dijo ella, tomando de nuevo sus cubiertos para seguir comiendo, pero Sung Kyu no se quedó tranquilo por su respuesta. Aun así, tomó también su tenedor y comenzó a probar la pasta que le sirvieron minutos antes, tratando de ignorar las frías miradas y las no tan disimuladas críticas hacia su persona de los empleados del restaurante.


     —Lo siento, pero van a tener que regresar sin mí a la casa, madre. Hay otras cosas de las que tengo que hacerme cargo y necesito quedarme un poco más —mencionó Woo Hyun mientras miraba de reojo a Sung Kyu.
     El joven empresario le dio un beso en la frente a su progenitora y los señores Nam asintieron a sus palabras. Kim agachó un poco la vista, y de pronto sintió un par de dedos bajo su barbilla que lo hicieron estremecer cuando lo obligaron a levantar el rostro.
     —Te veo al rato —le dijo su jefe, acercándose a pocos centímetros de su sonrojada cara, y Sung Kyu no pudo evitar sentir el aire atorarse en su garganta.
     El muchacho estrechó los ojos al mismo tiempo que Woo Hyun dibujó una socarrona sonrisa, dejando ir su mentón y alejándose de él. Sung Kyu tragó saliva y se decepcionó un poco porque estúpidamente pensó que su jefe acortaría la diminuta distancia para darle un beso. Por un efímero momento olvidó que todo era una farsa, y se golpeó mentalmente por haber tenido esos ridículos pensamientos.
     La madre de su jefe se le acercó segundos después y lo tomó del brazo, llevándolo hasta la salida mientras iban tras su esposo que ya había abordado un taxi. Sung Kyu le indicó a la mujer que subiera primero, y el vehículo se puso en marcha cuando los tres se acomodaron en el interior.
     En el trayecto a la casa de su jefe, Sung Kyu no pudo evitar pensar en la hermosa decoración del restaurante, en la fantástica fiesta que se celebraría horas después y en lo feliz que Woo Hyun estaría por el evento.
     Suspiró en silencio mientras veía por la ventanilla como los otros autos avanzaban, y de repente abrió más los ojos cuando recordó que él no le había comprado un regalo a su prometido falso. Sung Kyu arrugó la frente y le pidió al taxista que lo dejara en el centro comercial mientras les explicaba la razón a sus futuros suegros. Ellos entendieron y le pidieron que regresara con bien a la casa. Sonriendo con amplitud, Sung Kyu se dirigió al gran edificio que tenía a su espalda para buscar un regalo para Woo Hyun.
     El muchacho se paseó por varias tiendas durante un par de horas, sin embargo, no encontró nada que lo convenciera. Miró algo de ropa, zapatos, joyería, y cuando se dio cuenta de que todas las cosas eran muy costosas, no pudo evitar deprimirse en demasía.
     Woo Hyun era rico, y Sung Kyu había notado muy bien que todo lo que usaba su jefe valía mucho dinero. Así que la decepción y la vergüenza de pronto invadieron su pecho cuando aceptó que no podía comprarle algo como eso. Ni siquiera el dinero que tenía en su cuenta en ese momento le alcanzaba para un obsequio pequeño.
      Agachó la cabeza y la frustración se apoderó de su mente, pero no tardó en aceptar que no sería capaz de comprarle a Woo Hyun algo que le agradara. Además, él no estaba obligado de ninguna manera a darle algún presente, ya que su relación era falsa.
     Y ese solo pensamiento fue suficiente para que Sung Kyu desistiera de hacerse con un regalo para su 'novio'. Suspiró profundo, y se levantó de la pequeña banca que había ocupado minutos antes dentro del centro comercial. Caminó a la salida, y en su mente sólo se pudo clavar más la idea de actuar lo mejor posible su papel de prometido, pues, después de todo, eso era por lo único que Woo Hyun les estaba pagando.
     Las enormes puertas de cristal se abrieron frente a él y se detuvo de abruptamente antes de bajar las escaleras. Había comenzado a llover con fuerza, y Sung Kyu no estaba preparado para caminar bajo la lluvia. Frunció el ceño y maldijo al tipo del clima que vio en las noticias matutinas porque aseguró que el cielo estaría despejado.
     Kim rodó los ojos para sí mismo y prefirió no regresar a un local a comprar un paraguas, optando por correr hacia la calle y tomar un taxi para regresar a la casa lo antes posible, ya que se le hacía tarde para arreglarse. Sabía de sobra que Woo Hyun odiaba la impuntualidad como para hacerlo enfadar por eso.
     Llegó en unos cuántos minutos a la mansión Nam y sintió un escalofrío recorrer su espalda debido a la ropa mojada. Sacó la copia de la llave que le había dado Woo Hyun y entró, encontrándose con su futura suegra antes de subir las escaleras.
     —Cariño, ¡estás empapado! —exclamó ella con voz preocupada.
     Sung Kyu la tomó de la mano y le dio un corto beso en la mejilla, haciéndole saber que estaba bien, y enseguida subió a su habitación para tomar una ducha caliente.
     Bajo el chorro del agua, el muchacho estornudó varias veces. Se sintió un poco mareado también y un leve cansancio sobre su cuerpo no se hizo esperar. Pero Sung Kyu sabía que tenía que estar listo a tiempo para la celebración del cumpleaños de su jefe. Así que salió de la regadera y se atavió con el elegante traje blanco que le compró la señora Nam para que usara esa noche.
     Se arregló el cabello y tomó una de las colonias que el padre de su jefe le regaló para rociarse un poco en el pecho, en las muñecas y tras las orejas. Se acercó al espejo y aprobó para sí mismo lo bien que se veía. Sacó del bolsillo delantero de su pantalón el bálsamo para labios que siempre usaba y, después de pasarlo con delicadeza sobre boca, salió de la habitación.
     En la sala de estar ya lo esperaban sus futuros suegros. La madre de Woo Hyun lo recibió con una enorme sonrisa y, de pronto, Sung Kyu estornudó.
     —No te ves bien, cariño. Deberías quedarte a descansar —dijo la mujer antes de poner su mano en la frente del joven.
     —No, mamá. No quiero arruinarle la fiesta a Woo Hyun —aseguró Sung Kyu, sintiendo sus sienes palpitar con cada palabra que decía.
     Pero fue más fuerte cumplir con su obligación como empleado de Woo Hyun, que la preocupación por su estado de salud. Así que los tres salieron de la casa y abordaron el auto que estaba estacionado frente a la entrada.
     Cuando llegaron, un amable empleado los escoltó hasta una mesa reservada y los tres tomaron asiento. Sung Kyu se volvió a sorprender por lo hermoso del lugar, y sus ojos se abrieron con admiración al notar en la lejanía a su jefe hablando con unas cuantas personas. Fue entonces cuando su corazón comenzó a latir con celeridad al observar la preciosa sonrisa en los gruesos labios de Woo Hyun.
     Una hermosa sonrisa que hasta ese momento no había tenido la fortuna de apreciar. Una linda curvatura en los labios de su jefe que le robaron por completo el aliento.
     Sintiendo su cara más caliente de lo que ya estaba, Sung Kyu tuvo que levantarse para ir al baño con la intención de refrescar su semblante, disculpándose con los padres de Woo Hyun.


     Un par de horas transcurrieron y ya era casi imposible para Sung Kyu permanecer de pie en la fiesta. Podía ver a su jefe disfrutar totalmente del festejo, pero también le remordía la conciencia que la madre del joven empresario no le quitara los ojos de encima mientras lo miraba con intranquilidad.
     Sung Kyu sabía que estaba preocupada por su salud, pero el muchacho lo que menos quería era estropear la hermosa celebración que había planeado Woo Hyun con tanto esmero. Así que se esforzó por sonreír, y más aún cuando su suegro se le acercó, llevando consigo a su novio falso y proponiéndoles a ambos que anunciaran su compromiso en ese preciso momento.
     No estaba en los planes de Woo Hyun hacer pública su falsa relación, y Sung Kyu se imaginó que los únicos que lo sabrían serían los padres de éste. Era una situación delicada que tenía que permanecer a distancia de la opinión de las amistades de su familia, porque no era real.
     Nerviosamente, Woo Hyun le sonrió a su padre, y Sung Kyu no pudo evitar negar con la cabeza lentamente mientras se aseguraba de no ser visto por los demás. Kim apretó los ojos al sentir que su cabeza dolía. Woo Hyun se inclinó un poco ante su padre y después tomó del brazo a su novio falso para apartarlo del bullicio e ir a donde no serían molestados mientras hablaban, y aceptando con ello la propuesta de su progenitor.
     —No lo haga, ¡ponga una excusa! —le pidió el muchacho, un tanto alterado ante el malestar que sentía y la repentina proposición de su futuro suegro.
     —¡¿Y qué quieres que diga?! Yo estoy igual que tú de nervioso. No pensé que mi padre me pidiera eso, y menos en este momento.
     —Cualquier cosa, ¡pero no puede hacer más grande esta situación! —le suplicó, quejándose de pronto y tomando del brazo a su jefe para apoyarse en él.
     —¿Qué te pasa? Desde hace rato te noto extraño —mencionó el mayor, e intentó llevar una de sus manos al rostro de Sung Kyu, pero el joven de inmediato la apartó, agachando la vista.
     —N-nada... sólo estoy nervioso.
     —Te ves algo enfermo. ¿Seguro que no te pasa nada?
     —¡Estoy bien! ¡Mejor pensemos en cómo saldremos de esto!
     —¡Trato de ser amable contigo! ¡¿Por qué de pronto te portas así?!
     —¡¡Porque no necesito que se preocupe por mí!! —exclamó Sung Kyu, arrepintiéndose enseguida de lo que había dicho.
     Woo Hyun empuñó sus manos a cada lado de su cuerpo al mismo tiempo que dejaba ir un sonoro suspiro. El otro lo observó con algo de pena, y de pronto lo sujetó con demasiada fuerza de un brazo para llevarlo de regreso a la fiesta.
     —¡¿Qué hace?! —inquirió Sung Kyu, alarmado e intentando frenar su avance, pero cuando llegó hasta donde estaban los demás invitados, prefirió seguirle el paso a su jefe para no llamar la atención.
     Cuando Woo Hyun se detuvo, tomó a Sung Kyu de la cintura y se posicionó a su espalda. El joven abrió más los ojos y sintió el suave aliento de su jefe chocar contra su nuca, algo que lo hizo temblar mientras se ponía cada vez más ansioso.
     —Me importa un bledo tu opinión, yo soy tu jefe, y harás todo lo que te diga.

El Contrato | WooGyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora