Capítulo 15 - Fulminantes e impetuosas palabras

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Estuvo a punto de regresar a la casa de su jefe y tomar todas sus cosas para huír. Sung Kyu se sintió tan lastimado que, sólo quería escapar. Su corazón ya no podía soportar más. Su mente estaba tan lacerada como lo estaban sus sentimientos, y por un insólito momento quiso desaparecer para siempre.
Pensó que, si tal vez no existiera, no hubiera tenido que sufrir así.
     Había corrido ya tres cuadras y sintió que las fuerzas abandonaban su cuerpo, así que se detuvo para recargarse en una pared. Varias personas vieron su entristecido semblante y otras más quisieron ignorar sus lágrimas. Las había dejado caer sin remedio en cuanto salió del restaurante, y sus piernas sólo optaron por alejarse de ahí lo más rápido que habían podido.
     Apretó los puños y se talló la cara con su antebrazo. Dejó escapar un largo y lastimero suspiro, levantando la vista hacia las nubes. Aguantó las ganas de seguir llorando, y después, sólo pensó en su trabajo.
     Pensó en que no estaba ahí para juzgar a Woo Hyun, y tampoco para aprobar o no que éste saliera con más personas, porque Sung Kyu no era nadie para impedir que su jefe siguiera divirtiéndose como lo había hecho siempre. Su compromiso era sólo una mentira. Se trataba sólo de una pantalla para cubrir las verdaderas intenciones del joven empresario y hacer lo que le viniera en gana. Así que Sung Kyu no tenía ninguna razón para molestarse, para entristecerse, o para desear que Woo Hyun se fijara en él.
     Aquello sólo era un trabajo, él sólo era un empleado, y tenía un futuro prometedor. Por lo que no se podía dar el lujo de echarlo a perder por algo como eso.
     El muchacho volvió a suspirar y trató de tranquilizarse. Tenía que continuar con el encargo que le había hecho la señora Nam. No había tiempo para lamentarse de sí mismo. No había cabida para sus dolorosos sentimientos. Entre su jefe y él no había absolutamente nada, incluso podía asegurar que ni siquiera llegaban a la categoría de 'amigos'. Así que Sung Kyu decidió regresar sobre sus pasos con su alma hecha trizas y afrontar la cruel realidad. Tenía que seguir trabajando, y en ese instante se prometió a sí mismo que lo haría lo mejor que pudiera hasta que llegara el día en que se fuera de Corea.

Woo Hyun continúo trabajando en su bodega por unos minutos más y, cuando salió, observó con curiosidad que un par de empleados estaban hablando en la puerta de su oficina. El dueño del restaurante se les acercó, y ellos se sorprendieron cuando lo vieron.
     —¿Qué sucede? —preguntó, con el ceño fruncido. Le parecía extraño que sus trabajadores se distrajeran de esa manera.
     —Es que su prometido vino hace un momento a buscarlo, pero usted estaba ocupado en la bodega —dijo uno de ellos con algo de inseguridad. Y Nam entreabrió los labios.
     —Yo vi que salió corriendo. Lo llamé, pero no me hizo caso.
     —¿Y cuándo fue eso exactamente? —inquirió, nervioso.
     —Después de que la señorita Mi Joo viniera. Usted estaba con ella y...
     Woo Hyun se dio la vuelta de pronto. No necesitaba más argumentos de sus empleados para entender que Sung Kyu lo había visto con esa muchacha. Y su corazón comenzó a latir con fuerza cuando supo que no podría explicar aquella situación.
     Salió del restaurante y se detuvo en la acera. Giró su cabeza en todas direcciones y pensó que no era tarde para buscar a Sung Kyu en la calle. Caminó unos cuantos pasos lejos del local. Preguntó a las personas que iban pasando por ahí si no había visto al muchacho, pero ninguna le dio una respuesta positiva.
     Regresó a la entrada del establecimiento dispuesto a tomar su auto e ir a la casa, pero cuando levantó la mirada, observó cómo Kim se acercaba a él con pasos lentos. Woo Hyun abrió más los ojos y no dudó en ir a su encuentro con cautela. Se detuvo frente a él y el muchacho centró su mirada en la suya. Sus ojos estaban un poco rojos y Nam sintió un dolor punzante que comenzaba a invadir su pecho.
     —Sung Kyu, quiero explicarte lo que pasó hace rato...
     —No tienes por qué. No tienes que decirme nada —le dijo, con un semblante y un tono de voz que nunca antes había usado con él. Woo Hyun sintió un nudo en la boca del estómago y se le acercó un poco más.
     —Pero Sung Kyu, quiero que sepas que...
     —Woo Hyun, yo sólo soy tu empleado. No tienes por qué darme explicaciones de lo que haces con tu vida —mencionó, y después caminó hacia el auto de su jefe, pero éste lo tomó del brazo de pronto e hizo que girara el rostro.
     —Por favor, sólo déjame...
     —¡No quiero saber nada! —exclamó, soltándose de su agarre. Varias personas los comenzaron a observar y Woo Hyun respiró profundo—. Tus padres nos esperan para comer en casa de uno de sus amigos. Sólo vine a buscarte para eso. Tu madre me pidió que te llevara.
     Sung Kyu se dio la vuelta y emprendió de nuevo su andar hasta el vehículo, deteniéndose del lado del copiloto para abordarlo. Woo Hyun volvió a suspirar y ya no siguió insistiendo. Tampoco era bueno que los trabajadores del restaurante los vieran discutir. Subió al auto también y aseguró su cinturón. Miró de reojo a Sung Kyu y el joven permaneció con la mirada fija en la ventanilla. El joven empresario apretó los labios y en seguida encendió el motor.
     Woo Hyun estaba nervioso. Su corazón latía con impaciencia y quería detenerse para poder explicarse con el muchacho, pero al mismo tiempo pensaba que Sung Kyu lo comenzaría a odiar más si no le daba un respiro. Así que optó por ir a la dirección donde estaban sus padres, decidido a tratar de convencer más tarde al muchacho de que lo escuchara.
     Llegaron a la casa del amigo de su padre y, como por arte de magia, Sung Kyu cambió la cara sombría que había estado llevando durante todo el trayecto por una que aparentaba total felicidad. El muchacho tomó de la mano a Woo Hyun y éste se sorprendió. Quiso abrir la boca para decir algo, pero en ese momento fueron recibidos por algunos sirvientes y su oportunidad se volvió a esfumar.
     Caminaron hasta el comedor, donde sus padres y su anfitrión los esperaban, al igual que otras cuantas personas más. Sung Kyu dibujó una gran sonrisa y ambos saludaron con mucha educación a los presentes. Se sentaron en un par de sillas desocupadas, y luego la señora Nam les regaló una satisfactoria sonrisa.
     La comida transcurrió amena; tranquila. Woo Hyun conocía a varias personas y éstas no dudaron darle sus más sinceras felicitaciones por su futura boda. Sung Kyu se portó muy amable y en ningún momento dejó de sonreír. Pero el dueño del restaurante se sentía cada vez más responsable por la falsedad del comportamiento del muchacho, y su pecho no dejaba de comprimirse por la situación en la que lo había metido.
     Cayó la noche y las personas fueron marchándose poco a poco. Los cuatro se dirigieron al auto de Woo Hyun y emprendieron el camino de regreso a casa.

El Contrato | WooGyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora