- Capítulo 28 - (Maratón)

858 111 85
                                    

Su mano era lo que complementaba la mía. Debía aceptarlo. Ya lo había hecho pero a veces odiaba admitirlo.
Su tacto conseguía hacer que mi corazón mantuviera la calma en cuestión de segundos. Me ayudó a dormir porque no me soltó, pude descansar porque cantó en mi oído frases de canciones antiguas.

Me quería o eso decía.

Lo dijo solo una vez y juro por Dios que bastó. A mi corazón le bastó.

Giré sobre el colchón pasando ambas manos por mi cara y me senté al ver que no estaba en la habitación conmigo. ¿Se habría ido? Seguramente. Sabía que terminaría haciéndolo. Por eso, decidí dejar de pensar en la posibilidad de que se hubiera quedado pues, ya no serviría de nada hacerse ilusiones.

Tras salir del baño bajé al salón aún descalza ocultando un bostezo más mientras escuchaba como alguien caminaba de un lado a otro por mi casa.
Cuatro pasos y silencio. De nuevo, vuelta a empezar.
Conforme iba avanzando hacia la entrada iba escuchando con más claridad como una voz acompañaba esos pasos.

Michael seguía en casa.

- Da igual. Quiero quedarme. - Dijo en un susurro. - No... No está bien. Odio verla así, madre y, no pienso moverme de aquí hasta conseguir algo.

¿Conseguir algo? ¿El qué?

Me apoyé contra la pared para evitar que me viera. Sabía que estaba mal lo que estaba haciendo pero necesitaba saber porqué Michael se había dignado a aparecer justo ahora y de esa forma tan... Adorable y leal.

- Desde que me contaron que había fallecido su amigo no puedo quitarme de la cabeza...

Ahora lo entendía todo con claridad.

Tapando mis oídos con las palmas de mis manos me dejé caer al suelo con lentitud mientras empezaba otra nueva batalla contra las lágrimas sin importar que pudiera verme o escucharme.

- Madre, hablamos en otro momento. - Dijo ya estando a mi lado.

Desvié la mirada hacia mi derecha y pude ver sus perfectas piernas cubiertas por aquella tela negra que se ajustaba perfectamente a su anatomía.

Michael agarró fuerte el móvil con su mano y se agachó a mi lado.

No, no quiero hablar.

- Evelyn.

Ahora no. Me niego.

Apreté más las palmas contra mis oídos al mismo tiempo que cerraba los ojos para evitar mirarle. Pero, aunque no quisiera, al sentir su mano en mi hombro tuve que hacerlo. Mis ojos conectaron con su mirada marrón de la misma forma de siempre mientras que sus manos, con cautela, y sin soltar aún el teléfono, fueron a parar a las mías para poder separarlas así de mis oídos.

- No dejas ni que te de los buenos días. - Susurró bajando mis brazos.

Dios.

- Vete a la mierda, Michael. - Dije sintiendo como no podía dejar de llorar.

Su ceño se frunció formando esa pequeña arruga que tanto me gustaba y sonrió después como si no le afectara lo que acababa de decirle : - sigues con tu mal humor por las mañanas, Evelyn.

- Déjame en paz. - Bufé intentando soltarme de su suave agarre que pasó a ser más intenso en cuanto intenté zafarme de el. - ¡Qué me sueltes, Michael!

- Primero dime por qué debo hacerlo. Porque me pierdo contigo y no sé que he hecho ahora. - Volvió a decir con su mismo tono de voz pausado y calmado.

- Te lo vuelvo a repetir, Michael : vete a la mierda. - Solté logrando separarme de su agarre y levantándome con rapidez.

- Menuda explicación.

- No como las que me das tú.

- No quieres oírlas.

- Pues ahora sí.

Sonrió al escucharme.

Cruzó sus brazos tras guardar el teléfono en uno de los bolsillos de su pantalón dispuesto a escucharme con total atención.

- Pues pregunta.

Respiré hondo.

- ¿Por qué?

- ¿Por que, qué?

- ¿Que por qué estás aquí? ¿A qué has venido, Michael? ¿Has venido por la situación o porque de verdad sientes que debes estar aquí conmigo?

Sé quedó callado e inmóvil por tantos segundos que consiguió asustarme.

Suspiró : - me ofendes.

- ¿Que te ofendo? - Dije con un tono de voz más agudo que no me gustó nada.

- Sí, amor.

" Amor "

- No... No me llames así.

Al escuchar mi petición titubeante su expresión victoriosa volvió a iluminar su precioso rostro como si le hubiera encantado haberme escuchado decir aquello de tal forma.

- ¿Cómo no quieres que te llame? ¿Amor? - Inquirió empezando a a acortar la distancia entre ambos con lentitud. Yo retrocedí un par de pasos porque conociéndome y conociéndole a él, sabía que podía caer ante él y no podía permitirlo.

Él, observando con aquella sonrisa mi reacción de persona intimidada y nerviosa, detuvo sus pies en mi dirección para dar vueltas a mi alrededor. Controlándome. Haciendo que perdiera la noción del tiempo. Michael estaba por todas partes.

Y no quería que se fuera.

- Estoy aquí por ti. - Susurró metiendo las manos en sus bolsillos mientras continuaba caminando. - Y no pienso irme. - En cuanto menos lo esperé, su boca ya estaba cerca de mi oído.  Sus labios estaban básicamente rozando mi piel consiguiendo que mis pies dudaran de estar tocando el frío suelo de mi propia casa. - Amor.

Sintiendo ese común escalofrío que recorría mi cuerpo de pies a cabeza cada vez que él se acercaba a mi, pude abrir los ojos y ver con más claridad su rostro nada más girar el mio.

Sus rizos estaban rozando con gracia mi mejilla la cual, estaba empezando a cambiar de color. El rubor comenzó a aumentar cuando sus dedos acariciaron mi mano con cuidado al mismo tiempo que su respiración se batía en duelo contra la mía.

- Puedes seguir preguntando - dijo pegando su pecho a mi espalda.

Provocador.

Moví mis labios como pude, sin poder apartar la mirada de sus ojos marrones, titubeando como si ese poder suyo continuara activo en mi.

- N... No tengo más preguntas.

- ¿Ah, no? ¿Y dónde está tu espíritu de psicóloga?

Parpadeé como pude.

- Eso es un golpe bajo. - Contesté justo antes de ver su sonrisa torcida.

Dios. Vuelve a sonreír, vuelve a hacerlo.

- No. No lo es. - Susurró. - Sabes que tenemos que hablar y debo despejarte algunas dudas.

Su mirada ahora era tan amable y le echaba tanto de menos que no podía permitirme sentir aquello. Por eso, me aparté un poco pasando una mano por mi pelo y pensando qué podía hacer para que me diera tiempo para saber lo que quería, que se quedara o que se alejara de mi.

- Ya ha sido suficiente por hoy. - Dije haciéndome la fuerte.

- Acabas de despertarte, Evelyn. - Comentó haciendo que volviera a la realidad.

- ¿Te importaría...? - Me interrumpió.

- Sí, me importa. No pienso irme a ninguna parte. - Se acercó a mi una vez más para poner más hincapié en sus palabras. - Y me da igual lo que digas. Puedo dormir en la bañera o en el sofá, da igual pero de aquí no me muevo.

" Más allá de Charter... " [#MoonwalKingAwards2017]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora