—¡É-Él no merecía vivir en un mundo como este! L-lleno de personas como tú —No logra articular bien las frases, su mente está nublada y no logra disipar esa dolorosa niebla.

¿Y cuándo debería vivir? ¿En el pasado? ¿Lleno de asesinatos, violencia, discriminación, guerras y terrorismo?

Polaris no conocía esa última palabra, pero le sonaba tétrico. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, las palabras del CEO estaban cargadas de verdad, y esa verdad dolía.

Dolía entender que el caos en el que se sumía el pasado es problemático y que el orden actual era mucho más pacífico que el anterior.

Aunque, y esto sí le dolía admitirlo, aunque existían personas como el CEO en la actualidad, el presente es mucho mejor que el pasado.

Actuó con sus instintos, eliminó a Marcus de este mundo, por miedo a que sufriera. Ella ya había sentido dolor y sufrimiento cuando Shaile desapareció, sintió que algo dentro de ella se había roto y hubiera desaparecido. Pero no se llevó el dolor que sintió, el hueco que dejó la acompañó durante los días siguientes, recordándole la pérdida.

Luego llegó Marcus, al comienzo sólo lo había visto como un compañero, un apoyo para resolver el misterio y descubrir los secretos de Destino S.A., pero luego ese sentimiento cambió. Él llenó el hueco, la acompañó, la soportó, la amó.

Ella nunca había sentido el amor más de lo que había compartido con Shaile, pero este era un amor fraternal, que aunque era muy fuerte, no se asemejaba a lo que sintió con Marcus, eso era diferente, y a Polaris le gustó.

Pero se fue, se sintió obligada y lo mató, sólo es una marioneta de la empresa. "Soy moldeable", el CEO tenía razón. Las lágrimas salieron con más fuerza, su cara demacrada por el cansancio se vio llena de agua salada corriendo por su piel.

No eres más que un peón en un tablero que no alcanzas a vislumbrar. No conoces todo lo que sucede, sólo crees lo que quieres creer y ves lo que deseas ver. Pero, sin Marcus con nosotros, tendrás que ser más útil de lo que ya has sido.

Polaris ya no puede hablar, está recostada en el suelo, sollozando, pensando en Shaile. La estupidez que ha cometido le ha recordado todos los días con ella. El hueco se volvió a abrir, en ese mismo lugar dónde había sido elegida como guionista, en las entrañas de la empresa.

—L-l-lo sé... —alcanza a decir.

Pero el CEO no responde, el silencio vuelve a la habitación y abraza a la pobre joven que está envuelta en lágrimas, se sienta y observa la habitación.

—R-responde maldito jefe —susurra—, ¡responde! ¡Di algo! ¿¡Crees que puedes dejarme así!? —Las lágrimas se han detenido y la furia vuelve a su corazón destrozado.

La voz no vuelve a la sala, Polaris se levanta y empieza a mirar fugazmente hacia todos los lados, empieza a apretar sus manos y los nudillos se ponen blancos. Toda la ira y la impotencia que ha acumulado estos días se está liberando. Siente que puede destruir las paredes, salir de su encierro y liberar a la humanidad del ciudadano corrupto que es el CEO, pero no puede, su ira ciega sus ojos y oídos, cuando la puerta detrás de ella se abre.

Entra un adulto, hombre, tiene canas en su pelo y lleva un uniforme totalmente blanco que combina con la habitación. En sus manos lleva una bandeja de plástico con un plato con comida. Tan pronto como entra la puerta se cierra detrás de él.

—Han acordado en traerte comida —habla el hombre—, pero sólo será una vez al día.

Le acerca la bandeja y Polaris la observa, está parada en el medio de la habitación y tiene deseos de escapar. Agarra la bandeja y la deja en el suelo, detrás de ella. Observa al hombre, siente furia y cree que todo es posible.

Destino S.A.Where stories live. Discover now