Capítulo treinta

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Bristol, Inglaterra

LILLY-NAIEL

Lilly-Naiel aguantó un poco más la respiración mientras braseaba con ahinco dirigiéndose a las profundidades. Su reserva de aire estaba a punto a de agotarse, por eso hizo uso de toda su velocidad y resistencia para concluir ese tramo.

La oscuridad, siendo arriba de noche, era absoluta; solo la fluorescencia de ciertas algas y peces la fracturaba.

Flotando en las frías aguas nocturnas ella buscó vislumbrar una luminiscencia en especial, la de la cola de Tariel. El anticipado reencuentro con el serafín le producía cosquillas en el estómago, como si en él le burbujeara una extraña efervescencia.

Un par de destellos multicolores y fugaces le sacaron una sonrisa.

Cuando estos comenzaron a cercarse rápidamente a ella, fue distinguiendo de a poco el resto de su anatomía.

Tariel nadó con premura hasta que llegó hasta donde estaba LilyNaiel esperando.

—Lilly-Naiel —la nombró con alegría—, ¿qué haces aquí? Creí que estarías en el Neguev, se ordenó a todas las jerarquías ir hacia allá para la defensiva.

—Hola —dijo ella, su saludo flotó en una burbuja—. Comencé a tragar agua... ¿podrías...? 

No necesitó terminar la oración. Tariel se propulsó hacia ella en un santiamén y colocó, como la vez anterior, una de sus manos sobre su boca.

El alivio fue instantáneo, ella lo sintió al obtener la capacidad de respirar líquido, pero no fue lo único en sentir; el suave tacto de su mano la impregnó de un calor que poco tenía que ver con la temperatura del mar.

—Gracias —le dijo al terminar—. Respondiendo a tu pregunta, no estoy allí porque debo entregar el mensaje que traigo conmigo a la llave.

Los ojos azules de Tariel se abrieron muy grandes.

—Entonces, ¿lo lograste?, ¿el serafín te cedió el mensaje?, ¿lo traes contigo ahora? —le preguntó. Ella asintió a cada cuestionamiento—.Eres increíble.

Lilly-Naiel se rio formando a su alrededor un círculo de pompas acuosas.

—Gracias de nuevo, no podría haberlo hecho sin ti —le reconoció—, es por eso que vine a buscarte para que me acompañes.

La pasmada expresión de Tariel le resulto cómica. La sonrisa de Lilly-Naiel se hizo más grande y luminosa cuando él susurró un sí.

Convinieron la ruta que iban a seguir para desembocar en el extremo oriental del Mar Mediterráneo. Una súbita timidez la embargó mientras nadaban hacia la dirección acordada. Por esto un buen trecho fue recorrido en silencio.

—Y, ¿qué dijo el serafín cuando supo a qué habías ido? —inquirió Tariel, después de ese tiempo.

El corazón de Lilly-Naiel dio un saltito cuando escuchó su voz.

—Pie grande estaba sorprendido. No era muy amable ni muy divertido, pero tuvo la osadía de confiar en mí.

—¿Pie grande? —la cuestionó Tariel.

Ella escondió una sonrisa traviesa.

—Te lo explicaré. Resulta que el serafín vestía un...

El tiempo se desdibujó para ellos dos, se diluyó entre anécdotas y risas, se evaporó entre miradas y sentimientos recién nacidos. Cuando un par de horas después convergieron en el Mar Levantino (el que era marginal al Mediterráneo) de aguas cerúleas y calmas, estaban francamente agotados. Se hallaban en la faja litoral, a la distancia podían avistarse campos agrícolas. Ella salió primero del agua, él la secundó. Cuando emergió las escamas de su cola comenzaron a desprenderse y la gruesa piel debajo inició un proceso de cambio que asombró a Lilly-Naiel, quien previendo lo que sucedería se volteó completamente ruborizada.

En el refugio de sus alas (Disponible en Físico)Where stories live. Discover now