Capítulo veintitrés

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Capilla Saint Lucas, Inglaterra

LILLY-NAIEL

Lilly-Naiel se encontraba afuera de la pequeña iglesia. Miraba con atención el rollo en su mano pensando cuál sería el contenido de aquel mensaje secreto. Sus ojos café se paseaban por el listón plateado que lo sujetaba, como también por aquella zona en la cual ya era imperceptible la línea dorada.

«Debo encontrarla. Debe recibir el mensaje».

Esos pensamientos iban una y otra vez a su mente sin darle descanso. Y no es que lo necesitara, ella solo anhelaba algo, ser útil en las manos de su Padre. Su cavilación le arrancaba más de un suspiro en el momento en el que una ráfaga de viento despeinó su oscuro cabello. La ventisca que fue acrecentándose en tamaño y altura a la vez que comenzaba a arremolinarse, fue acercándose hasta donde ella estaba, parada sobre la hierba crecida y con los ojos muy abiertos. Este aire que parecía moverse en ese punto en específico la rodeo en un oscilante torbellino. Las hojas secas diseminadas por aquí y allá, se alzaron suspendidas por aquella fuerza natural, formando una danza circular alrededor suyo.

Lilly-Naiel comenzaba a inquietarse cuando escuchó una voz que le hablaba en medio de aquella vorágine.

—Lilly-Naiel —la llamó con voz serena y profunda, pero tan intensa que la percibió resonando dentro de sí misma.

—¿Quién me llama? —preguntó en respuesta. Había algo familiar en aquel sonido.

—Lilly-Naiel, pequeña —la nombró, y al comprender quien era, ella cayó de rodillas al suelo—. Mira, oye, y comprende.

En actitud de completa devoción Lilly-Naiel no se atrevía a levantar la vista.

 «¿Qué quiere conmigo el creador de todas las cosas?»

—Padre —lo llamó en un susurro—, ¿qué es lo quieres que vea?, ¿qué tengo que entender?, ¿por qué me has elegido?

Luego de formular estas preguntas, Lilly-Naiel pudo ver cómo esa corriente que giraba en torno suyo se disolvía dejando la visión de una imagen conocida y amada por ella; el espacio infinito. Con el plus de confianza que le dio la curiosidad ella se puso de pie lentamente y caminó unos pasos para admirar aquella gloriosa representación. Frente a sus ojos se vislumbraban nebulosas, nacían y morían estrellas enanas, se atisbaban galaxias en permanente evolución. Sus pies se apoyaban en la nada, pero no temió. Rodeada por la presencia paternal no había lugar ni razón para temor alguno. Lilly-Naiel levitaba en un paisaje cósmico, la paz que sentía no se podía medir ni expresar.

—Mira Lilly-Naiel, mi elegida entre centenas de legiones, mi pequeña más grande entre grandes, mi trozo mismo de cielo, ¿ves esa esfera? —aquellos afectuosos motes la conmovieron.

Paseó su mirada por aquel cielo y no tardó en encontrar aquello.

Era un orbe azulino que rotaba despacio sobre su propio eje. Lo reconoció como el planeta en el cual estaba comisionada, el amado de su Padre, la Tierra.

—Si Padre, puedo verla —respondió observando su hipnótico girar.

—Ella representa a cada alma viva en los Cielos y en la Tierra. Cada ser que camina, siente, ama y respira —le explicó, Lilly-Naiel asintió emocionada por tal comparación.

—Ahora, ¿ves aquella lejana e incandescente? —volvió a preguntarle el Padre.

Lilly-Naiel buscó con la mirada hasta hallar esa otra esfera. Esta era grande, roja e incandescente. Mantenerle la mirada a esa estrella de fuego no era tarea fácil, pero ella lo hizo a la espera de la próxima exposición.

En el refugio de sus alas (Disponible en Físico)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang