Secretos

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Al analizar su habitación, el color de esta era de un beige claro; sus muebles eran de color café oscuro opaco. Tenía una cama enorme ubicada al lado izquierdo del lugar, con un cobertor crema, bastante grueso y acolchonado.

Una parte amplia de sus estantes se encontraba llena de libros mientras que, lo que quedaba, se encontraba llena de música en cantidad. Había un mini sofá café con una cobija doblada en el extremo, haciendo conexión con una ventana enorme que daba a la parte trasera de la casa, ¡y qué paisaje!

Quise seguir admirando aquel hermoso lugar, pero mis ojos se fijaron en el chico de cabello negro, con mandíbula tensa, que me observaba como si quisiese salir corriendo en cualquier momento; se encontraba sentado en el suelo con sus piernas recogidas, al otro extremo de la habitación, apoyando su espalda contra la pared, al lado de la gran ventana. Sonreí levemente.

- ¿Qué haces aquí? - Me acerqué a paso suave a donde se encontraba, notando la ternura que desprendía todo su ser.

- Bueno, vine a ver cómo estabas. - Al llegar a mi destino, me senté a su lado, cruzando mis piernas, mirando su semblante derrotado.

- ¿Por qué? - Fijó su vista hacia afuera y ahí se quedó. Fruncí mi ceño, deseando comprender su actitud.

- Pues no te veías muy bien que digamos cuando saliste de allá. - Apoyé mi cabeza en la pared y suspiré, cerrando mis ojos, terminando mis palabras. - Y no podía dejar que te quedaras molesto con tu hermana por mi causa.

Abrí mis ojos, mirándolo con una mini sonrisa; él sonreía de una forma tan bella que me hizo derretir. Sus ojos se veían azules verdosos, dejándome admirar su belleza en totalidad; él es hermoso.

- Gracias. - Fruncí mi ceño.

- ¿Por? - Lo miré algo confundida.

- Por preocuparte por mí. - Le sonreí, negando en silencio.

- No agradezcas. - Cerré mis ojos de nuevo, apoyando mi cabeza contra la pared.

- ¿Por qué viniste? - Abrí mis ojos, mirándolo con mi ceño fruncido, sin entender a qué se refería.

- ¿Quieres que me vaya? Porque pue... - Me interrumpió con rapidez, negando en silencio.

- No, claro que no. Me alegra saber que estás aquí. Es sólo que... - Detuvo sus palabras, mirando hacia afuera de nuevo, suspirando con frustración. - No es nada.

- Thomas, - me arrodillé a su lado, mirándolo fijamente - ¿qué sucede? - Suspiró con suavidad, asintiendo.

- Me alegraría saber que viniste para verme a mí pero sé que no es así. - Me miró, dándome una pequeña sonrisa, aunque esa "felicidad" no le llegaba a sus bellos ojos, que ahora tenían un leve color morado en ellos.

Sí, sí es verdad. Sufre de cambios repentinos de humor. ¿Qué le digo?

- Yo... - Negó en silencio.

- Tranquila, no tienes que hacerme sentir mejor o algo así. No me rendiré contigo. - Sonreí ante sus palabras e hice algo que no esperaba: dejé un beso fugaz en su mejilla. Thomas se sorprendió un poco pero logré sacarle una enorme sonrisa. - Gracias.

- Te lo merecías. - Me senté nuevamente en el suelo, con una sonrisa enorme en mi rostro. ¿Caeré por este chico? ¿Qué me está haciendo? Suspiré con rendición, deseando salir de algunas dudas. - Thomas, ¿puedo hacerte una pregunta?

- Claro, ¿qué quieres saber? - Ambos nos miramos en silencio mientras él esperaba por lo que diría. Asentí, preparándome para preguntar.

- ¿Por qué le dijiste a Melissa que me pudo haber puesto en peligro? ¿Qué razones tienes para pensar así? - Fijé mis ojos curiosos sobre Thomas, quién se había tensado un poco.

En La Oscuridad (Completa Y Corregida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora