04 | Ausencia.

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Bajé un poco por la página web, ayudándome con el cursor. Era inútil. Esta universidad pública tampoco ofrecía Diseño gráfico. Había una escuela particular que daba clases durante seis meses, pero era el doble de costoso que un semestre normal.

Taché con el bolígrafo el nombre de la universidad que finalizaba la primera lista de cinco. La siguiente lista la encabezaba una universidad privada, así que la descarté. Pasé a la siguiente y comprobé con alivio que esta era pública. Entré al sitio web y busqué la opción "Programas académicos", cliqueé esa opción y luego fui a "títulos universitarios". Sin perder más el tiempo dejando que mis ojos vagaran por toda la página, bajé directamente a la D y sonreí ampliamente cuando vi Diseño gráfico allí. Era la quinta carrera por la D. Entré a la parte de "Más información" y vi los requisitos. Copié y pegué todo en una hoja blanca de Word y luego fui a ver el costo de cada semestre.

Los horarios eran bastante flexibles. Podía elegir estudiar sólo en la mañana, sólo en la tarde o sólo en la noche. Me servía demasiado estudiar en la noche. Podría pedirle a William únicamente que me dejara salir a las cinco, dos horas antes del horario reglamentario. Estudiaría de lunes a sábado, el sábado si era todo el día.

Iba a ser muy agotador, pero lo lograría.

Las inscripciones ya estaban abiertas. Eso hizo que me emocionara grandemente. Había ahorrado algo de dinero para presentar la prueba de admisión y todo eso. Y de aquí allá recogería para el primer semestre, incluso me sobraría algo de dinero para los útiles y todo eso. Eso me emocionaba tanto.

Imprimí la hoja de Word y cerré mi sesión en Facebook. Pagué los cuarenta minutos que había utilizado el internet y la impresión a blanco y negro. Salí del negocio y revisé la hora en el reloj del teléfono. Faltaban diez minutos para la una. Debía caminar a paso ligero. Ver la pantalla del teléfono me recordó que Rafael no se había comunicado conmigo en todo lo que iba de día, pero lo ignoré. No debería de faltar mucho tiempo para que él me llamara.

Viviana sí había ido a trabajar ese día. No lucía nada enferma. Además era extraño que se hubiera recuperado de una gripe en un día, pero no le hice preguntas, no era de mi incumbencia. Por extraño que sonara, ella había estado evitándome de forma inteligente, pero lo noté, aun así apliqué la misma ley que con la "gripe". Tenía el cabello tan perfectamente bien recogido que pude ver el tatuaje que tenía en la nuca. Un rey de ajedrez de unos cuatro centímetros en color rojo y negro.

El movimiento en la cafetería ese día estuvo algo pesado. Las mesas no alcanzaban y cuando sí alcanzaban las que no daban eran las sillas. Los cocineros estaban entrando en desespero, así que cuando pedían tres veces la misma orden hacía una sola porción y la dividían en tres partes. El plato se veía más chico, pero era más efectivo. Además no se notaba mucho el cambio.

Antes de trabajar en El Dulce Del Café, no me había puesto a pensar en que había personas que almorzaban un buñuelo con café con leche o un cruasán con jugo de fresa. Pero sí los había y era extraño, por lo menos para mí.

Mario no había ido en la mañana así que haciendo memoria y cálculo, él siempre estaba ocupado en el horario diurno. ¿Haciendo? Sabrá Dios qué cosa. Podría estar entrenando en la pista de motocross pero lo dudaba, podría trabajar, pero no me podía imaginar a Mario sobre su moto repartiendo pizzas o detrás de un escritorio dándoles a las personas fichas de espera en la recepción de un hospital público. Él de pronto estudiaba... Pero, ¿Qué podría estudiar? Tal vez, medicina o administración de empresas...

—Vanesa, te buscan. —La voz de alguien me sacudió figurativamente.

Vi alrededor pero no había nadie. Me pasé las manos por el cabello y dejé todo mechón suelto detrás de mi oreja.

SANGRE Y PÓLVORA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora