02 | Motocross.

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En casa fue todo un caos: Rafael alegaba que no le funcionaba como iba todo ya que sencillamente me tenían desprotegida y corría más riesgo. Lo contraproducente es que tenía que vivir así, debido a que entre menos atención llamaba, mejor para todos.

Cuando le comenté sobre un "salida casual" con Viviana, se puso furioso. Llamó a "El patrón" a quejarse o a pedir permiso, no sé en realidad bien, pero cuando colgó me miró con cara de pocos amigos. Se dedicó a sentarse en la mesa y a tomar un mapa de la ciudad, llamando a todos sus demás hombres, explicándoles qué rutas iban a tomar, qué lugares estratégicos iban a ocupar y qué tiempo íbamos a tardar.

Todo estaba perturbadoramente cronometrado.

Para mí, sólo era una salida y tratar de actuar lo más tranquila y pasiva posible. No consideré la idea de que, fuera difícil. Me alisté y salí con ellos en una camioneta negra con vidrios oscuros y me fui en medio de dos hombres, en la parte trasera. Con sus gambox y gorras con la visera baja, sus presencias se hacían más oscuras de lo que de por sí, ya eran.

Detrás de nosotros no iba ningún otro vehículo ni tampoco delante. Mi corazón mantenía sus palpitaciones normales cuando estaba rodeada de todos esos hombres, no me sentía segura, pero sí me sentía tranquila relativamente.

Cuando llegué a la pista de Motocross, vi un serial de motos en el parqueadero junto con una cantidad medida de autos. Rafael antes de dejarme salir, habló por teléfono con alguien y luego me dejó salir. Nadie me siguió. A travesé un túnel de unos diez metros y finalmente salí a un campo abierto, de lodo y agua con barro.

Viviana batió su mano sobre su cabeza, llamando mi atención desde la gradería más cercana. La pista estaba encerrada en malla metálica, como un ring de boxeo. Subí unos cortos escalones y tomé asiento a su lado. Ella me saludó de beso y prosiguió a explicarme una cantidad de cosas que no entendí, en realidad.

El cielo estaba tornándose oscuro y la brisa comenzaba a correr con más fuerza y más baja temperatura. Los motores de las motocicletas rugían con potencia en el campo de lodo. Todos estaban ensimismados en la carrera. Viviana dijo que sólo era un entrenamiento.

Mis ojos se centraron por un momento, en un corredor que iba todo de verde y con su moto del mismo color, lleno de barro hasta el casco. Saltaba por las crestas pronunciadas y en el montículo más alto, se elevó y perdió el control de la moto cayendo directamente sobre la tierra.

Ahogué un grito junto con Viviana, quien agregó un insulto y un nombre: Mario.

El sujeto se puso de pie y caminó cojeando hasta su moto y posteriormente la arrastró hasta una orilla donde se quitó el casco y sacudió su cabeza, desentumiéndose. Viviana lo llamó y él le sonrió, dejando unas preciosas líneas en sus mejillas. Apreté los labios y miré hacia el piso cuando vi que comenzó a subir los escalones.

-Hola, no sabía que vendrías, -Comentó y luego me miró y alzó una ceja-y que traerías a tu amiga.

-Se llama Vanesa, ayer tomó tu orden en la cafetería.- Informó la morena y él asintió, estrechando mi mano.

- Yo soy Mario Figueroa... y acabo de romperle un guardabarros a mi moto.

Le sonreí y él tomó asiento al lado de Viviana. Ellos iniciaron una animada charla y yo vi a dos hombres que llegaron junto a sentarse en las gradas de abajo. Les observé curiosa y luego una gota de agua me cayó en la mejilla.

El hombre que acaba de sentarse se llevó un dedo al oído y luego me miró. Aguardé a que me dijera algo, pero sólo señaló con un movimiento de cabeza la salida. Miré a Viviana que le contaba a Mario algo sobre un cigarrillo y un grupo de amigos.

SANGRE Y PÓLVORA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora