Ojalá yo también tuviera un padre así o, al menos, un padre.

—¿Y qué te pareció el bar?

Sofía también conoce a Federico y la alegría que inundan sus dulces facciones es sincera al escuchar el éxito que tuvo en su inauguración. Por desgracia, también siente curiosidad por la banda.

—Deberíamos ir una noche... —comenta mirándome sobre su café después de dar un pequeño sorbo.

Estoy anonadada por lo que tardo en reaccionar y las palabras se me atoran en la boca. Sofía evita salir por la noche desde el mismo día en que dejé a Dimas en el aeropuerto sin poder darle una explicación convincente. Hace mucho que desistí de animarla a intentarlo y no estoy segura de cómo manejar la situación, temo equivocarme.

—Claro —digo evitando su mirada—. Podemos ir hoy si quieres.

Ella suspira y niega con suavidad.

—No, no puedo. Lo siento, yo...

—Está bien, So —sonrío y tomo su mano sobre la mesa—. Está bien, haremos lo que quieras.

Un par de años atrás ella habría repelido mi contacto con el terror dibujado en su bonita cara, una ola de orgullo inunda mi pecho al verla sonreír sin inmutarse por aquel simple contacto.

—El vocalista es muy malo —le informo y la hago reír— y la violinista me cayó muy mal.

—¿Violinista? ¡Vaya!

—Es una pesada.

—¿Toca bien?

—Claro que no.

Soy una infantil, necesito sacar ese horrible sentimiento de coraje que me embiste cada vez que recuerdo a Dimas confundiéndome con ella. En el momento no analicé que aquello significaría que suelen compartir la misma cama con frecuencia, pero cuando lo hice...

—Eric trajo un artículo sobre la inauguración de Arabella para que se publique mañana en la revista Plan C.

—¿Hablaste con Eric? —pregunto, es posible que él le dijera algo de Dimas.

—No, me lo comentó la secretaria de papá —contesta—. Debes corregirlo.

—Claro.

Yo soy una de las editoras de la revista Plan C que se publica semanalmente y se entrega a la par del Diario Meridiano los domingos. A diferencia del periódico, la revista se centra en eventos de sociedad y boberías por el estilo.

—Cuando termines me gustaría leerlo —murmura—. Al menos así conoceré el bar.

Sonrío, aunque es lo último que quiero hacer. Sofía es la persona más maravillosa que conozco y detesto que transcurra su vida escondida en el trabajo o su casa. Es la mujer que provoca torticolis en los hombres y murmullos de envidia entre las mujeres inseguras; ella debería estar paseándose orgullosa de la gran mujer que es y no refugiada de sus miedos.

—Lo leeré ahora mismo y te lo envío —anuncio incorporándome—. Nos vemos, jefa. No quiero que me despidan por pasarme demasiado tiempo platicando en la cafetería.

Sofía ríe y se levanta también de la mesa. Nos despedimos con un cálido abrazo y partimos en direcciones diferentes.

El café expreso me ha despejado un poco la mente y voy tarareando una canción por las escaleras hasta el penúltimo piso, que es donde se concentra toda la editorial de Plan C. Procuro no usar los elevadores, me traen recuerdos de León y lo astutos que éramos para hacer ciertas cosas en lugares públicos.

La Melodía de Aura 1 - PreludioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora