5. Kim TaeHyung.

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Jimin reclinó las caderas en el asiento de la motocicleta, mientras Donatella le rodeaba el cuello con las manos. Lentamente, los labios de ella se habían apoderado de los suyos y le saboreaban, ansiándole, suscitando a la locura, haciendo cada minuto transcurrir más lentamente que el anterior.

Debían de ser pasadas las dos de la mañana. La oscuridad de la noche envolvía aquel ambiente, en conjunto con una gélida humedad que indicaba que probablemente, en unas horas, iba a llover. La motocicleta estaba aparcada en el estacionamiento, pero ahora solo quedaban ellos dos; estaban solos. La carrera había terminado.

Donatella no estaba muy segura de qué había pasado con Carter, pero cuando había preguntado antes MinJae le había comentado que se había ido con un amigo de ella. Y la rubia, más relajada, había concentrado toda su atención en Jimin. Jimin; el líder del equipo de baloncesto, el chico atlético de la universidad, el chico que le robaba suspiros de anhelo.

Las firmes manos de él le recorrieron la delgada y curvilínea cintura, mientras se erguía para poder besarle mejor. Subió una mano para tomar el rostro de la fémina mientras la otra se mantuvo en sus caderas; le devoró la boca, casi como si se hubiese rendido ante la idea de evitarlo. Sus labios partieron ligeramente los de ella, separándolos, y se permitió explorar sus adentros con más profundidad. Ella sintió la punta de la lengua del chico explorar su cavidad, y tras permitirle indagar le mordió el labio inferior con deseo, apegándose más a su cuerpo. Las manos de Jimin descendieron entonces hasta sus glúteos, y bastó tan solo un suave apretón para que ella soltase un gemido contra su boca.

Se separó un tanto jadeante, mirándole con una enorme sonrisa tonta. Hizo ademán de volver a buscar sus labios, pero él había bajado la cabeza, indisponiéndole el que le volviese a besar.

-Oppa, estamos en un lugar público -se quejó coqueta, mientras se cubría la boca y jugaba con el cabello lacio atado a una coleta. Sus ojos azules se posaron sobre los de él, pero el chico no le devolvió la sonrisa. Se separó un poco, reclinándose mejor de la motocicleta y suspirando, antes de colgarse un cigarrillo de los gruesos labios mientras rebuscaba el encendedor en su bolsillo.

Donatella estaba perdidamente enamorada de él. No llevaban demasiado tiempo saliendo, claro; ¿un par de meses? Le había conocido desde que entró a la universidad. Jimin era el chico perfecto; deportista, apuesto, buena onda... Tenía a muchas suspirando por él. El que le hubiese prestado atención a ella... ¡A ella! ¡Dentro de todas las chicas! ¿No era una fortuna demasiado grande? Donatella estaba convencida de que su belleza le había ayudado a conquistarle; de que a los chicos coreanos les gustaban las chicas de cabello y ojos claros, y su nacionalidad y ascendencia americana le habían dado los genes necesarios.

Llevaban poco viéndose, pero ella estaba convencida de que era el amor de su vida. Le había entregado todo a él; le había hecho promesas que nunca había hecho a nadie antes, había obsequiado detalles valiosos como prueba de su amor. Se había entregado, ella misma, en cuerpo por primera vez; y había sido una experiencia increíble de vivir junto al chico, y una memoria que no podía (ni quería) sacar de su cabeza fácilmente.

Ya había planeado la boda en su cabeza; había nombrado a cada uno de sus tres hijos y había escrito toda una historia con aquel perfecto chico que había tenido la dicha de conocer. ¡Qué afortunada que era! Ella, entre tantas... Ella, entre todas las chicas, era la persona de quien Jimin se había enamorado también.

Sus ilusiones se esfumaron con la misma premura del humo del cigarrillo que el muchacho expulsó de los pulmones.

-Terminemos -instó con la mirada fija en el panorama.

Underground MonsterWo Geschichten leben. Entdecke jetzt