20. En nuestro derecho.

Start bij het begin
                                    

Cerré la boca de inmediato.

Me había delatado. Thomas se mordió el labio inferior.

Richard nos miró a los dos. Temblaba de rabia.

-Rose...-masculló, apretando los dientes- Eres una arpía. Eso es lo que eres.

-No te atrevas- contestó Thomas, calmado, pero en guardia.

-Tú- contestó él - tú la hiciste engañarme! Tú la cambiaste! Sabes qué? Espero que te lo hayas pasado bien esa noche, porque ahora tendrás que cargar con los resultados por el resto de tu vida. Que te diviertas.

Me llevé las manos a la boca. Empecé a sollozar en silencio.
Cuando vi que se había preparado para exclamar, alzé la mano e insonoricé toda la habitación usando mis poderes. Ninguna onda del sonido podía penetrar las paredes. Pero olvidé que su voz aún podía llegar a mí. No sabía que podía hacer tanto daño si se lo proponía. Me veía como a una ramera, como si Thomas y sólo Thomas hubiese decidido hacer lo que hicimos. En diez minutos, había insultado y puesto en ridículo todo lo que yo amaba.

Yo adoraba a mis hijas. Y él también. Siempre quisimos tenerlas. Siempre. Pero no tengo la culpa de lo que pasó. Y después de aquello, sí tuvimos un sentimiento de culpa. Yo no podía dormir. Y Thomas no podía dejar de pensar en mí.
Y ahora que éramos padres, no podíamos sentir más que orgullo y amor por nuestras hijas.

Yo no fui la que "eligió" llamar a Thomas. En el fondo, sé que fueron ellas. Algo hacía que influyesen en mis pensamientos y acciones, como una relación madre-hijas constante. Quizás tenga que ver porque sean aliuds. Pero no me importa. Fue la mejor decisión que pude haber tomado. Y ellas son, junto con él, lo mejor que han pasado en mi vida.

Todo eso pensé en ese minuto donde sabía que Thomas no sabía si callar por pura diplomacia o pasar a los puños directamente. Sé que pensaba lo mismo que yo, pero antes de poder decir nada, Richard se acercó a él con intenciones violentas. Alzó el puño. Me agarré a la sábana, pero no pude gritar ni levantarme. Thomas lo apartó de un empujón.

-Idiota- murmuró Richard. Se estabilizó, y luego continuó hablando- Eres un imbécil! Eres tan desgraciado y mentiroso como ella!

La señal que recibía de Thomas era fuerte. Estaba enfadándose, y eso que era una de las personas más pacientes que conocía.

-Escúchame- le advirtió- dime lo que quieras a mí. Pero a ella no la tocas. Me has entendido?

Richard rió con fuerza. Era una risa artificial y de sorna. Cuando se recuperó, le contestó.

-Sabes? Pronto hará contigo lo que conmigo, cuando pases por un mal momento, se aburrirá de ti y te pondrá los cuernos con otro. Ya lo veo venir.

Me estaba insultando. Ya no sólo me veía como una traicionera, sino que me estaba acusando. Thomas lo ignoró completamente, casi tomándolo por un loco.

Por otra parte, tenía razón. Sin embargo, es más complicado que eso.

Había tantos sentimientos, tantas historias que él nunca podría entender...

Volvió a mirarme fijamente a los ojos.

-Adiós, Rose. Espero que algún día encuentres a alguien que te satisfaga de una vez por todas- dijo a media voz.

Aquello fue demasiado. Se me formó un nudo en la garganta y mi estómago me dolía de los nervios. Estaba temblando.

Thomas ya había agarrado a Lyllith en brazos con intenciones de dármela. Me fijé en su rostro. Estaba dolido. Estaban insultando a su familia, y se arrepentía de no haberle dado un puñetazo a tiempo.
Pero antes de abrir la puerta, Richard se detuvo.

- Creo que me va a costar dormir en esa cama- dijo sin ni siquiera mirarnos- Quizás tire las sábanas, o duerma en el sillón... Ah, sí, y, Rose-continuó esta vez girándose- te mandaré tus cosas por correo a tu nueva casa. Si es que tenéis una.

Luego salió, como si nada hubiera pasado. Mis ojos estaban humedecidos, y Thomas aguantaba su enojo y su tristeza. Todo quedó en silencio al cerrarse la puerta.

-Lo siento... No sabía que él era así- dije yo, con un nudo en la garganta.

Él sólo me pasó a Lyllith, a la que empecé a dar el pecho, y fue por Amber.

- Yo creo... que deberías llamar a Patty, y a tu madre. Yo... yo lo haría si mis padres siguieran aquí hoy - me contestó él, intentando cambiar de tema, pero sólo me recordó a temas incluso peores. Él pareció darse cuenta.

-Perdón- dijo él nuevamente, casi en voz baja.

-Debería haber hecho algo. No debí dejar que hablase de ti así- le comenté yo.

-Hubiera sido peor.

Se volvió a concentrar en Amber, que ahora dormía tranquila en sus brazos.
-Escucha, Thomas... sé lo que estás pensando- murmuré- ... pero... No vale la pena culparte. Eres mi pareja. Supe eso cuando te vi aquella noche. Por eso no pensé en nadie más. Porque...

«Porque por alguna razón, tú nunca dejaste de serlo. Nos separamos, porque era un momento duro, y los dos no podíamos seguir viviendo el uno junto al otro de esa manera. Nos dimos un tiempo, no para olvidarlo, sino para simplemente crecer, y acostumbrarnos a llevarlo sobre nuestras espaldas como una carga más. Pero yo nunca te olvidé. Seguías
ahí. En realidad, cuando nos encontramos hace nueve meses, fue una cosa que tenía que suceder. Tú no te "atreviste" a darme un beso. Quizás...»

No me atrevía a continuar. Pero lo hice.

-Quizás estabas en tu derecho. Quizás estábamos los dos en nuestro derecho. Quizás todo esto esté en nuestro derecho. No lo crees?

Él sólo me miraba con una ligera sonrisa de ternura.

-Sí- contestó finalmente- Lo creo, como que yo soy el feliz padre de Amber y Lyllith Catbell, y que me siento orgulloso de tenerte a mi lado.





Los Elegidos- respirandoWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu