19. El nacimiento de toda una historia.

Începe de la început
                                    

Seguí hechando pinceladas de aquí para allá. De pronto, tan rápido como empezó, había terminado. Estaba listo. Lo observé. Lágrimas llenaron mis ojos.

Era un nubarrón abstracto en el cielo, que anunciaba tormenta. En el suelo, sobre una colina, había una figura mascuina de pie delante de una cruz. Del hombre sólo se veía la silueta, y de la cruz también. El hombre se ponía las manos al corazón y rezaba. Era un cuadro triste. Apenas podía mirarlo sin que se me formase un nudo en la garganta. Eso era en realidad, lo único sue sentía. Un gran nudo en mi garganta que estaba esperando a ser resuelto. Que no podía esperar más.

Me llené de rabia. Lancé un aullido gutural. El cuadro se dirigió desde el atril como lanzado por una corriente de aire inexistente hacia la pared de enfrente, al lado de la puerta, haciendo el sonido de un raqueta de tenis siendo agitada por el aire. Se hizo pedazos contra la pared. Me asusté en sobremanera con el sonido que hizo al golpearse. Empecé a llorar, por toda la rabia acumulada. Por todo mi sufrimiento. Toda la muerte.

Como siempre, de improviso, la vida se hizo cargo de inclinar la balanza.

Empecé a sentir un dolor punzante en mi vientre. Cada vez era más fuerte, hasta que no podía soportarlo y tuve que sentarme en la silla del estudio. Respiraba agitadamente, y aún tenía lágrimas recorriendo mis mejillas, y estaba roja de llorar. Mi móvil estaba sobre la mesa. Lo agarré con manos temblorosas. Casi se me cayó de las manos. me costaba inspirar y espirar en orden. Tenía una mano sobre la barriga. Sentí una patada.

Desbloqueé el móvil, un ladrillo con botones.
Fui hacia mis contactos. No buscaba a nadie. Mi dedo fue sólo. Seleccioné uno de ellos con los botones.

Me acerqué el móvil a la oreja.

-Rose?

Mi respiración se agitó al escuchar su voz. Volví a sollozar fuertemente.

-Rose? Estás bien?- repitió él.

-Thomas!! Ven!! Ha empezado!! Estoy a punto de...

-En cinco minutos estoy!!- me interrumpió él.

Cortó. Me quedé sola en la línea.

Incliné mi cabeza hacia atrás, porque el dolor era insufrible. Pero respirar así era incluso más tortuoso. Así que empecé a jadear rápidamente. Empecé lentamente a hiperventilar.
Luché contra mis pulmones hasta el punto de que me dolían del esfuerzo.
Otra patada. Mis manos sudaban frío.

No me dió la sensación de haber esperado mucho. De pronto, en el piso de abajo, escuché a Thomas golpear a la puerta fuertemente.

- Ábreme! Ya estoy aquí!

-No puedo bajar!!- grité desde el segundo piso. Mi casa tiene dos.

Sólo había una manera. O me levantaba y bajaba las escaleras, lo cual era igual a un suicidio, o usaba mis poderes. Lo cual, en mi estado, quizás era un suicidio.

Intenté concentrarme. Pensé en el la puerta. Sentí que el picaporte giraba. Pero no del todo.

Mi frente estaba sudando. El dolor en mi vientre era infernal. Sentí a Thomas apoyarse con una mano sobre la puerta cerrada, desesperado.

Un poco más.

De pronto, la puerta se abrió. Sentí en mi pecho el "clic" de la cerradura.
Thomas, que apoyaba todo su peso en la puerta, casi se dió de bruces contra el suelo, pero se incorporó al instante. Corrió sin pensar un segundo las escaleras de dos en dos.

Entró al estudio. Vio el cuadro en el suelo y la pared manchada de pintura fresca. Se acercó hacia mí y me pasó la mano por la frente.

-Estás ardiendo- dijo- hay que sacarte de aquí. Mi coche está abajo. Vamos!!

Los Elegidos- respirandoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum