07. "Perteneciste a alguien más"

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Los jardines de Wade eran preciosos. Resulta que cuando compró la casa, el chico decidió mandar a construir un lugar para despejar su mente tras los agotadores experimentos y análisis que realizaba en Sognare. Buscó muchas alternativas; una piscina, una simulación en miniatura de su bosque preferido, una fuente. Y entonces pensó en su infancia y en lo mucho que su madre amaba cultivar amapolas, y como ella siempre tenía el aroma de las flores en su ropa. En honor a ella, quien se encontraba en un país lejano cumpliendo labores militares, creó un jardín, con una variedad de flores impresionante, dejando un espacio de honor para las adoradas amapolas de la señora Lexa.

Lo mejor de los jardines era que le brindaban privacidad. Muchos años atrás aquello era algo que solo tenía lugar al aire libre. Pero una vez más la ciencia nos brindaba la comodidad deseada, y al instalar paneles solares en el techo del jardín, no había manera de que nadie viera lo que ahí dentro pasaba.

Mae invitó a Justin a pasar una tarde admirando el jardín. Él, encantado por tanta libertad, había aceptado.

—¿Cómo te has sentido, Justin?

Justin la miró como si hubiese olvidado que ella había entrado junto con él allí en un principio.

—Libre.

Otra punzada de empatía y pena atacó a Mae. Es obvio que había que estar muy lastimado para sentirse libre entre cuatro paredes, por muy amplias que estas fuesen.

—¿Sientes que te tratan bien aquí?

—Sí. Sobre todo Dakota...

Mae juntó los labios en una fina línea. Aún no le terminaba de agradar Dakota Drysdale, por muy calificada que estuviese para tratar a Justin y tenerlo a su cuidado. Sentía que le estaba robando protagonismo, o en palabras más simples, su labor principal. Cada día pasaba más tiempo con Justin compartiendo amenas charlas y Mae no se terminaba de tragar el cuento de que la pelirroja renunciaba a sus tardes libres solo para ver a alguien que apenas conoce.

Alguna segunda intención debía estar ocultando.

Justin tenía ratos tan buenos con Dakota que casi se olvidaba del sueño que había salido intacto tras su fuga de Sognare. Se sentía bien consigo mismo y había decidido reservarlo para cuando sintiera que el mundo se le iba a venir encima. Y eso, para su fortuna, no había ocurrido aún.

—Y, ¿Qué quieres hacer ahora?

Justin señaló a los dos columpios que habían en el jardín, sonriendo. Mae le devolvió la sonrisa. Por ratos era como un niño curioso descubriendo el mundo de nuevo.

Caminaron entre variedades de flores hasta los columpios, situados en un círculo de grava podada para que quien se columpie no dañe los hermosos arbustos florales del lugar.

Tomaron un columpio cada uno y empezaron a mecerse en tranquilidad, disfrutando de las hermosas vistas que les ofrecía el jardín.

Entonces, sumidos en ese gran silencio, a Mae le entró la curiosidad sobre algo.

—Justin, ¿eres mi primer dueño?

Justin empezó a columpiarse un poco más despacio. No sabía si decirle que no, puesto a que entonces empezaría a hacerles preguntas sobre su antiguo dueño. Nadie que posea un acompañante tiene permitido hablarles sobre sus antiguos dueños puesto a que pueden solicitar volver con ellos, o incluso escaparse, si se trata de un sistema rebelde. Y aunque Justin ya había hecho cosas en contra de la ley, no sentía que era sensato decirle que sí, tenía otro dueño antes de él, pero éste la botó en un basurero.

Sin embargo no le quedó de otra. Era peor que Mae se molestara con él, y entonces no quisiera seguir ayudándolo. Wade pasaba toda la mañana y parte de la tarde en Sognare, y ahora tenía trabajo extra debido al robo de uno de los sueños más importantes. Dakota no venía todos los días y eso los dejaba a él y Mae solos la mayor parte del tiempo. Si Mae se enojaba con él, de seguro no querría hablarle, y si se veía envuelto en la soledad una vez más su estado empeoraría.

—No. Perteneciste a alguien más antes, pero... no sé nada sobre esa persona.

—¿No me vendieron a ti?

—No. Te encontré.

Su momento esporádico de cordura vino en el momento correcto para manejar esta situación. Y Justin, ya conociendo bastante su inestable personalidad, lo agradeció mentalmente.

—¿En aquel mugriento basurero? —Mae alzó ambas cejas, inquisitiva.

Justin tragó saliva, y se apresuró a contestar:

—No. Te encontré por la carretera, y tuve que arrastrarte hasta un lugar donde no nos vieran. Ya sabes, yo estaba escapando.

Mae asintió, y debió la vista de nuevo hacia los arbustos. Por un momento se preguntó qué tal sería si Justin se levantara del columpio, tomara una de las flores más hermosas que encontrase en el lugar, se la ofreciera y que le pidiese que por favor olvidase su pasado y aprovechase esta nueva oportunidad que le dio la vida.

Pero claro, eso no sucedió. Justin volvió a su fase distraída, y empezaba a tararear una de las canciones infantiles que vio en el programa de caricaturas.

Se regañó a sí misma por tener esos pensamientos. Un acompañante funciona únicamente para las misiones que le imponga su dueño, y no recuerda haber recibido información en su sistema de que Justin quisiera que ella se sonrojara por las palabras lindas que podría soltarle. Eso no estaba en el menú.

—Volvamos a la casa. ¡Coco la Perezosa ya va a empezar! —Apremió Justin, mirando el reloj de pulsera que traía consigo.

Se levantó del columpio y Mae lo siguió, y caminaron por uno de los largos senderos el camino de vuelta a casa.

Justin se detuvo bastante cerca de la puerta, haciendo que Mae casi chocara con su ancha espalda. Había visto una flor que le llamo la atención: azul marino con el tallo plateado, parecía una rosa encantada para enamorar a quien la recibiera.

Fue a tomarla, pero el tallo era bastante fuerte. Mae se adelantó, sacando unas tijeras que había traído por si le interesaba una flor para llevársela consigo a su habitación.

—¿La quieres? —Preguntó Mae. Justin asintió efusivamente con la cabeza.

Ya que él no había quitado las manos del tallo, cuando Mae fue a cortar la flor sus manos se rozaron. La morena sintió una leve descarga eléctrica ahí, en las yemas de los dedos. En cambio, Justin la miró expectante, sin ver la hora en la que cortaría la hermosa flor.

Cuando por fin lo hizo, Justin soltó un chillido de alegría y salió corriendo del lugar, no sin antes exclamar:

—¡A Dakota le va a encantar!

Sognare → j.bWhere stories live. Discover now