Capítulo 10: ¿Estás bien?

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#DomingoDeColores

―Así que usted es aquel niñito que hirió a mi Matilda, ¿eh? ―preguntó la anciana que tejía sin parar

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―Así que usted es aquel niñito que hirió a mi Matilda, ¿eh? ―preguntó la anciana que tejía sin parar. A este punto se hará un acolchado para diez personas.

La presidenta me trajo hasta el hogar de ancianos en donde es voluntaria para el momento de recreación de algunos abuelos. Es un centro de ayuda para personas que fueron abandonadas o que no tienen ningún familiar que pueda hacerse cargo. Me parece muy retorcido que hijos y familiares puedan dejar en la calle de esa manera a una inocente anciana, como sucedió con Sally, quién me estaba escrudiñando detrás de sus enormes anteojos. Su cabello repleto de canas es corto y lleva puesto un vestido floreado bastante colorido. A pesar de que es una menuda viejita, su mirada me tira lanzallamas... creo que no le agrado mucho que digamos.

Miro a Matilda de forma interrogativa y nos sentamos frente a la señora.

―Eh, bueno, no es mi culpa que le haya contado mis penas alguna vez, y tampoco es mi culpa que ella tenga muy buena memoria ―Se defiende―. Sally, eso no lo tenías que mencionar frente a él.

―Es que mirá su rostro, ¡lo que tenés de guapo lo tenés de malo! ¿Tu actitud cambió, constipado? ¿Cómo está tu circulación? ―Me pregunta.

―¿Constipado? ―inquiero―. Mi circulación es normal, gracias por preguntar... supongo.

―No, es que... bueno, yo cada vez que hablaba de vos, te decía constipado. ¿Qué? A veces tenés cara de no poder ir al baño ―expone la rubia a mi lado.

―Mati tiene razón ―habla Sally.

―Está bien, está bien, le pedí perdón por cómo me comporté en el pasado. Creo que ahora es mi turno de ser una garrapata y con gusto voy a cumplir mi papel ―confieso.

―Awww, eres tan lindo que te perdono por hacer sufrir a mi nieta. ¡Te haré un suéter cuando termine el de Matilda! ―exclama Sally sonriendo, y eso produce que se formen tiernas arruguitas en sus ojos.

―Tengo muchos ―Me susurra, Matilda―; siete para ser exacta. Son lindos.

―Con gusto los aceptaré ―respondo.

―Vení, acompañame ―dice Matilda y nos ponemos de pie―. Ya venimos, Sally.

No hay lujos, ni nada por el estilo, pero el lugar es cómodo para los ancianos. Costó crear este lugar; fue mucho tiempo de sacrificio, trabajo y de algunas personas que se apiadaron de aportar un grano de arena. Lo sé porque en la Iglesia se habló de este lugar. Todo es blanco y los muebles de madera restaurada haciendo que queden preciosos y de un estilo algo antiguo. Sally y otros dos ancianos se encuentran en la sala de estar mientras que los demás ya están en el salón de esparcimiento. Mati me lleva de un lado a otro mientras me va presentando a algunos abuelos, personal y otros voluntarios. Ella se desenvuelve sonriente y preocupada cuando pregunta por el estado de algunos de los abuelos. Aquí es ella misma, sin esas inseguridades, apariencias y el qué dirán. Me encanta esta Matilda sin miedo alguno.

El mundo color MatildaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora