Capítulo 7: Solo un mes.

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#VolvióMatilda

Llego a casa después de mi cita arruinada con Damián

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Llego a casa después de mi cita arruinada con Damián. Mamá está haciendo la cena mientras que mi abuela se pinta las uñas. "Que sea una anciana no significa que deje de tener estilo", suele decirnos. Después de saludarlas, entro a mi cuarto de prisa, me quito las botas y la ropa para remplazarlas por pantuflas y mi pijama de florecitas rojas. No puedo evitar pensar en la declaración de Fabricio y sus ojos marrones algo desilusionados ante mi respuesta negativa. Sin embargo, no me arrepiento de haberle dicho que no. Es que es obvio, ¿cómo se atrevía hacerme esa confesión después de haber actuado así conmigo durante todos estos años? Últimamente me invadían los muchos recuerdos que tenía de él en el pasado, no solo de mi cumpleaños o del suyo, sino de mis actitudes tan bobas y sus desprecios constantes. Cada cosa que hacía, no importara qué, servía para ignorarme más que antes. Como un día de San Valentín durante mis 12 años de edad...

Mamá me había ayudado a preparar chocolates en forma de corazones gracias a que insistí muchísimo. Julián los preparaba en forma de traseros... mamá no supo que decirle al respecto. Solo lo miró por algunos segundos y seguro pensó que, de sus mellizos, solo yo había salido con neuronas normales. Llegué ese martes muy emocionada con mis chocolates y mi cartelito rojo y brillante. Fabricio estaba saliendo del auto de la mamá y caminando hacia la entrada del colegio, así que lo esperé en su casillero.

―Feliz día de los enamorados ―Le dije apenas llegó.

Él me miró y miró a los chocolates, luego abrió su casillero en silencio y dejando sus cosas.

―No me gustan los chocolates ―respondió de forma seca.

―Pero si siempre comprás... ―titubeé.

―Pero los tuyos no me gustan ―habla de la misma manera.

―Son ricos, mi hermano se robó dos y los remplazó por los suyos de traseros ―susurré intentando que no se me escapara un puchero―, pero los saqué...

―Igual no los quiero ―expuso sin más. Tomó un libro y me dio la espalda para entrar a clases.

Me comí los chocolates en el inodoro del baño de mujeres y tiré el cartelito en la basura. Ese día luché por no llorar hasta que llegué a mi casa angustiada y con un dolor de estómago impresionante.

―¿Y? ¿Cómo te fue con los chocolates? ―Me preguntó mi mamá.

―No los quiso, mami, dijo que los míos no le gustaban ―solté un sollozo.

―Oh, Mati, te dije que no te enamores a esta edad. Sos muy chiquitita con solo 12 años ―Me atrajo hacia ella―. Cuando seas más grande vas a poder pensar en eso, ahora no. Pero nunca dudes de lo que valés, ¿sí? Sos una princesita hermosa y tus chocolates son los más ricos del mundo.

―Mamá, ¿y yo soy un príncipe? ―preguntó el metido de mi hermano.

¿Él tenía que estar en todas?

El mundo color MatildaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora