Capítulo 10

6K 398 16
                                    

ñau

***

Era difícil pensar que Zac no sentía lástima por mi. Cada dos minutos de viaje, giraba la vista y me miraba con cuidado, examinándome y haciéndose algún tipo de pregunta que yo desconocía. Supuse que, nuevamente, estaría preguntándose si yo realmente vivía en ese cacharro de casa. Para él podía ser difícil de imaginar, pero era la realidad de millones de personas en el mundo. Una lástima que Zac Lancaster no estuviese enterado de ello; tendría que aprender mucho, al parecer.

—Así que..., ¿a dónde vamos?—le pregunté, rompiendo la tensión que se había creado en el ambiente. Me miró fijamente a los ojos y se encogió de hombros.

—No sé, Leah. He estado preguntándomelo este rato—sentenció y casi solté una carcajada. Abrí los ojos y me reí levemente, negando con la cabeza—¿Qué?—me miró con el ceño fruncido.

—¿Ésta fue tu brillante idea?—inquirí con un deje de sarcasmo—Mejor volvamos, ya veré cómo entrar a casa—dije sin interés. Me miró de nuevo.

—¿De verdad quieres volver a ese lugar? Es una mierda, Leah. Cuando la vi pensé que era la casa de tu perro. Jamás en mi vida creí que encontraría un "hogar" que fuese de todo menos un maldito hogar. Ahí no hay vida, y no te permitiré volver—finalizó. Su respiración estaba agitada, su rostro rojo de rabia. Mi indignación en esos momentos era tal, que apenas pude musitar una sola palabra, sólo abrí la boca, el airé abandonó mi cuerpo y me quedé en silencio. Me ofendía al punto en que quería golpearle, pero después de analizarlo por unos segundos, nunca había escuchado una cosa tan verdadera. Es sólo que me costaba admitirlo. Creo que nadie había sido tan sincero con respecto a la situación de mi hogar. La gran parte de los alumnos de mi liceo sabían cómo era mi casa; en una ciudad tan pequeña, ¿cómo no? Pero durante esos dieciocho años, todos hablaban de lo acogedora que era mi casa, mientras en su fuero interno sabían que ese no era hogar.

Y Zac me lo dijo.

Quería golpearle, por ofenderme, por ser machista conmigo y no permitirme hacer lo que se me salga de la maldita cabeza. Pero, ¿por qué? ¿Por qué iba a hacerlo? ¿No me habría ofendido más que me mintiese en la cara? ¿No me habría dolido, verdaderamente, que haya decidido enviarme a casa, en vez de llevarme a otro lugar? ¿Más acogedor, más limpio, más digno?

—Sólo llévame a alguna parte, Zac—suspiré rendida. Carraspeó con fuerza y por el rabillo del ojo noté como asentía, al parecer rindiéndose en esta pelea también. Bueno, técnicamente no era una pelea; era sólo yo siendo atacada, de una manera extraña, sin saber si sentirme herida y ofendida o reconfortada y agradecida.

—Podemos simplemente volver a mi antigua casa. Ahí no es muy cálido pero hay camas, y podemos pasar a comprar algunas cosas para comer. ¿Tienes hambre? Ni siquiera respondas, puedo suponer que sí—habló rápido. Me giré al oír lo último.

—Entiendo que crees que soy pobre, Zac Lancaster, y en cierta manera sí lo soy, pero gracias a Dios nunca he tenido problemas alimenticios. Últimamente no he comido por las náuseas y eso se debe sólo al embarazo; recuerda que soy tan novata en esto como tú. Y sí, tengo hambre. Tengo antojo de una maldita hamburguesa ahora mismo—sentencié. Suspiré para entregar más dramatismo aunque realmente sentí que debía expulsar una buena bocanada de aire. Zac sonrió y asintió, confundiéndome totalmente.

—Yo no estoy embarazado pero también quiero una hamburguesa—sonrió nuevamente. Solté una pequeña carcajada y negué con la cabeza.

Mi pequeña casualidad ® | [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora