Capítulo 3

7.2K 390 45
                                    

hola de nuevo <3

***

Después de un par de días en el hospital, los hematomas iban desapareciendo. Lentamente, claro, pero lo hacían. Mis costillas dolían menos y la hipocresía de mi madre crecía todos los días.

—Ya no lo volveré a hacer, Leah—decía cada vez que iba a verme. No le creía. Nada, ni por un segundo. Porque había escuchado esa frase al menos unas trescientas veces antes y en la misma situación.

Sin embargo, sólo había una cosa que llenaba mi mente todos los días. Mi embarazo. Habían pruebas, mi cuerpo llevaba un feto dentro que se desarrollaba todos los días. Las posibilidades dentro de mi cabeza eran nulas, pero los exámenes no podían engañar a nadie.

Lo peor de todo, era que se habían detectado anomalías en el bebé. Aún no era posible detectarlas concretamente debido al poco tiempo de gestación. La enfermera, cuyo nombre era Kiara, me había preguntado muchas veces si había consumido algún tipo de droga, alcohol o bebidas en general. Respondí negando con la cabeza, a sabiendas de que mentía. Bebí al menos unas cinco veces durante los dos meses en los que, casi secretamente, estaba gestando un bebé en mi interior. Me sentía culpable a pesar de que no era totalmente mi culpa, pues yo no lo sabía.

Quise llamar a Tanya, preguntarle qué había ocurrido ese día en la fiesta, sin embargo no lo hice. Tenía miedo. Estaba aterrorizada de caer en cuenta que había sufrido algún tipo de relación sexual forzada, cuando mi estado en esos momentos era de total inconsciencia y borrachera.  No quería decir la palabra "violación", ni siquiera en mi mente, pues sonaba demasiado grave. Y lo era.

—¿Crees que deberíamos llamar a tu amiga, Leah?—murmuró Kiara mientras me quitaba el velcro que medía la presión de mi cuerpo. Tragué saliva ante su pregunta, agachando la cabeza al mismo tiempo.

—Tengo miedo...—dije en voz baja. Lágrimas llenaron mis ojos, pero no me permití llorar.

—Reprimir tus sentimientos puede afectar la sensibilidad del bebé. Él puede sentirlo todo, Leah. No sigas pretendiendo ser fuerte—habló Kiara comprensivamente. Esa fue la gota que colmó el vaso, logrando que todo lo que había guardado saliera a la luz en un segundo. Llanto, ira, rabia, tristeza, decepción y confusión.

Kiara se acercó lentamente y me abrazó con cuidado. Lo agradecí. La sentí familiar, incluso por un momento sentí verdadero afecto y empatía.

—¿Cuándo saldré de aquí, Kiara?—pregunté entre sollozos. Me acarició el pelo y apoyó su mentón en mi cabeza.

—Hoy, por la tarde—habló entregándome la única buena noticia que había recibido en el mes—No le digas al Doctor que te dije. No es cien por ciento seguro, él vendrá a informarte—se alejó lentamente y me entregó una sonrisa reconfortante. Llevaba una semana ahí pero aquella joven se había convertido en un gran apoyo para mí y toda la situación que tenía que sobrellevar.

—Muchísimas gracias por todo, Kiara—sonreí levemente. Asintió con la cabeza y salió de la habitación, dejándome sola y pensando a cada momento en lo que estaba ocurriendo.

Tres horas después, a las doce en punto, el Doctor entró en la habitación, informándome que me daría el alta. Mi madre entró pretendiendo estar triste y dolida pero supuestamente feliz por la noticia. No le creía. Juro que no le creía nada.

—Dejaré de beber, Leah, lo haré...—me decía de camino a casa. Asentí sin mirarla a los ojos—¿Por qué no me crees, hija?—preguntó con dolor. Mi pecho dolió, mis ojos se llenaron de lágrimas automáticamente. La miré, su cara se notaba devastada. Pero me costaba creerle.

Mi pequeña casualidad ® | [En proceso]Where stories live. Discover now