Capítulo 11.

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Domingo, 4:35 p.m.

—¡Ya! ¡Basta! —vociferó furioso el alto castaño —. Llevamos más de media hora esperando. No va a venir —se levantó de un salto de la banca empedrada donde los cuatros meseros yacían sentados esperando a su compañero cocinero —. ¡Maldito JinYoung!

—Calmate que si él estuviera aquí no te atreverías a decirle tales cosas —dijo SunWoo con los brazos posados por detrás de su cabeza a modo de apoyo —. Seguramente se está retocando la raíces y se le hizo tarde.

—Quizás no llegó a su casa —comentó el pelirosa con cierto tono de preocupación —. Ayer no vimos cuando se fue. ChanShik, tú fuiste él último que estuvo con él, ¿Qué fue lo que pasó?

Las miradas de los meseros se fijaron en el más joven de los cuatro. Sentado en el extremo izquierdo de tal banca, por su mente pasaba una rápida película que incluía los recuerdos de la noche anterior.

Sábado. 10:08 p.m.

El sueño desapareció de golpe, las aspas del ventilador giraban a su máxima velocidad y las manecillas del reloj parecían no querer moverse.
Que aburrimiento. Pensó el joven.
La siesta había funcionado, más de lo esperado. Las fuerzas que perdió durante los últimos días fueron recuperadas tras dormir toda la tarde del sábado.
¿Qué haría ahora? ¿Comer? ¿Ver televisión? ¿Buscar alguna buena película?

Este es el lugar —dijo JinYoung entregandolo un pequeño papel con una dirección escrita en él —. Si decides ir, ahí estaremos.

Las palabras del chico de cabellos morados resonaban en su mente como si fuese la única opción que ahora podía tomar. Ir a distraerse un rato y convivir de una manera más cercana y fuera del ámbito laboral con sus nuevos compañeros parecía ser una idea menos tediosa de lo que parecía ser la noche anterior.
Iría. Lo había decidido.
Los minutos que pasaron volando mientras buscaba algún atuendo adecuado para la ocasión, los minutos que pasó buscando algún taxi, los minutos que se distrajo mirando las luminosas y concurridas calles de Seúl en un sábado en la noche, esos minutos no se comparaban con lo rápido que el tiempo pasaría llegando a su destino. Una especie de antro ciertamente lleno con jóvenes en busca de una noche de diversión fue lo que encontró al bajar de tal vehículo amarillo. ¿Ese era el lugar? Le parecía un poco escándaloso para su gusto, pero qué más daba si ya estaba allí.
Diez minutos de espera para poder entrar. Habían elegido el día más concurrido de la semana para salir.
Miles de rostros deconocidos pasaron frente a ChanShik en todas direcciones. Voces que provenían de cada rincón encubiertos por el sonido de la alta música que muchos disfrutaban al bailar. A su izquierda la pista de baile que con una constancia a la música cambiaba su color. A su derecha el bar, donde supuso encontrar a sus seguramente ya ebrios compañeros, pero ninguna persona se asemejaba a la atractivas facciones físicas que los cuatro chicos poseían. Al fondo de lugar, mesas lo suficientemente grandes para recibir cierta cantidad de personas se encontraba arrinconadas. Una brazo pálido y un grito que llamaron la atención de ChanShik fue lo que provino de las mesas previamente mencionadas. Pasando casi a empujones de entra la gente, el joven ChanShik buscada con desesperación el delgado brazo que ahora había perdido de vista.

—¡ChanShik, por aquí! —nuevamente se oyó esa voz. JinYoung le llamaba. El enjuto chico de cabello morado lo había divisado desde el momento en que el joven entro al lugar. Lo había esperado toda la noche, como si tuviese la completa seguridad de que asistiría; así fue.

Con una sonrisa que expresaba alivio y cierta alegría por ver a sus compañeros, ChanShik tomó asiento junto a SunWoo, quien parecía tan sobrio y relajado como los otros tres chicos.

—Pensé que los encontraría ya en camino al suelo —dijo ChanShik, con un volumen de voz lo suficientemente alto para que la música no le opacara.

C a f f e i n e ; JinChanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora