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Narrador omnisciente

Se alistó, llevaba todo lo necesario.
- Cartera, sí; billetera, dinero, si; los dulces- titubeó al ver que no estaba aquella cajita de dulces sobre la mesa. De repente la divisa sobre la alacena y se dirige hacia allí y la coge.- si.
Camina hacia el comedor y guarda todo en su cartera negra.- El delfín, sí.
Una hoja doblada a la mitad con manchas de colores producidas por pinceladas de acuarelas,logra llamar su atención. Acerca su mano para coger la hoja y una ligera sonrisa junto con unos ojos vidriosos, toman el control del boceto de su pálido rostro.
- Hoy te veré, te abrazaré - dice entrecortado debido al nudo en su garganta.- Y no te soltaré, Claire.- una lágrima cae por su mejilla. De inmediato guarda la carta en su bolso y lo cierra.
Se dispone a salir de su departamento, coge sus llaves, su cartera y cierra la puerta.

****************

Entra apurada, nerviosa, ansiosa. Tiene una combinación de todas las emociones juntas en estos momentos. Camina hacia el mostrador de atención y se dirige hacia un muchacho joven.
- Hola, buenas tardes. Vengo a visitar a una paciente.- dice con voz apenas audible.
- Buenas tardes, señorita. ¿Nombre de la paciente?- pregunta el muchacho con la mirada fijada en el computador.
- Claire. Claire Smith Robbinson.- dice con voz temblorosa.
- Smith.... Smith Robbinson....- titubea- Claire Smith Robbinson, claro. La señorita Claire se encuentra en la habitación n° 503 en el quinto piso.- le dedica una sonrisa amable.
- Gracias. 503, quinto piso.- repitió.
Corrió al ascensor y presionó el botón de subida, luego el del quinto piso y éste comenzó a ascender.
Se metió las manos en los bolsillos y sintió un papel, lo sacó y una sonrisa se le escapó al leer su contenido.

Hey, Annie
Falta poco, mi querida rojita.
Te amo.
- A

- Lo que daría por que estés a mi lado en este momento.- susurró. Al instante el ascensor se detuvo lo que hizo que ella levantara la vista y se encontrara con las puertas del ascensor abiertas una pared blanca.
Salió del ascensor y miro a ambos lados. Divisó el número de las habitaciones y se encontró con un muchacho, delgado, tez pálida, cabello color chocolate y los codos posados en sus muslos con las manos cubriéndose la cara, sentado en unas sillas de espera frente a una habitación. Pero no cualquier habitación. Era la habitación número 503.
Annie camina lentamente, el sonido de sus tacones es apenas notable con cada paso. Mira el número de la habitación y nota que es la que había estado buscando. Luego dirige su vista al muchacho.
Se sienta a su lado.
- ¿Esperas a alguien?- pregunta ella.
- Sí.- responde él sin destaparse la cara.- Al doctor para que me de permiso de entrar.
- Oh.- dice ella.
- Pobre.- empieza él. Se destapa la cara lentamente- No es justo.
- ¿Mmm?- no entendía lo que aquel muchacho le quería decir.
- No es justo que las personas más inocente tengan que sufrir tanto.- reclama el chico con la mirada baja.
- Así es la vida.- dice suspirando.- Es cómo un juego, como un tablero. No siempre caes en casillas de ventaja, a veces solo tienes mala suerte. No muchos logran ganar.- baja la mirada y gira a verlo. Se le hace conocido. Su perfil, el cabello desordenado, la voz, el temblor de las manos.
- No me gusta este juego. La vida. No me agrada.- dice levantando la vista y apoyándose contra el respaldar de la silla.
- Tienes que luchar hasta el final por lo que quieras- mira al techo. Gira a mirarlo y se queda así un buen tiempo. Sonríe.
- Annie, no he terminado mi lucha pero, creo que ya he llegado a mi destino.- gira a verla. Ambos quedan a unos diez centímetros. Sus miradas se fijan en el brillo de los ojos del otro.

Oh. Dios mío. No lo puedo creer.

©Cotton CandyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora