- A mi tampoco me apetece eso.

- ¿Sabes lo que me apetece? - Inquirió alzando una ceja.

Por Dios no hagas eso, Michael...

- ¿El qué? - Pregunté tragando saliva.

- Pasar lo que queda de día contigo. - Me hizo sonreír con él. - Pero antes... - Volvió a besarme esta vez rodeando mi cuerpo con sus brazos para dejar que quedara sobre él.
Con timidez, aparté los rizos que involuntariamente se colocaron sobre su rostro mientras Michael dejaba la rosa en una de las mesillas.

Le miré.

Sí.

Le miré y me deleité de su rostro natural y maravilloso que no me aburría de observar. Dejé que mis dedos recorrieran sus facciones con lentitud disfrutando aún más si cabía de ese silencio y de ese momento que era nuestro.

- Ya no me asusta mirarte así - dijo él aferrando mi cuerpo al suyo con ayuda de sus manos.

- ¿Te daba miedo?

Asintió.

- Por si pensabas que estaba loco.

Sonrió al pronunciar la última palabra.

- Ahora sé que puedes ayudarme con esta locura.

No si yo también estaba dentro de la misma...

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- ¿Estás seguro de que aunque vayamos aquí estamos a salvo? - Le pregunté cerrando la puerta de atrás del coche. - Esta limusina negra llama demasiado la atención.

- Tranquila. - Pasó su brazo por mis hombros y esbozó una sonrisa justo cuando el chófer arrancó. - Creo que no soy el único famoso de la ciudad. - Dijo con un toque de humor.

Le miré con curiosidad al ver como estaba tan tranquilo. Podría apostar que, yo estaba más nerviosa que él e inquieta. Pero ahí, sentada a su lado, respirando su mismo aire y observando todo lo que él iba mirando a través de aquellas gafas de aviador, me di cuenta de que podíamos estar así horas sin necesidad de cosas materiales, ni nada más. Como la noche anterior. Solo él y yo.

No necesitábamos más que eso. Estar juntos.

De repente, sentí como sus labios se posaban en mi frente consiguiendo que, ante su contacto, cerrase los ojos sintiendo como un cosquilleo se agolpaba en mi estómago haciéndome sonreír.

- Nos va a a ver.

- ¿Quién?

- El chófer - respondí alzando la mirada hacia su rostro.

- No te preocupes, no puede vernos.

Al decir aquello, señaló la pequeña parte con cristal tintado parecida a la de los taxis de Nueva York, que separaba el coche en dos. Si Michael tenía que decirle algo al que llevara el coche, no tenía más que, pulsar un botón y una pequeña parte del cristal bajaba instantáneamente.

Pareció causarle gracia mi reacción o algo parecido porque rió, cosa que, hizo que frunciera el ceño dudosa ante aquella reacción maravillosa suya.

- ¿Y ahora qué pasa? - Le pregunté.

- Nada.

- Michael...

- Que... Te preocupas por cosas insignificantes.  - Dijo poniendo una mano en su rodilla.

- ¿Insignificantes? - Repetí separándome un poco de él.

" Más allá de Charter... " [#MoonwalKingAwards2017]Where stories live. Discover now