"No dejarías sola a tu madre, ¿verdad?", respondió ella, pellizcándole el carrillo de esa forma que él tanto odiaba.

"Pues que te acompañen Em o Nora, que para eso son las mayores", dijo él, con un tono acusatorio y mordaz que no tuvo el efecto deseado en su madre.

"Necesito a un caballero que me acompañe", respondió su madre, con un guiño, para después abotonarle la chaqueta del traje y levantarse de la cama.

En ese momento el joven tuvo que contener toda la furia de su interior, que no era poca, para no decirle de forma punzante a su madre: "Si papá siguiese aquí, podrías ir con él". Era cierto que se había convertido en un chico que ya no sabía lo que era la compasión por los demás ni lo que eran sentimientos tan puros como el amor o el cariño. Para él, ahora solo existían el dolor, la frustración y el desprecio, pero, por alguna razón, había momentos en los que con su madre no conseguía ser tan cruel como de costumbre. Había ocurrido pocas veces, pero ya era algo.

Ahora, mientras observaba con ojo curioso la casa en la que se encontraba, aburrido mientras esperaba a que su madre terminase de hablar con una mujer a la que tampoco había visto nunca, lo único en lo que podía pensar era en lo mucho que lo odiaba todo y en las ganas que tenía de marcharse.

Hasta que, de repente, se percató de que un chico le estaba observando apenas a unos metros de distancia. El chico, cuyos ojos eran de un verde curioso, aunque era visiblemente más joven que él ya le superaba en altura, lo que no hacía más que avivar su odio hacía él, a pesar de no conocerlo de nada.

-¿Qué estás mirando? - Le espetó con desdén al joven de ojos verdes, casi bufándole.

El niño abrió los ojos como platos, sorprendido de que el enfurruñado pre-adolescente le hubiese dirigido la palabra, y, con las mejillas teñidas de un adorable rubor, masculló:

-Solo pensaba en que no te he visto nunca por aquí. - Tragó saliva con fuerza y trató de deshacerse un poco el nudo de la corbata.

-Ya, bueno, es que nunca he estado aquí. - Espetó, queriendo cerrar de una vez esa absurda conversación.

-Soy Harry. - Dijo el joven de ojos verdes, simplemente tratando de ser cortés.

-Bien por ti. No me importa. - Repuso el chico, para después girarse sin molestarse en decirle a su madre que se iba a dar una vuelta por la casa y pasar junto al tal Harry sin dirigirle ni una sola mirada más.

Se alborotó el cabello castaño hasta que unos cuantos mechones rebeldes le ocultaron parte de la frente, asqueado por la forma en que su madre había tratarlo de domarlo con gomina, y se metió las manos en los bolsillos de ese pantalón de traje tan feo, con la mirada clavada en el suelo de madera.

Caminó hasta el salón, sorteando a todas las personas con las que se cruzaba, y dado que iba con la mirada clavada en el suelo no se percató de que, en la mesa junto a la que iba a pasar, estaba sentada una niña con la mirada perdida en la nada.

Por ello, y antes de que pudiese evitarlo, Louis se chocó con la niña, casi tirándola de la silla, lo que hizo que ambos alzasen la mirada al mismo tiempo.

Y ese fue el momento en el que el hielo se cruzó con el fuego, en el que la frialdad chocó contra la ira, y una línea invisible se cruzó entre ambos.

-Mira por dónde vas. - Le soltó la niña, con sus ojos azules casi soltando chispas de ira.

Durante unos instantes, lo único que pudo hacer Louis fue quedarse completamente quieto, sorprendido como estaba de que tan solo una niña le hablase con tanto descaro.

Warrior | l. t. |Where stories live. Discover now