Capítulo I

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Tomo una respiración profunda y recuesto mi cabeza en el respaldo del asiento trasero de mi camioneta y mis ojos se cierran por inercia, el cansancio está haciendo estragos en mí. Hoy, nuevamente, hay periodistas frente a Ferreyra Enterprises; un nuevo puto rumor de mierda se ha filtrado en mi vida. Bueno, no es del todo un rumor, pero tampoco es del todo cierto lo que afirman.

Hoy es un día oscuro, la lluvia cae sin piedad y todos en la calle llevan paraguas tratando de llegar a sus trabajos. Bruce, mi chofer trata de buscar un buen espacio para estacionarse, cuando lo hace; baja de la camioneta y abre mi puerta para escoltarme hasta el edificio, unos cuantos empujones y un montón de estupideces es lo que siento y escucho de parte de los periodistas antes de entrar al edificio. No pretenden dejarme en paz. Hijos de puta.

Fui su comidilla cuando decidí que el alcohol me ayudaría a olvidarla, no solo me acosaban a mí, también lo hacían con Alana y toda mi familia; eso fue lo que me hizo entrar en razón y dejar todo eso atrás.

Dentro del edificio, camino hacia el ascensor acomodando las mangas de mi traje y limpiando algunas gotas de lluvia que no pude evitar que cayeran sobre mí. Cuando las puertas están por cerrarse una mano se cuela entre estas y la mensajera que trabaja para mi aparece en mi campo de visión, la pelirroja entra y al alzar la vista y percatarse de mi presencia pone los ojos en blanco y se va a la otra esquina de este, quería escapar, salir de nuevo, pero las puertas ya se habían cerrado.

—Lo siento —Susurra en voz baja. No le prestó atención y mi ceño fruncido por su forma de entrar no se relaja con la disculpa.

No puedo creer que tenga el poder de intimidar tanto a una persona, lleva más de un año trabajando para mí y aun no puede contralar ese miedo que se refleja en sus ojos cuando enfoco los míos en ella. Estuve a punto de despedirla al principio, sino fuera porque investigo a mis empleados más cercanos ya estuviera fuera.

El ascensor se detiene unas tres veces para recoger algunas personas. Suelo usar este para estudiar la clase de personal que labora en mi empresa. Muchos ni siquiera me conocen y no se imaginan la cantidad de cosas que “El jefe” los ha escuchado decir.

Cuando llego al último piso mi ceño se frunce aun más al notar la mirada que Verónica, mi secretaria le da a la pelirroja cuando sale conmigo del ascensor.

—Verónica, a mi oficina — Necesito que me ponga al tanto con los asuntos del día de hoy. Ella se levanta y toma unas carpetas para seguirme —¿Pasa algo con esa chica? —Pregunto cuando me acomodo en la silla detrás de mi escritorio. Ella emboza una sonrisa y le resta importancia con la mano.

—Nada importante. —Habla, colocando las carpetas en mi escritorio —Bueno, hoy debe reunirse con su padre para cerrar la compra de un inmueble. Hoy debe ir a almorzar con los representantes españoles que quieren hacer negocios con usted, también debe asistir a una reunión familiar a las siete de la noche. Su hermana me ha pedido que se lo recuerde. —Benditas reuniones, Alana va acabar conmigo.

—Puedes retirarte. —Digo, tomando el puente de mi nariz. El dolor de cabeza por la borrachera de ayer aun no me abandona.

—Oh. La mensajera tiene un paquete para usted, ¿Quiere que se lo traiga?

—Hazla pasar. —Pido, ella no parece entenderlo, por lo que la miro con el ceño fruncido, se vuelve y sale resonando sus tacones por todo el lugar.

Me meto en las carpetas frente a mí, son algunos contratos y cheques que debo firmar, por supuesto, lo leo antes. Encuentro el sobre que contiene dos entradas para la subasta de para la fundación de Alana. Mierda. Había olvidado el evento. Debo ir esta vez, mi hermana no permitirá que falte nuevamente. La última vez que falte dejó de hablarme por más de un mes, y tuve que hacer una cantidad de cosas para que me perdonase.

Después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora