Parte 15

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—Gracias, Haneul. Me siento contento de tener un amiga como tú.

—Eres un idiota Park Jimin. Te odio, idiota... ¡idiota!— pateé una piedra que había en el camino hacia mi trabajo— amiga, amiga— repetía una y otra vez enfadada— ¿Porqué mejor no te tiras a un pozo?— suspiré antes de cruzar la entrada para empleados al restaurant. Cambié mi atuendo por mi uniforme de trabajo: camisa, pollera cintura alta, medias y zapatos. Todos eran de color negro. Lo único que cambiaba era una pañoleta de color rojo. No me gustaba porque era un poco chocante. Me miré al espejo por última vez para practicar mi sonrisa. Necesitaba cambiar mi humor urgente antes de que me regañaran.
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Al día siguiente mamá me despertó para que desayunáramos juntas. A lo que accedí gustosa. Desde que había comenzado a trabajar ya casi no teníamos tiempo de hacer algo juntas. Hablamos un rato y después me quité el uniforme, lo puse en la lavadora así cuando regresaría a mi trabajo lo tendría limpio. Tomé un libro de mi biblioteca y me senté a leer en la pequeña azotea de mi cuarto.

—Haneul. Tienes teléfono— me dijo mamá. Lo tomé.

—¿Qué estás haciendo?— era Jimin del otro lado.

—¿Cómo conseguiste mi número?— me sorprendí.

—Tengo mis métodos. ¿Podrías hacerme un favor?

—En este momento no puedo. Estoy algo ocupada.

—Pues yo puedo ver que estás sentada en la azotea— sacó la mano por la ventana saludándome.— Necesito que me rescates— dijo en tono suplicante.

—Bien— intenté no sonar molesta.— ¿Qué puedo hacer por mi amigo?

—Ven a casa. Quisiera comer algo de kimbap. Tengo antojos desde la otra vez.

—Ok...— al cortar la llamada suspiré. Me puse unas zapatillas y bajé sin muchas ganas. Crucé la estrecha avenida que separaba su edificio del mío. Antes de que diera el primer golpe, Jimin abrió la puerta.— Hola— hice una reverencia. Él me dio un beso en la mejilla que hizo que me quedara atónita.—¿Tienes los ingredientes para hacer kimbap?— traté de actuar normal.

—Mi tía paso por aquí ayer, me trajo todo lo que necesitas para cocinar. — asentí dando a entender que estaba bien. Le seguí hasta la cocina y me indicó dónde guardaba todo para cocinar. Primero puse a hervir el agua para el arroz.—Ayer me quitaron los puntos— dijo contento.

—¡Qué bueno!— no pude evitar demostrar que estaba contenta por él.

—Pero todavía debo estar de reposo una semana más...

—Pronto terminará— le miré sonriendo. Él se fue dejándome sola por un momento y volvió con dos copas y un vino tinto.— ¿Y tus medicamentos?

—Me dijeron que ya no es necesario.

—¿Estás mintiéndome?

—Te lo prometo— levantó una mano en señal de juramento.

—No es necesario que hagas eso—hice que bajara su mano mientras reía. Después se dispuso a servir el vino. Y me ofreció. A mí no me gustaba, pero decidí probar.  Luego salí de la cocina hacia el living. Me di cuenta de que tenía un juego de dardos. —¿Es nuevo?— la diana se encontraba en la pared que estaba cerca de su ventana. Los dardos estaban en una pequeña mesita en mitad de la sala.

—Taehyung me lo regaló el otro día —Tomé uno para tirar, pero como era una inútil total, fallé como tres veces, ni siquiera le había dado a la diana.

—Ah... esto no es para mí— me quejé.

—Es fácil. Tienes que concentrarte y tirar con fuerza— lanzó un dardo y éste se quedó muy cerca del blanco. Intenté hacer lo mismo, pero había quedado bastante lejos. Entonces tomó la copa que tenía en mi mano y lo dejó en la mesa. Hizo lo mismo con su copa. Puso un dardo en mi mano haciendo mientras se ponía detrás de mí. —Concéntrate, solo mira el punto...— me susurraba muy cerca del oído haciendo que mi piel se erizara— ¿Listo?— intenté prestar atención, pero estaba a punto de perder el control. Asentí para que esto se acabara de una vez. Lanzamos el dardo, con su fuerza más que la mía. Dio justo en el que él había lanzado anteriormente. —Mira eso, bastante bien— dijo animándome mientras se alejaba.

—Ese fuiste tú— volví a agarrar mi copa. Y me dirigí hacia la cocina para ver cómo iba el arroz.

—¿Qué te pasa?— negué mientras ponía a hervir las verduras.— Quizás no debí insistir en que vinieras— se disculpó.

—Jimin....— sentía muchas ganas de decirle qué era lo que me sucedía. Por primera vez en mi vida quería decirle que me gustaba de una manera que ni él se imaginaba. Cuando le miré una vez más, perdí el valor porque me gustaba tanto que tenía miedo de que una vez más me enviara a la zona de amigos.— Perdóname, tuve mucho trabajo y estoy algo estresada. Tú me salvaste, tengo que acceder a lo que me pidas porque estoy en deuda de por vida contigo.— lo que tal vez estaba comenzando a lamentar. Tomé lo que quedaba del vino en la copa y me serví más.

En ese momento, el timbre de su departamento sonó un poco desesperado. Él se fue de la cocina.

—Jiminnie — Umji regresó.

—Mierda...— me golpeé la cabeza. Había olvidad que tenía una novia que me odia.

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