Parte 8

48 9 0
                                    

Su mano apretó mi hombro delicadamente. Me di vuelta para ver a la persona que me había abordado.

—Hola...—dije un poco nerviosa porque el amigo de Jimin había descubierto dónde vivía.

—Eres vecina de Jimin— Sonrió satisfactoriamente— ¿ Ya lo has visitado?— Sonreí incómoda.

—No fui porque no quiero molestarlo. Además se ve que tiene visita todo el tiempo— dije al ver el Honda.

—No debería decir esto, pero Jimin está un poco ansioso por verte— su carcajada fue suave.

—¿Eh?— dije sorprendida.

—Ven— tomó de mi mano llevándome al edificio contrario.

Abrió las puertas con las llaves que tenía en su bolsillo. Subimos las escaleras. Cuando iba a abrir la puerta del departamento de su amigo, entré en pánico. No quería pasar.

—E-espera, espera, espera— dije tan aterrada que creo que lo que hizo que se detuviera fue que yo retrocediera con fuerza alejándome de la entrada.

—¿Porqué de repente estás tan nerviosa?— dijo confundido.

—Promete una cosa antes de entrar— él solo esperó a que le dijera qué sucedía— Jura que no le vas a decir a Jimin dónde vivo.

—¿Porqué? A Jimin le va agradar que ustedes estén cerca.

—No. Promete que no se lo vas a decir— intentó convencerme de que sería bueno que su amigo lo supiera.— ¡Por favor! — dije casi suplicando.

—Bien. Pero te digo desde ahora que esto tiene un precio.

No me agrado la idea de deber un favor porque el "tiene un precio" era como la frase "ten, aquí tienes mi alma, Satanás" pero no quería que Jimin supiera que lo he estado acosando desde que se mudó aquí. Podría denunciarme o algo peor...

El chico de cabello castaño caminó sin darse vuelta para ver si yo seguía sus pasos. En cuanto di el primer paso, me sentía nerviosa hasta el punto de sentir gotas de transpiración bajar desde mi patilla. Caminamos por un pequeño pasillo hasta el final en donde se encontraba su habitación. Él hizo señas de que debía quedarme afuera hasta que me llamara. Ese minuto, cerré los ojos y cité una oración al Señor para que pudiera actuar normal. Cuando menos lo pensé, sentí que alguien me estiró del brazo haciendo que abriera los ojos mientras que al mismo tiempo entraba en la habitación.

—Hola—dijo Jimin sorprendido, después sonrió.

—Ho-hola— hice una reverencia.—¿Cómo te encuentras? — intenté no tartamudear.

—Mejor— tenía esa sonrisa tan maravillosa no se borraba de su rostro.

—Iré por algo de comer— le dijo a su amigo. Después dirigió su mirada hacia mí— No te vayas a ir— técnicamente me estaba amenazando. Se fue dejándome al borde de un cólico.

—¿Cómo te encuentras tú?

—Asustada. —Fue lo que salió de mis labios.— Lo siento. No estoy siendo una buena visita, ni siquiera traje un presente para darte ánimo.

—Que hayas venido con Taehyung, es suficiente. Siéntate —palmeó la silla que estaba cerca suyo.

Tomé asiento torpemente. Miraba hacia el piso porque solo así evitaba ponerme bordó.

—¿Puedo pedirte un favor? —asentí. —¿Serías tan amable de traerme por las tardes aquel café que me llevaste el otro día al hospital? Ese sería el presente que quiero para sentir que me das ánimo.

—Claro que sí. —sonreí.

—¿Puedo pedirte otro favor?— asentí sin borrar mi sonrisa.— ¿Me dejas ver tu rostro?

¿En verdad quería eso? Sentía que mis mejillas ardían como si fuera el día más caluroso. Llevé la mirada hacia un punto fijo que no fuera él.

—Lo siento. Es que tengo un poco de calor— toqué mis mejillas con las manos que las tenía congeladas.

—Sin embargo el color rojo de tus mejillas hace que te veas adorable. Si te tapas, no puedo ver.— quiso levantarse cuidado de la cama pero no fue bueno porque se quejó al hacer ese movimiento.

—¡No te muevas! — me acerqué preocupada hacia él tomándolo de los hombros

—Solamente quería quitar tus manos, pero creo que exageras un poco ante mi pequeño dolor— reía al decir la última frase. Hasta que su mirada la dirigió a mis ojos.

Inevitablemente me había hipnotizado. La sensación que siempre había imaginado era mínimo a lo que estaba sintiendo en éste momento. Mi corazón palpitaba tan fuerte que mi pecho dolía con cada latido, también sentía esta estúpida e inoportuna picazón en partes horribles.

Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora