Parte 5

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La mañana siguiente me desperté por una pesadilla que tuve. Fue tan real que me asusté mucho. Soñé con la noche en la que me robaron, pero ésta vez intentaron dispararme y él se interpuso. Lo vi morir entre mis brazos...

—Me hubieran robado antes de que aparecieras, idiota —me quejé.

 Tenía mucho estrés con lo que había sucedido y le temía a cualquiera que pasara caminando o en su defecto, corriendo. Abrazaba mi bolso como si mi vida dependiera de ello cuando sentía alguna amenaza, aunque al darme vuelta solo viera a una señora que tomaría el mismo camino que el mío.

Caminé un par de cuadras más, nuevamente pasé por aquella cafetería que tenía el más rico que había probado desde que supe la existencia del café. Hice el mismo pedido que la otra vez: cocoa capuccino y capuccino simple.
Otra vez frente a la puerta que hacía que mis nervios se pusieran de punta. Estar a un paso de ser una persona normal a volverme estúpida por culpa de una amable sonrisa. Giré la perilla después de inhalar y exhalar un par de veces. Pero su habitación estaba vacía, tal vez estaba en el baño. Golpeé la puerta, pero nadie contestó, así que volví a la recepción.

—Una pregunta ¿sabe dónde se encuentra el paciente Park Jimin?— el recepcionista buscó en su computadora.

—Él paciente fue dado de alta hace un par de horas.

—Ah... Muchas gracias— hice una reverencia antes de regresar a casa.

Al volver, pude sentarme cerca de la ventana. Me puse los audífonos para escuchar un poco de música indie. Me gustaba imaginar que estaba dentro de algún video musical. Imaginaba ciertas tonterías y en todas ellas el protagonista de mi historia, era Jimin. Cuando me di cuenta, bajé y pasé hacia su edificio. El señor Han, quien era el encargado de cuidar el edificio, estaba barriendo la acera.

—La mañana parece ser muy fría— dije sonriéndo.

—Está para dormir todo el día— hizo una reverencia. En respuesta le extendí el café.

—Espero que lo disfrute. —lo tomó sin pensarlo mucho.

—Muchísimas gracias. — hice una reverencia. Hice dos pasos para cruzar la calle, hasta que me di vuelta para hacer una última pregunta.— ¿Usted conoce a Park Jimin? —El señor Han asintió.

—El que vive en el 2 piso —asentí.

—Supe que tuvo un accidente, ¿cómo se encuentra?

—Sí. Al parecer intentó impedir un robo pero salió mal y terminó herido. El padre fue quien lo trajo aquí para que descansara.

—Muchas gracias —volví a hacer una reverencia.

Entré a casa sin muchos ánimos. Quería verle, pero no podía llegar a su casa así como si nada. ¿Cómo le explicaría que sé cuál es su piso?...
Suspiré mientras me adentraba al ascensor.

—Haneul, te han llamado para una entrevista de trabajo. Te citaron para mañana a las 8:00 am en ese restaurante llamado Pierre Gagnaire a Seoul—dijo papá.

—¿De verdad? —dije sorprendida y contenta al mismo tiempo. La respuesta fue un simple asentimiento. —Gracias —sonreí.
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Después de merendar, fui a ordenar mi cuarto porque era un verdadero desastre. Acomodé algunas cosas sobre un mueble que estaba del lado de la ventana, al levantar la vista, ese Honda accord sedán modelo 2006 se estacionó en el edificio de enfrente, al abrirse la puerta la Barbie bajó con toda la elegancia del mundo.

—Definitivamente ya tienes quien te cuide... —sentía celos de que ella fuera tan hermosa y de que por supuesto, saliera con Jimin.

Me alejé de la ventana porque hasta su manera de caminar tenía su toque sexy. Comencé a sentirme un poco deprimida. Así que solo puse música de mi estación de radio favorita. Luego elegí la ropa que llevaría para la entrevista de mañana: Camisa blanca, un jean negro y unos zatos de tacones bajos en color negro también.
Como ya estaba oscuro, me acerqué a cerrar las ventanas.

—No te moverás de ahí hasta mañana... Envidio que puedas estar cerca suyo sanando aquella herida....

Regresé a recostarme en la cama. Estaba rendida. Miré el reloj del celular. Marcaban las 23:00 pm.
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—¡Haneul! —mamá me despertó de un grito.

—¿Qué?! —dije asustada.

—Son las 7:00. Levántate a desayunar, no te olvides que hoy tienes esa entrevista de trabajo— dijo contenta.

—Dame 5 minutos más.

—Siempre dices lo mismo y te quedas dormida, es hora de levantarse —me quitó las el suave y calentito acolchado. —¡Vamos!

No podía quejarme, tenía razón, siempre lo hacía. Me levanté sin ganas y con mucho frío.

Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora