Desde la cabeza de Nathan

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—Vamos, Cat. Hazlo por mí.

Y por mí también.

Kathleen suspiró con agotamiento

—Sostén esto —dijo entregando los pantalones y limpiando sus manos con su falda—. ¿Qué es lo que tengo que hacer?

—Es súper sencillo. —La chica de cabello rubio platino señaló mi mano con su barbilla—. Debes sostener su mano, repetir su nombre tres veces y luego decir que necesitas su ayuda.

—Asegúrate que nadie nos mire. —Tomó mi mano y la expectación creció en mí—. Nathaniel, Nathaniel, Nathaniel, necesito tu ayuda. —Soltó mi mano y me miró expectante. Tal vez para ella no estaba sucediendo nada, pero para mí era euforia. Podía sentir esas partes de mí que eran de madera volver a mi suave piel luego de dieciséis años. Kathleen era impaciente así que solo rodó sus ojos—. ¿Ves? No funciona, es una mentira.

Pagan frunció el ceño y sus labios decepcionada.

—Tal vez no es él. Intenta con el siguiente.

¡Soy yo! Solo esperen, quise gritar.

—No. Ya tuve suficiente, si para mañana no consigo al chico perfecto, iré al baile sola y diré que terminamos por razones de distancia.

—Vamos a encontrarlo —murmuró su amiga intentando darle ánimos.

Por mi lado yo buscaba la manera de hacerles saber que había funcionado que solo debían esperar, pero aún no podía mover algunas partes de mi cuerpo, el proceso iba demasiado lento. Mis manos y pies seguían siendo de maderas, al contrario de mis ojos que habían vuelto a su forma real. Guiñé mi ojo como señal.

—¿Viste eso? —Kathleen me señaló asustada.

—¿Qué? —La amiga volvió a entregarle la montaña de pantalones.

—La cosa esa me guiñó el ojo.

—Bien, ahora soy la que cree que su amiga juega con drogas. Cat, has tenido un día duro, solo es tu imaginación. —Haló la manga de su camisa—. Ven, ya tenemos que irnos.

Quise gritarles que me esperen, pero fue imposible. Ya era tarde cuando volví a estar en mi figura humana y al siguiente parpadeo ya no me encontraba en la tienda sino en una muy colorida habitación.

La pared morada frente a mí tenía pintada en muchos colores el nombre: Kathleen. Así que el hechizo me trajo a la persona que había pedido mi ayuda. Tenía sentido, no podía transformarme en un lugar público.

En la habitación había una muy organizada cama llena de peluches. A un lado una mesa de noche con una lámpara llena de estrellas al igual que el techo de la habitación. Que no solo tenía estrellas sino también planetas flotando. Caminé hasta la puerta más cercana pisando una alfombra que saltó con maullido de dolor. Sí, la alfombra resultó ser un elegante gato gris que ahora me miraba con recelo.

Giré mirando a mí alrededor. Había dos ventanas cubiertas, en el medio de ellas un espacio que parecía un hábitat y dentro de éste un lémur se columpiaba. ¿Quién demonios tiene a un lémur como mascota? También había un gran tocador lleno de maquillaje y otros productos de bellezas organizados. Un librero lleno de libros el cual curioseé. Reconocí los clásicos, pero el resto eran desconocidos para mí y sus sinopsis me dejaban más confundido. Saqué uno con el título de Obsidian porque la cosa de extraterrestre aunque era rara me intrigó y podía entretenerme hasta que Kathleen apareciera. Lo dejé sobre la cama para así seguir curioseando alrededor.

Una puerta llevaba hacia la salida de la habitación, otra a un baño y la última hacia una... ¿Tienda? Esta última habitación era espaciosa en un apartado tenía un gran armario al lado derecho de estas estanterías llenas de pelucas de colores. Así que Kathleen no tenía el cabello verde mente, la chica usaba pelucas. Me preguntaba cuál sería su real color de cabello.

Finge ConmigoWhere stories live. Discover now