Capítulo 23.

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Estaba enojada, frustrada, decepcionada, pero, sobre todo, triste. Caminaba sin rumbo por las calles con lágrimas cayendo de mi rostro. Sin idea de qué hacer o donde ir. Lo único que quería era desaparecer de este mundo.

¿Cómo pudo llegar mi vida a este punto? ¿En qué momento?

Tanto planear y gastar tiempo para nada. Liam era un idiota que no valía la pena. Y aun si no fuera idiota creo que no me sentiría al respecto de él como lo hacía unos meses antes. Lo que más me enojaba es que las personas a mi alrededor que sabían la verdad me lo habían advertido y ni eso me valió.

Todos tenían razón sobre mí. Siempre creaba fantasías en mi cabeza creyendo que se cumplirían cuando una y otra vez la realidad debía mostrarme lo contario, ¿cuantas veces debía golpearme la verdad para que dejara de creer que la vida era un cuento de hadas? Parecía que no comprendería.

Terminé a parar en aquel parque cerca de casa tomando asiento en un banco bajo un farol iluminado. No estaba lista para llegar a casa y lidiar con preguntas. Probablemente entraría en extrema tristeza y me enterraría en mi cama. Estaba bien acompañada con el canto de los grillos y la luna llena brillante. Y tal vez un pronto criminal que aparecería de la nada porque mi suerte apestaba.

Mis sollozos en algún momento acabaron. Sabía que no lograba nada con llorar y quedarme de brazos cruzados, pero había cierta libertad al dejar salir las lágrimas de tristeza y enojo.

Mi celular vibró en mi pequeño bolso. Chico perfecto se leía en la pantalla y un suspiro de alivio se escapó.

—¿Dónde estás? —Preguntamos al mismo tiempo. En diferencia al mío el ambiente en donde se encontraba Nate era ruidoso lo cual hizo difícil escuchar sus siguientes palabras.

—¡No te entiendo nada!

Pareció murmurarle algo a alguien más y luego despedirse. Unos cuantos segundos después ya no se escuchaba ruido aparte de su respiración.

—Estoy en el baile, ¿dónde estás tú? —Su voz se escuchaba estresada y al mismo tiempo ansiosa.

Con toda la calma que no siempre tenía contesté:

—En el parque cerca de casa. Liam resultó ser un completo imbécil —Agregué. El pobre de seguro debía estar tan confundido por mi ubicación.

—Kitty... —La pena en su voz era tan evidente. Me sentí una tonta por la aclaración.

—No lo lamentes, no es tu culpa

Suspiró.

—No muevas tu trasero de ahí.

—¿Qué trasero? Si según tú no tengo uno.

Él solo gruñó y colgó la llamada. Mientras esperaba a Nate no dejé de mirar al reloj de mi celular. Incluso puse a correr el tiempo en un cronómetro porque Nate y yo teníamos el tiempo encima para acabar con su castigo. Y deseaba que al menos esto saliera bien. Tal vez mi parte del plan había sido un total fracaso, pero para él debía salir bien. No me lo perdonaría si fuera lo contrario.

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