Capítulo 15.

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Viernes por la tarde estuve libre de trabajo, me preparé para tener una relajada tarde antes de que diera inicio el fin de semana y toda la locura que vendría con ella por la boda. Tenía mi pijama favorito de conejitos, palomitas, soda y un nuevo libro para leer. En la cama con las palomitas a mi lado izquierdo mientras que en el otro lado tenía al Sr. Darcy rogando por atención y sobre mi cabeza a Rey Julien jugando con mi cabello. Algún día me dejaría completamente calva y yo no podría hacer nada al respecto, pero aparte de todo eso yo me sentía en el paraíso.

Mi teléfono vibró con una llamada de parte de Chico Perfecto interrumpiendo mi lectura, mis ojos rodaron porque, aunque Nathan estuviera lejos no me dejaba respirar, él era mi maldición. Descolgué la llamada con un gruñido.

—¿Qué quieres?

—Uy, pero qué humor, ¿acaso son esos días del mes?

—Odio como algunos hombres asumen que el mal humor de una mujer solo puede ser provocado por eso. —Masajeé mi sien—. Acabas de interrumpir mi lectura, eso es mucho peor que los dolores menstruales.

—Lo siento, es que estoy cerca de tu casa y me preguntaba si querías salir conmigo.

—¿Dónde?

Tardó unos segundos en responder, como si estuviera pensando en algún lugar lo suficientemente atractivo para que quisiera abandonar mi cama.

—Hay un nuevo lugar de hamburguesas, ¿te gustaría ir?

Y Nathan era muy inteligente. Él sabía que nunca me resistiría a las hamburguesas.

—Estaré lista en cinco.

—Te espero.

Fue duro abandonar mi cama, era como si estuviera atada a ella. Intenté tres veces levantarme, pero volvía a caer en ella hasta que finalmente vencí. Fui hacia mi armario, saqué unos pantalones cortos el cual había decorado con pegatinas de pingüinos, una blusa blanca de hombros caídos y unas sandalias entrando en ellos rápidamente. Corriendo hacia bajo trencé mi cabello y anuncié a mis padres que saldría con Nathan.

Nathan me dedicó una sonrisa en cuanto tomé asiento en el copiloto, yo se la devolví y durante todo el camino nos mantuvimos callados. Trataba de sacarle algunas respuestas sobre a dónde íbamos, pero no respondió. Solo decía un vago: "Vamos por hamburguesas" yo me rendí distrayéndome con mi celular mientras acosaba amigos en mi cuenta de Friends hasta que el auto dejó de estar en movimiento.

Con el ceño fruncido alcé la vista de mi celular viendo la larga fila de carros que se extendían en la calle. Esperaba que nos encontráramos en el centro de Naperville y aunque el trayecto fue corto tal vez en Chicago. Sin embargo, nos encontrábamos en un lujoso suburbio y en cuanto vi la gran mansión ubicada en el lado izquierdo, supe dónde nos encontrábamos. Ahora estaba enojada.

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