Capítulo 21.

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Tercer día sin Nathan. El sol no ha salido, el cielo es gris, las flores se marchitan, los pájaros no cantan y... Bien, tal vez todo eso solo es mi lado dramático tomando el control, porque las cosas siguen igual para todo el mundo, pero no para mí. Aunque me cuesta admitirlo, falta algo y ese algo es Nathan. ¿Quién diría que extrañaría a ese idiota encantador? Se sentía como si fueran años y no días.

El contacto entre nosotros era poco, ya que estaba muy ocupado y las diferencias horarias no ayudaban mucho. O tal vez sí lo hacían. La distancia entre nosotros me había dado el tiempo para pensar a fondo en la situación, pero pensar mucho en ella me entristecía así que trataba de la mejor manera evitar pensar en él. Pero mis intentos eran inútiles. Porque los recuerdos venían como sacudidas bruscas a mi cabeza, casi como un sismo. Algunos eran solo leves temblores, pero otros podían alcanzar la gran escala de Richter. ¿En qué momento dejé que entrara tanto en mi piel?

Y debía ser masoquista, porque no importaba cuantas veces me recordara que todo había sido una mentira, que esto era lo que estaba supuesto a ocurrir y que él no sentía nada por mí para evitar que mi corazón lo extrañara. Nada parecía funcionar.

A unos cuantos pasos de mi Lucy y Mandy discutían sobre mi situación. Y es que tal vez ahora mismo parecía un alma en pena con mi barbilla apoyada en mi mano mirando hacia la nada, algo que no era común en mí. Podía escuchar la preocupación en la voz de Lucy a lo lejos y la clara indiferencia de Mandy hacia mí.

—Mírala, Mandy, está destrozada.

—¿Qué quieres que haga? No es mi problema que el chico ese le haya roto el corazón. Era de esperarse.

La historia que les había contado a los que me preguntaban sobre Nate era la siguiente: Nathan debía volver a Londres por asuntos familiares, pero no estaba seguro de si volvería así que yo misma había decidido cortar la relación y así evitar una relación a distancia.

La historia dejó un mal sabor para muchos que insistían en que estábamos destinado el uno para el otro y que las cosas no podían acabar así. Entre ese grupo se encontraba: Lucy como presidenta fiel al club de admiración a Nathan, seguida por Kim y Ginger. Por el otro lado teníamos al grupo que quería darle caza a Nathan, mi querido padre era el fundador de esta y tal vez el único miembro por ahora.

Solo dos conocían la absoluta verdad, mi madre y Piggy quienes insistían en que las cosas entre nosotros se arreglarían.

—De verdad, que no sirves para nada. —Escuché los pasos de Lucy al acercarse a mí. Una vez tomó asiento a mi lado colocó una malteada de chocolate frente a mí—. Me gustaría que dejaras de atormentarte. —Ella tomó una de mis manos apretando, mostrando todo su apoyo.

Tras darle un sorbo a la deliciosa malteada contesté:

—Se fue, Lucy, se fue y todo entre nosotros ha terminado para siempre.

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