Se enderezó. Fuera empezaba a oscurecer, y tenía pinta de querer llover. El viento hacía volar las cortinas.

-Dígame. Qué es tan raro en ese paciente? 

John juntó sus manos. Se llevó los pulgares a los labios.

-Pues...No han funcionado los medicamentos que le he hemos dado. Tiene convulsiones. Y el diagnóstico es indefinido. Eso es lo único que sé. Y... Por las noches... Bueno... Eso son cosas que se hablan por ahí, nadie sabe realmente.

-Qué? Qué hace?

Amber se inclinó más sobre la cama. Explotaba de curiosidad.

John bufó.

-Bueno, dicen que en medio de la noche se levanta y observa a los pacientes. Y que deja notas sobre la cama de otros pacientes. Cartas anónimas. No lo he hemos visto escribirlas.

Rió amargamente, dando pequeños brincos sobre el asiento. Una sonrisa triste le marcaba hoyuelos en la cara.

-Bueno... Hace unos meses, había una nota sobre la mesita de luz de una paciente. Decía... Decía algo así como...

«Algo así como "7 ml más de morfina serán suficientes". La paciente sufría de un dolor punzante en los músculos de la pierna. Pensamos que era una nota del doctor que la atendía, a pesar de que su dosis ya era demasiado alta, era una lotería. Sin embargo, la aumentamos. Mejoró bastante. al mejorar sus dolores se encontraba en condiciones de hacerle un examen más profundo. Sin embargo, el doctor nos reprochó subirle la dosis sin su consentimiento. No me acuerdo qué era exactamente lo que tenía, pero ese episodio me quedó en la mente. Y forma parte de más " predicciones" que han ocurrido en aproxima-damente tres semanas por los cuidados intensivos. Otra fue más macabra. Un paciente bastante anciano parecía estar mejorando en su tuberculosis, pero un día estaba bajo su almohada la nota: "Lo que le están dando es menos eficiente que un remedio casero para la tos. No le queda mucho. Inútiles."

Me la guardé porque me parecía interesante. En el fondo, quería saber si había acertado. Yo lo veía como un duelo. Que había empezado él. Y como era de esperar- y dijo esto con algo de verguenza- el hombre murió a la semana, en una recaída rápida que no pudimos manejar. No me sorprendió, Lo que me hizo gracia- e intentó ocultar una sonrisa- fue que en aquellos días le habíamos dado los medicamentos de una manera desesperada, dosificando más o menos de lo que debíamos, y de una manera que no era la correcta. Como si de un remedio casero se tratase. Fallamos como unos... Inútiles.»

Se inclinó en la silla.

-Sé que es él. No sé porqué ni cómo lo hace. Se mantiene todo el día mirando al horizonte por la ventana, inmóvil.

Pero sé que a la noche se levanta y de alguna manera revisa a los pacientes.
No sé si por aburrimiento, o por amor a mi profesión, he decidido espiarlo un poco. Cuando le dieron una vez convulsiones fui hasta su cuarto con el resto de enfermeros.

Amber escuchaba atentamente. Se dió cuenta de que el rostro de su inter-locutor cambiaba de una manera casi imperceptible. Lo dejó continuar, a pesar de que cada vez le inquietaban más sus palabras.

-Pero yo no hice nada. Mientras los demás intentan salvar su vida, yo hice lo que podría denominarse una acción rastrera.

«Yo me acerqué a su armario. Pretendí  buscar medicinas u otra cosa que me dé la excusa para hacerlo sin levantar sospechas.

Busqué papel. Lápiz. Y los he encontrado. 

Esa noche, se los dejé al lado de su cama. Le había escrito un mensaje, aclarándole que no saldría de aquí.
«Y es que es demasiado valioso. No es justo desaprovechar las cosas, no crees? Si alguien viene y te da la oportunidad de regodearte de tus conocimientos, de salvar vidas, de predecir muertes, de poder tener buena fama... No. No soy tan tonto como para dejar esa ventaja desaprovechada. Sin embargo, a veces me doy asco de mi mismo cuando le manipulo la dosis para que recaiga. Una y otra vez.»

Ahora no le quedaba duda. No estaba hablando con ella. Estaba dejándose llevar por un monólogo. Navegando por el mar de los recuerdos.

Empezó a retroceder, haciéndosele extremadamente incómoda la presencia de John.

-Amber...

-Sí?-dijo entre suspiros. Ya debían ser las 9. Estaba agarrada a una almohada, temblando ligeramente.
John sonrió de una manera extraña.

-Qué sucede?

El enfermero se levantó y recogió sus cosas.

-Buenas noches, y ten cuidado.

Es al final del pasillo de enfrente.
Parece dormido, pero nunca lo está.

                               ***

Esa noche dominó el silencio. Pero el silencio en un hospital es relativo.

Cada segundo había algo en lo que darse cuenta. El clic del del grifo, el golpear del viento contra la ventana,
el llanto de un bebé o el ruido de la calefacción evitaban el silencio absoluto y mantenían ese sonido de fondo, que algunos llaman incómodo, pero del que muchos no pueden prescindir para invitar a Morfeo.

Amber intentaba llamarlo a gritos. Y las horas pasaban. No podía dejar de pensar en aquél monólogo de John, intentar entender su locura, y realmente pensó en levantarse, pero ¿y si se caía en medio del pasillo? Y si él la atrapaba?

No, no lo iba a hacer de ninguna manera. Su única seguridad era la habitación.

Cuanto más pensaba, más rápido pasaba el tiempo. Y sus ojos se cerraron lentamente. Se dió cuenta de que estaba agarrando su libreto por debajo de la almohada tan fuerte que apenas podía sentir su mano.
Con los ojos cerrados, pensó en las últimas entradas, las que tenían algo escrito tipo diario. Se giró hasta quedar de espaldas a la puerta, y frente a la ventana.

"Cuando salga, debo ocuparme de esto", pensó a punto de dormirse.
Se dejó llevar por la suavidad de la cama, cruzando ese puente que la llevaba hacia otra dimensión.

Algo la agarró desde el hombro.

Los Elegidos- respirandoNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ