EL ENTRENAMIENTO DEL HEROE

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Al llegar, Hood se acercó y saludó al hombre que los esperaba en la puerta del granero. Un campesino de buen físico, producto de trabajar haciendo fuerza con las cabras. El sujeto tenía la tez apenas más oscura que Link. Su cabello era castaño y sus orejas eran redondeadas, características de los habitantes de Ordon, que se diferenciaban de las típicas orejas puntiagudas de la mayoría de los hylianos. Llevaba puestas unas botas altas hasta las rodillas, bastante embarradas, y un jardinero marrón claro, con un cinturón lleno de herramientas de granja.

—¡Braulio, querido, cuánto tiempo! —dijo Hood abrazando al hombre.

—¿Tiempo? No seas irónico —sonrió Braulio—. ¿Cómo estás, Link? Me dijo tu tío que vienes a entrenar de una manera un tanto inusual.

—Bien, creo. La verdad es que no tengo idea de lo que vengo a hacer —contestó este y, mirando a Hood, agregó—: Braulio es uno de los pocos en el pueblo que conoce mi verdadero nombre. Es una persona de confianza, aunque intuyo que eso ya lo sabes y por eso estamos aquí, ¿no?

Hood sonrió sin contestar.

Los tres comenzaron a caminar hacia el granero y Link volvió a dirigirse a Braulio.

—Este viejo loco apareció ayer en la taberna, me golpeó, me llevó a casa, me revoleó sobre una cama, me curó, me despertó de un golpe, me regaló ropa... La realidad es que, por cada buena acción que tiene conmigo, tiene otra mala, y por cada mala, otra buena. En definitiva... —Link miró hacia arriba y a la izquierda, como pensando en algo, y terminó su oración diciendo—: Si lo último que hizo fue regalarme ropa, supongo que ahora viene algo malo.

Los tres rieron.

Hood le puso una mano en el hombro a Link. —Nada es bueno ni malo, simplemente es un juicio de valor que les otorgamos a las cosas para asimilarlas de alguna manera.

Link miró al veterano, puesto que este hablaba con seriedad.

Hood había puesto cara de intelectual, como si aquella frase fuera una reflexión filosófica importantísima y entonces agregó—: Pero puede que esto no te parezca muy bueno, al principio —sonrió jocosamente.

Los tres continuaron caminando hasta que se toparon con una cerca de madera.

—Bueno, llegamos —dijo Braulio.

—Gracias, Braulio —respondió Hood.

—Perdón por no tener más cabras para ofrecer —se lamentó Braulio—. Si tan solo las cosas no estuvieran tan mal... Temo por los tiempos que se avecinan, temo por Hyrule y por su gente.

—Serán tiempos difíciles, Braulio, pero si estamos hoy aquí, es porque confiamos que hay una esperanza, ¿no? —agregó Hood esbozando una leve sonrisa.

—Supongo que tienes razón —sonrió apenas Braulio—. Los dejo solos, pero cualquier cosa que necesiten, yo estoy en la cabaña.

—Bueno, y nuevamente muchas gracias —dijo Hood.

Braulio se alejó haciendo un gesto de desinterés, como diciendo "por nada".

Hood y Link se hallaban frente a una cerca que contenía unos ocho animales salvajes, pero bien cuidados. Link contempló los especímenes que se encontraban pastando cerca de él. Eran lo suficientemente grandes y fuertes como para montarlos. Eran las cabras de las praderas de Hyrule, unos majestuosos cuadrúpedos de una cornamenta grande y peligrosa, la cual se enrollaba sobre sus cabezas y se unía en los extremos. Link dejó de mirarlos y cayó en la cuenta de que se encontraba con Hood muy cerca de las ocho cabras y le esperaba un entrenamiento. Su cara se transformó, su gesto de contemplación pasó a ser un gesto de duda y preocupación. —Solo por preguntar... ¿Qué se supone que vamos a hacer aquí?

Link, Salvaje NaturalezaWhere stories live. Discover now