EL PODER DE LAS HADAS

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—¿Qué fue todo eso? —preguntó Link sin poder creer lo sucedido.

—Eso fue piedad —dijo el viejo envolviendo la ocarina en el manto y atándola con los cordones nuevamente—. Un acto de misericordia que tenía pendiente desde hace mucho tiempo atrás.

El viejo soltó la ocarina envuelta dentro de la caja de piedra y la cerró nuevamente. El ruido metálico resonó en la tubería y este colocó una piedra para disimular aquel tubo.

—¿Qué has hecho? —preguntó el joven—. Ahora debemos abrirlo de nuevo.

—Ya lo abrirás en otro momento. Ahora, es tiempo de volver... antes de que sea demasiado tarde —dijo caminando hacia la sección donde Saria se encontraba.

—Saria está por aquí —señaló el joven kokiri al salir de la sección de los poes.

Los tres llegaron hasta donde estaba la muchacha y el kokiri la alzó. Link notó que la joven estaba seca y confirmó que aquella tormenta pasajera, no había sido, ni más ni menos, producto de la conmovedora melodía.

—Puedo llevarla en mi caballo —dijo el joven kokiri.

—No —le dijo Hood—. Link irá en tu caballo y yo te llevaré a ti y a Saria en el carruaje donde trajimos los muertos. Espero que no te moleste, pero de esta forma podrás ponerle más atención a la niña —explicó Hood.

Link recordó que aún no habían cubierto con tierra a los cadáveres que habían dejado quemándose. —Todavía tenemos trabajo por terminar, ¿volveremos después?

—No lo creo —dijo Hood, señalando el lugar donde habían enterrado a los muertos. Estos ya habían sido tapados por alguien más.

—¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién demonios estuvo aquí? ¿Y por qué habría de terminar nuestro trabajo? —preguntó Link sin entender.

—No te preocupes, Link. Te dije que tengo más de dos décadas que ti... Es obvio que te llevo algo de ventaja —dijo Hood tomando la otra pala, aquella que previamente habían dejado allí.

—¿Tú sabías de esto? —preguntó Link.

—Como tantas otras cosas que no puedo contarte —contestó el viejo sujetando las riendas del caballo para salir—. Pero ya hemos hablado de eso y sé que confías en mí.

El joven asintió con la cabeza y juntos atravesaron la sección hasta llegar al destechado hall de entrada. Iban camino a la salida cuando una voz se escuchó desde las sombras.

—La pala, por favor. —Dampé se había asomado por detrás de un mausoleo.

Link se quedó pasmado. Había recordado aquella tumba en la cripta de la última sección.

—¿Qué pasa, muchacho? —dijo el hombre de prendas harapientas—. Acabas de salir de un lugar lleno de fantasmas... Al menos yo tengo un cuerpo —dijo Dampé deduciendo que el joven había visto su tumba.

Link desenganchó la pala de su cinturón. —L-la lla-llave está adentro —balbuceó el joven.

—Se agradece, pero yo no puedo sujetar nada —dijo soltando una carcajada—. ¿Podrías apoyarla en esa tumba?

—S-sí, señor —tartamudeó Link.

Dampé miró al temeroso Link y luego a Hood sonriendo.

—Tengo curiosidad. ¿Cuándo fue que tú dejaste de tenerme miedo? —le preguntó a Hood bromeando.

—Hace mucho tiempo atrás, Dampé. Antes de que me vaya, ¿tienes alguna noticia para mí? —preguntó el viejo—. Todo marcha bien, ¿cierto?

—Todo parece ir de acuerdo a tu plan —contestó Dampé—. De hecho, ya están dentro.

Link, Salvaje NaturalezaWhere stories live. Discover now