CUCCOS Y DEMONIOS

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El tiempo transcurrió y el invierno fue avanzando sobre las planicies a las afueras de Hyrule. Los verdes pastos se encontraban recubiertos por una capa blanca de escarcha que no era ni más ni menos que el rocío de la madrugada congelado por las frías noches. No obstante, Astor se sentía más feliz que nunca. Hood y Link trabajaban muchísimo. Todas las mañanas lo ayudaban con la granja y por la tarde se dedicaban a entrenar.

Algunos días los entrenamientos eran específicos de combate, ya fuera con arco y flecha; lanza; espada y escudo; espada de dos manos; martillos y hachas diversas, hasta la cerbatana tenía su espacio de vez en cuando.

Otros días, Hood proponía entrenamientos físicos usando lo que la naturaleza proveyera, trepando árboles cercanos, saltando cercas o nadando en una pequeña laguna que se encontraba cerca de la granja de Ordon, la cual se encontraba extremadamente fría en dicha época. Las cabras también eran objeto de entrenamiento, al igual que otros animales como los caballos, fieles aliados en la batalla, y los cuccos, unas aves de corral famosas por sus picotazos.

—Muy bien, hoy toca entrenar con los cuccos —dijo Hood luego de terminar de almorzar.

—¿¡Qué!? No, otra vez no... ¿No podemos hacer otra cosa? —objetó Link fingiendo estar terriblemente asustado.

—Vamos, Link, no seas llorón, ni que fueran tan bravos —dijo Astor mientras levantaba la mesa para ponerse a lavar.

—Prefiero bañarme de nuevo en el lago —dijo Link, minimizando el hecho de que bañarse en el lago hubiera sido una de sus peores experiencias con el frío.

—No, hoy tocan los cuccos. En el entrenamiento pasado te salvaste cuando empezó a nevar, hoy es un día soleado y pese al frío del invierno, el sol está agradable.

Hood se levantó y Link lo siguió detrás. Ambos salieron de la cabaña y caminaron hacia el corral de las aves más temidas de Hyrule.

Link saltó dentro de él. —¿Cómo la otra vez?

Hood sacó de un bolsillo un reloj de arena. —Sí, empecemos con uno. Tienes treinta segundos para meterlo en la jaula —dijo mientras señalaba un corral más pequeño, contiguo al sitio donde Link se hallaba.

Link movió las rodillas y dio tres saltitos cortos en el lugar a modo de entrada en calor. Se agazapó un poco y movió los dedos de las manos preparándose. —Bueno, cuando tú digas.

Hood dio vuelta el reloj y la arena comenzó a caer. —¡Ya!

Link saltó rápidamente y tomó al ave más cercana. El animal cacareó y le picoteó un poco los dedos, pero en menos de diez segundos, Link había cumplido su objetivo. —¡Pan comido! —exclamó al tiempo que soltaba al cucco dentro de la jaulita.

—Muy bien, con esto tenemos la primera lección del día: "Cuando el objetivo es uno solo y es claro, el resultado del trabajo, generalmente es mucho más efectivo de lo que se suponía" —dijo Hood dando vuelta el reloj y esperando que este quedara vacío de un lado.

—Sí, sí, como digas —dijo Link sonriendo satisfecho y con un gesto algo altanero.

Hood hizo caso omiso a la actitud de Link. —¿Listo para la segunda ronda?

—Nací listo —contestó el joven.

—Tienes un minuto para atrapar tres —declaró el veterano.

—Si para uno tardé diez segundos, para atrapar tres no necesitaré más de treinta... Pero como quieras, tú eres el que determina el tiempo —dijo Link sin un ápice de modestia.

—Preparado, listo, ¡ya! —dijo Hood sin siquiera prestar atención a lo que había dicho el muchacho.

Link saltó sobre el más cercano, alarmando a los demás cuccos. Depositó al ave que picoteaba sus dedos, dentro del pequeño corral. Corrió rápidamente agachado en busca de otro, este fue un poco más difícil que el anterior, sin embargo, Link consiguió atraparlo. Dejó al ave dentro de la pequeña jaula y por el rabillo del ojo, vio que el reloj de arena había sido volteado por Hood para iniciar los últimos treinta segundos. Con algo de presión por el tiempo, se lanzó sobre un cucco, pero este se le resbaló de las manos, escapando. Afortunadamente, para Link, otro cucco algo más distraído pasaba corriendo. Desde el suelo, Link atrapó una pata de la distraída ave y esta lo picoteó por todos lados. Haciendo malabares, Link dejó caer al último cucco en el corralito poco antes de que acabara el tiempo.

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