Capítulo 4🌟

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Moira se negaba rotundamente a abrir sus ojos. El pánico que la menor poseía hacia las alturas era inimaginable y aunque Peter podía sentirlo (¿Quién podría ignorar el constante temblor en las manos de la muchacha?), él deseaba que ella realmente disfrutara de la experiencia y dejara aún lado el miedo al que la niña se aferraba. Sus  ojos parecían estar sellados por el mismo viento, sus dientes chocaban provocando un ruido que parecía nunca desaparecer. Todo su cuerpo la delataba.

Aunque pensándolo bien, si había alguien presente que en realidad estaba disfrutando del espectáculo y hasta cierto punto se aprovechaba de la situación...

Campanilla observaba a Moira con rencor desde que habían abandonado la casa de los Darling. Y de pronto, una traviesa (y algo cruel) idea, se adentró en su pequeña cabecita.

La hadilla decidió volar rápidamente hasta situarse enfrente de los ojos de la castaña e incomodarla con la potente luz que su diminuto cuerpo emanaba. Moira, al sentir aquel destello de luz pegar contra sus párpados, abrió los ojos de golpe quedando nuevamente cegada de manera temporal. Tal fue la impresión que Moira soltó los hombros de Peter Pan y su cuerpo cayó por los cielos.

Peter Pan, preocupado, no tardó en acudir a su rescate mientras Moira intentaba meter en su mente la idea de que todo aquello se trataba de un mal sueño, uno muy malo.

Al sentir el cuerpo de Peter nuevamente bajo el suyo, logró calmar su respiración.

—¿Estás bien?—Peter Pan preguntó con preocupación no sin antes dedicarle una mirada asesina y de negación a la culpable de la travesura. En otros momentos, Peter se habría burlado de la situación y del humor que poseía su hadilla para las bromas pesadas, pero eso no sucedió aquella vez. Campanita se sintió perdida en medio de dos sentimientos que comenzaban a crecer en su interior: Confusión; y un creciente desprecio hacia la nueva invitada.

—¡Déjame! ¡Bájame de aquí!—Moira gritó desesperada mientras golpeaba la espalda del muchacho con su puño derecho. —¡Regrésame a mi hogar! Por favor, me da miedo.—Confesó aferrándose más a la supuesta "ropa" de Peter, aunque esta solo se tratase de simples hojas silvestres hiladas por las criaturas del bosque. Peter Pan sintió las lágrimas ajenas correr sobre su espalda y de alguna u otra manera no pudo evitar sentir lástima por ella. No podía dejarla por ahí, estaban a medio camino y en medio de la nada. Era imposible regresar.

—Moira, escúchame.—Llamó la atención de la chica para así tratar de terminar con sus sollozos. No quería escucharla llorar.—No va a pasar nada mientras yo este aquí, confía en mí.—Moira levantó su rostro lleno de pequeñas gotitas saladas que el viento arrastraba. Ante aquellas palabras, Moira decidió secarlas y enfrentarse a la situación.

De un momento a otro, el miedo desapareció. Se desprendió de su cuerpo y se fundió con el aire dejando espacio para nuevos sentimientos encontrados que jamás había presenciado durante su corta vida.

Solo se dedicó a sentir cómo toda la brisa recorría su rostro y de alguna manera que no pudo responderse en el momento, sentía que estaba hecha para ello, para viajar por los aires.

Tenía miedo a las alturas, pero en aquel momento deseó con todas sus fuerzas el poder tener el don de volar. La castaña soltó una risita nerviosa y patética ante sus extraños y contrariados deseos. No podía perder la oportunidad de disfrutarlo antes de que la razón y el pánico volviera a apoderarse de ella.

—Peter.—Llamó.–Qui-quiero intentarlo.

Peter asintió y miró a su hadilla con fingida pena.

—Lo siento Campanilla, pero he cambiado de idea. Moira es apta para volar con nosotros.—Peter tomó a Campanilla contra su voluntad por las alas de esta dándole unas tres o cuatro palmaditas delicadas las cuales lograron que ese polvillo mágico se esparciera rápidamente por la cabeza de Moira y esta pudiera elevarse por los aires.

—¡Peter!—Gritó como mecanismo de defensa al sentir como su cuerpo se elevaba cada vez más y más y más...
El pánico duró muy poco, pues el caballero que le acompañaba no dudó en socorrerla e intentar ayudarla en su primera travesía por los aires.

—Solo tienes que sentirte libre, al igual que un ave. Has visto a las aves volar, ¿Verdad?—Peter no dudó ni un segundo en burlarse de la cara asustada que poseía la chiquilla. Tal vez si estaba sacando un poco de provecho del asunto...

Si yo pudiera describir la sensación de volar me sería muy difícil, pues no cuento con esa encantadora y anhelante experiencia. Lo que sí sé, es que incluso los que si cuentan con ellas, nunca podrán encontrar las palabras perfectas.

Moira poco a poco se sentía más atraída hacia aquella acción, tanto que incluso aumentaba la velocidad cada vez más y más hasta el punto en el que el mismísimo Peter Pan le suplicaba que lo esperara y que no lo dejara atrás. Aquellos dos chiquillos se la estaban pasando de maravilla jugueteando por los aires como los jóvenes que eran, en cambio, nuestra Campanilla se encontraba sumamente desconcertada.

El corazón de nuestra pequeña hadilla comenzaba a cambiar de color.

Júzguenlo ustedes como sería presenciar la sensación de volar y vivir para poder contarlo. Tal vez para imaginarlo, nos facilite el observar a las criaturas dichosas y  capaces de disfrutar de tan magnífico don. Las bellas aves también se consideran afortunadas en poseer aquel divino regalo del cielo y eso lo sé porque una de ellas me lo confesó.

Moira tampoco supo cómo describir la sensación de volar, pero sabía que, si la acción de volar tuviera que ser descrita por una única palabra, probablemente ella utilizaría la palabra  "aventura".

La primera aventura de Moira era presenciada por los mismísimos cielos.

—Cierra los ojos.—Peter Pan ordenó colocando sus manos en los ojos de Moira.

—¿Una sorpresa?—Moira amaba las sorpresas. Ella recordaba todas las que alguna vez había recibido en cada uno de sus cumpleaños. Unas más especiales que otras, pero todas le dejaban la misma sensación.

Cierra los ojos.— Wendy le ordenó con delicadeza.

Moira reía sonoramente. Su madre estaba en la cocina horneando aquel pastel especial que solían prepararle con mucho amor para su día.

—¿A dónde vamos?Preguntó impaciente.

Wendy Darling siempre se las ingeniaba para sorprender a su bisnieta. Le compraba cosas antiguas que solo Moira podía apreciar pues para Maggie eran cosas sin valor.

Esas eran sus sorpresas. Dignas para alguien como ella.

—¡Shh!—Peter ordenó.—Silencio o lo estropearás.—Peter volvió a ordenar. Moira solo se echó reír pensando en que su abuelo, como siempre, tenía razón. Peter Pan tenía un carácter  impredecible e insoportablemente testarudo. Sin embargo, no podía negar que ese aspecto le divertía.

A vuelo lento, Moira siguió sonriendo hasta que sintió que ambos se detenían.

—Ábrelos.—El peli-rubio por fin retiró sus manos de los ojos de la pequeña.

¿Y qué ocurrió con Peter Pan? (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora