Capítulo 1🌟

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El reloj anunció la llegada de la noche a las doce de la noche tal y como siempre lo hacía cuando la luna se asomaba a saludarle

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El reloj anunció la llegada de la noche a las doce de la noche tal y como siempre lo hacía cuando la luna se asomaba a saludarle. Al escucharle, la ciudad entera apagó sus luces para brindarle así, un frío pero suave abrazo de bienvenida a la oscuridad del cielo londinense.

Wendy Darling observaba a través de la ventana el nostálgico panorama, con la mirada perdida y exhausta. La mujer de la tercera edad procedió a mirar fijamente a la segunda estrella a la derecha mientras se mecía lentamente en su anticuada mecedora, esa que alguna vez había tenido el honor de pertenecerle a su madre. Si cerraba los ojos, aún podía verle ahí, a su lado. A Wendy le gustaba cerrar lentamente sus ojos e imaginar, buscar en lo más profundo de su memoria para después volver abrirlos y regresar a la realidad, pero ahora, con un recuerdo íntimo latente que había desenterrado y pulido para repetirlo continuamente en su mente.

—Está durmiendo como un angelito.—Maggie ingresó a la habitación, interrumpiendo los pensamientos de su adorada abuela.

—Creo que ya es mi tiempo de partir.— Fue lo único que la mujer contestó, tomando por sorpresa a su nieta.

—No digas eso, abuela.—La joven miró con preocupación a su familiar, entendiendo lo que la cansada mujer insinuaba tras esas dolorosas palabras.

Wendy Darling ya era una orgullosa madre, abuela y ahora bisabuela de una dulce niñita. Una Darling con carita de ángel que se encontraba durmiendo plácidamente en su cunita de madera. Una cuna tan vieja, desgastada, pero tan preciada para ambas mujeres adultas; ahí había dormido nadie más ni nadie menos que la mismísima Wendy Darling cuando tan solo era una recién nacida. Digamos que se había convertido en toda una reliquia familiar.

—Ya he vivido mi aventura.—Contestó la mujer, brindándole a Maggie una mirada comprensiva y una sonrisa dulce.—Solamente me queda por terminar con una, mi querida nieta, y creo que ya debes sospechar de cuál te estoy hablando...—Wendy sonrió al mismo tiempo que su temblorosa mano acariciaba la suave mejilla de su nieta.–Y esa, por más triste que suene, es la de morir.

Maggie no entendía como Wendy Darling podía tomarse un tema como ese tan a la ligera; estoy segura de que ni la mismísima muerte podía entenderlo. La mujer hablaba como si tuviera el poder de controlarle y decidir sobre ello, pero es que sólo las personas con el mismo entusiasmo y valentía que poseía Wendy Darling ante la vida, tenían en sus manos un poderoso secreto; uno que habían adquirido a lo largo del tiempo. Me encantaría escribirlo aquí y contárselos, pero me temo que aún no soy la indicada para ello. No se preocupen, alguien me dijo alguna vez que a todos nos llegará la hora de obtenerlo, sucederá cuando llegue el momento indicado.

—Pero no ahora.—Maggie le interrumpió, observándola con cierto dolor y acariciando las tersas manos de su abuela, apreciando a aquella mujer canosa que le llenó la vida con cuentos y cuentas. Admirando a la mujer que le obsequió la vida a su madre y a quien le cuido como si fuese su propia hija cuando su progenitora, tristemente, falleció.

¿Y qué ocurrió con Peter Pan? (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora