-No mires mis recados, abuela — Rogerina arrebato el papel de las manos de Joahnna

-"Me vuelves loco" — mencionó la abuela imitando a un enamorado — Yo a tu edad apenas y podía hacer comida

-Tengo 16, estoy en plena vida amorosa — dijo Rogerina

-Mamá, deja a mi hija en paz — ordenó Brianna

-Claro. Es por eso que quedan embarazadas — dijo por último y se regresó a su sillón a seguir leyendo su periódico

La abuela Joahnna era una mujer viuda, de 51 años de edad, su esposo había sido un hombre mayor, al morir, ella se dedicó a guardarle luto, vistiendo siempre de negro y sin atreverse a rehacer su vida, ya que murió cuando ella era joven aún. Era una mujer amargada, enojona y su menopausia se hacía notoria a cada momento. Tenía dos hijas, la primera la había tenido a los 18 y era Fredderina y la segunda a los 19 y esta fue Brianna. Vivía aterrada con ver a uno de sus vecinos.

Brianna sintió la indirecta y bajo la mirada, con cierto rencor y culpa por lo que había hecho, pero no se arrepentía, amaba a su hija y había sido lo mejor en su vida. Aunque los comentarios de su madre si lograban herirla. Se volvió a su madre, tratando de evadir el tema y rodeo los ojos al verla muy entretenida leyendo ese periódico.

-Mamá, deberías dejar de leer ese periódico — exclamo Brianna — Tienes tres años leyendo eso, ¿Has visto la fecha? — Brianna tomó el periódico que leía su madre y se lo mostró

-Basta Brianna, deja a mamá en paz — murmuró Fredderina al codear a su hermana

-La fecha es de 12 de agosto de 1980, ¿Sabes en que año estamos? — preguntó nuevamente Brianna

-Estamos a 21 de octubre del 84, mamá — agregó Rogerina, sin dejar de leer su libro de historia

-Ay, ¿Y qué? — la abuela Deacy miro de pies a cabeza a su hija y torció la boca — Tu llevas con ese vestido, desde que nació tu hija y desde entonces no has dejado de ser una fodonga

Todas rieron en la sala y Brianna rodeo los ojos molesta.

-¡Mamá! — grito en forma de reclamo

En ese momento tocaron la puerta. Todas volvieron a sus quehaceres, mientras Rogerina corría abrir.

-Tía Fredderina, la llama el señor Farrokh Bulsara — dijo Rogerina, anunciando la presencia de Freddie

-Mi nombre es Freddie, niña — susurro él

Pronto Fredderina se acercó a la puerta, un poco fastidiada y se acomodó el cabello. No podía negar que su vecino la volvía loca. Tan pronto a como estuvo frente a él, para atenderlo, se volvió hacia atrás y se cubrió los ojos.

-¿Usted otra vez? — preguntó ella sin dejar de cubrirse los ojos

-Hola, cariño — saludo Freddie al guiñar un ojo, coqueto

-¿Quiere ponerse una camisa?

-No. A eso vine, preciosa — Freddie acaricio la barbilla de Fredderina — A mostrarte mis grandes músculos — presumió, mientras mostraba sus brazos

-Ay, por favor — ella río sarcástica — Ni que tuviese tanto

-Me deseas, lo sé — Freddie se acercó a Fredderina y comenzó a besarla en las mejillas

Fredderina fingía oponerse. Pero la verdad disfrutaba de los besos de su vecino.

-No, no siga — ella lo empujo y Freddie fue a dar hacía el suelo — Lo lamento. No, no quería tirarlo

-Así me gustan, que sean violentas — dijo él con cierto dolor

-Ay, cochino, marrano — ella se levantó enseguida — No vuelva a poner un pie en mi casa

-Y si tú vuelves a ir a mi casa a pedir azúcar, te corro, juro que no te doy ni tortillas — advirtió Freddie

-Yo tengo tortillas — aclaró ella

-Nadie le dice que no, a este ser perfecto, tarde o temprano iras a mis brazos — grito por última vez, antes de que ella cerrara la puerta — Dientudita

-Regrese — avisó Fredderina al adentrarse a la sala de su casa

-Perfecto, porque ya está la cena — aviso Rogerina

Fredderina se sentó en la mesa principal y la familia de cuatro damas se sentaron a cenar plácidamente.

A la mañana siguiente. Rogerina se había ido a la escuela ya, Fredderina había salido a comprar la comida, mientras Brianna seguía durmiendo. La abuela Joahnna tomaba café, sentada en una de las sillas dentro de la cocina, comía pan y miraba un poco las noticias, prestaba con suma atención cada parte que el conductor decía, hasta que fue interrumpida. Alguien tocaba la puerta y ella de mala gana se levantó, se dirigió a ella y la abrió, llevando un sabor amargo en su garganta.

-¿Qué haces aquí otra vez? — preguntó ella

-¿Ya tienes una respuesta? — dijo aquel hombre

Ese hombre era John Deacon, un joven de 33 años de edad. Vecino de la casa de al lado. Se la llevaba acosando a la pobre anciana. Sí, John estaba enamorado de una mujer 33 años mayor que él.

-Ya te dije que no me voy a casar contigo, niño — la abuela se negó enseguida

-¿Me dejas entrar? — preguntó algo triste

-No

-Anda, para que te obligue a decir que sí — guiño el ojo

-¿Obligar? — la abuela Joahnna se hizo pasos atrás, asustada por lo último

En ese momento John aprovechó para entrar a la casa.

-Salte de mi casa — ordenó ella

-No, hasta que aceptes casarte conmigo

-No me voy a casar contigo, podrías ser mi hijo

-Pero no lo soy — él negó

-Te voy acusar con tu mamá

-Acúseme — John se lanzó contra ella, haciéndola recostarse sobre el sillón, quedando encima de la abuela

-No niño — ella se negó

-Si — insistió él, seductor

-No — volvió a negar

-Si — John se acercaba cada vez más al rostro de la anciana

-No

-Si

-No

-Anda bella dama, acepte casarse con este corcel, que lleva enamorado de usted, desde los catorce años

-¿Catorce años? — la abuela Joahnna abrió los ojos sorprendida

-Siempre sueño, con poder llevarla al altar de nuevo, la luna de miel y tener hijos

-Estoy casada — mintió ella

-No importa, no soy celoso — John río irónico

John estaba a punto de besar a la anciana, pronto la puerta se abrió y de ella entro Fredderina, asustada por la escena que estaba a sus ojos, el vecino John Deacon encima de su madre, apuntó de besarla, era una escena aterradora. Dejo caer las bolsas de mandado por la impresión.

-¡Mamá! — grito ella

I Want To Break Free •TERMINADA•Where stories live. Discover now