—Aunque, por supuesto —aclaró—, esos proyectos habrán de tener también algún mérito social.

—Supongo que los artistas de grafitis no podrán solicitar becas —sonrió su hijo.

Robert miró a Dakota.

—Cuento contigo para ayudar a Eric —miró un momento su reloj de pulsera—. También estoy impaciente porque conozca a Jamie Dornan. Creo que será un modelo excelente para mi hijo.

El aludido sonrió con desgana.

—Estoy deseando conocerlo —dijo.

Jamie le hizo un guiño.

—Nunca se sabe, Eric. Tal vez se lleven realmente bien.

Daki le dirigió una breve mirada de irritación a Jamie.

—Bueno, Eric —dijo—. Debes estar excitado con todo esto.

El joven le sonrió con aire seductor.

—Tal vez sea más excitante de lo que había anticipado.

Durante la cena, el hijo del anfitrión no dejó de regalarles con anécdotas sobre sus días de bohemio en París, su vida en Yale o sus travesuras en el internado donde estuvo de niño. A lo largo de su monólogo, Daki mantuvo una sonrisa complaciente e interesada, ocultando su aburrimiento por cortesía y también por un deseo perverso de vengarse un poco de Jamie. No le vendría mal descubrir lo que eran los celos.

—Papá, ¿recuerdas aquella vez que me echaron del colegio por parodiar al director? —preguntó Eric.

El señor August miró a su hijo con aire ceñudo y se volvió hacia Daki.

—Eric fue un niño muy travieso, consecuencia, sin duda, de su naturaleza independiente.

Cyntia carraspeó ligeramente.

—Y no olvides decirle a Dakota, querido, que Eric tuvo un ligero desequilibrio con la tiroides que afectó su comportamiento durante la infancia.

—El muchacho está perfectamente sano, Cyntia —la reprendió él—. Siempre ha estado sano. Aquel doctor era un charlatán.

Su esposa sonrió nerviosa.

—Pero querido, tu propia hermana nos lo recomendó.

Jamie se limitó a gruñir, como si aquel hecho confirmara su teoría, de que Eric era un completo fanfarrón.

Eric se inclinó hacia su compañera de mesa.

—Mi pobre madre siempre está preocupada por mí, Dakie. ¿Puedo llamarte Daki, lo prefieres así? 

—Prefiere Dakota—repuso Jamie, cortante.

Bella le apretó suavemente en el hombro

—Pero James, tú la llamas Daki.

El joven se ruborizó.

—Eso es diferente —murmuró—. Yo soy de su familia.

Bella sonrió a Eric.

—El pobre James se preocupa por su hermana tanto como tu madre por ti —dijo.

—Yo no me preocupo por ella —replicó el fingido hermano—. Es sólo que sé lo que le gusta y lo que no le gusta a Daki.

—¿Y qué es lo que le gusta? —sonrió Eric.

—Tal vez sea mejor que se lo preguntes a ella —musitó el otro, enfadado.

—Vaya, tu hermano se preocupa mucho por ti, ¿eh?

Daki sonrió.

—Ya sabes cómo son los hermanos mayores.

—No lo sé. Yo soy hijo único.

—Por mi parte —intervino Robert—, puedo decirte que a Dakota le gusta la sinceridad, la integridad y la honestidad — con tono de advertencia.

Jamie miró enojado cómo Eric le cogía la mano a su esposa.

—Unos gustos admirables, querida. ¿Y qué es lo que no te gusta?

—La torta de chocolate.

Todo el mundo se echó a reír. Todos menos Jamie.

—¿No crees que deberíamos pedirles a nuestros invitados que pasaran al salón a tomar café, querido? —preguntó la dueña de la casa, cuando todos hubieron terminado de comer.

El señor Robert miró su reloj en la muñeca.

—Tenía la esperanza de que Dornan hubiera llegado antes del café —dijo.

—Tal vez haya surgido algo y no pueda venir —musitó Daki, mirando suplicante a Jamie.

—Espero que no sea así —gruñó Robert—. Dornan sabe que tengo mucho interés en que conozca a Eric. Además, si un hombre acepta un compromiso, debería cumplirlo.

Jamie sonrió ligeramente.

—No se preocupe por él. Cuando vino a casa a dejar la maleta, dejó claro que llegaría esta noche, pasara lo que pasara.

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LOCAMENTE CASADOS (En edición)Where stories live. Discover now