Cap 10

1K 92 14
                                    

TENGO QUE ADMITIRLO , A JAMIE ,SIEMPRE ME ENCATO IMAGINARLO CON ESA APARIENCIA RELAJADA Y FRESCA, BUENO CREO QUE ÉL ES ASI EN VERDAD Y MUY DIVERTIDO, PERO A DAKOTA , CLARO QUE ELLA ES MAS RELAJADA Y DIVERTIDA QUE EL... ¿QUE TAL SI LA CONVERTIMOS EN ALGUIEN CONTRARIO A ESO?... BUENO SOLO UN POQUITO...  díganme si les gusta :) comenten y voten y que hayan mas leidas, asi que recomienden porfis ;)

♥♥♥


Dakota se las arregló para eludir a Jamie durante el resto de la jornada, pero estaba nerviosa y aturdida. Sus compañeros de trabajo, que esperaban encontrarla relajada y descansada después de unas vacaciones tan exóticas, no sabían a qué se debia su nerviosismo. Y ella, desde luego, no pensaba aclarárselo.

Después del trabajo, salió apresuradamente de la fundación para evitar encontrarse con Jamie. Mientras tanto, el joven fue a alquilar una pequeña furgoneta para poder trasladar sus pertenencias al apartamento de ella.

La mudanza le llevó casi una hora, pero al fin apareció con sus cosas en casa de Dakota.

—Jamie, quizá no deberías haber dejado tu estudio tan deprisa.

El hombre dejó en el suelo la pesada caja de libros que llevaba en los brazos.

—Los matrimonios normalmente viven juntos —dijo—. Además, el encargado ha alquilado ya mi estudio.

La miró sonriente.

—Vamos, ayúdame con el resto de las cajas y luego nos sentaremos y empezaremos a conocernos mejor.

—Tenemos un gran problema, Jamie —insistió ella.

El joven volvió a coger la caja.

—¿Cómo decidir dónde vamos a poner mis cosas? —preguntó—. No te preocupes, ya lo pensaremos. ¿Dónde puedo dejar los libros por el momento?

Dakota sabía que él sabía que ella no se refería a aquel problema. Pero supuso que, de todas formas, tendría que hacerle un sitio.

—Por el momento, puedes dejarlos en el cuarto de invitados.

El hombre cruzó la sala con la caja de libros. Ella, vestida todavía con su traje de trabajo, cogió uno de los paquetes más ligeros, una caja abierta llena de distintas cosas. Vio un trofeo encima de todo y le preguntó al respecto.

—Es una copa de ajedrez —sonrió él—. Me temo que nunca he sido muy deportista. ¿Y tú?

La joven se encogió de hombros.

—Una vez gané una medalla de natación.

—¿Natación? Eso es estupendo. ¿Eres buena nadadora?

—La gané a los siete años.

El hombre se detuvo en la puerta del dormitorio y se volvió a mirarla.

—A propósito, anoche estábamos tan ocupados instalándonos que no tuve tiempo de decirte cuánto me gusta tu casa. No sólo el apartamento. Me refiero al modo en que lo has decorado.

Señaló la pequeña pero acogedora sala de estar, con las paredes pintadas de color melocotón, la moqueta gris y el tresillo de colores situado delante de la chimenea.

—Le compré todo esto al último inquilino —murmuró ella—. Me temo que no soy una gran decoradora.

—Yo tampoco soy un gran decorador, pero soy muy bueno con las manos.

Dakota se ruborizó. Eso lo sabía. No hacía falta que se lo jurara.

Jamie la miró con picardía.

—Me refiero a trabajos sencillos de carpintería. Ahora que he traído todos mis libros, tal vez tengamos que hacer un par de estanterías más. ¿Qué me dices?

La joven no supo qué decir. Se quedó mirando su traje gris y recordó las palabras de la azafata: "es increíble lo que descubre uno de las personas". Sin embargo, ahora que ya había superado la primera sorpresa, tenía que reconocer que un traje de negocios era mejor que un vestido de Channel.

Tardaron más de media hora en descargar la furgoneta y llevarlo todo al apartamento del quinto piso. El último paquete era una maleta de ropa. Sin preguntar nada, Jamie la llevó al dormitorio de la joven y ella lo siguió.

—Jamie, tienes que admitirlo. No podemos trabajar los dos en la fundación.

Él abrió la puerta del armario.

—Aquí no hay mucho espacio.

Dakota lo observó distraída.

—Puedes usar el armario de la habitación de invitados —vio que la miraba de un modo raro—. Sólo hasta que nos hayamos organizado mejor —terminó.

—Podemos hacerlo este fin de semana —sonrió él.

Dakota vio que había dejado sobre la cama una caja llena de calcetines y ropa interior. La cogió para llevarla a la otra habitación.

—Normalmente no cuelgo eso en el armario —dijo él.

—Mis cajones también están muy llenos —murmuró ella—. Los del otro cuarto están vacíos.

En la pequeña habitación de invitados, atestada ya con sus pertenencias, Jamie abrió la maleta y colgó sus trajes en el armario. Dakota dejó la caja que llevaba al lado de la cómoda.

—¿Qué vamos a hacer, Jamie?

Él se quito la chaqueta que llevaba puesta y la colgó en una percha.

—No sé tú, pero yo voy a ducharme. ¿Quieres venir conmigo?

—No me refiero... —se detuvo bruscamente—. ¿Qué te crees que estás haciendo? —preguntó, al verlo desabrocharse los pantalones.

—Normalmente me desvisto para ducharme. ¿Tú no? —repuso, quitándose la prenda.

—No te hagas el gracioso.

—En Tobago te gustaba que me hiciera el gracioso.

—Esto no es Tobago. Y no podemos hablar en serio contigo ahí parado en calzoncillos.

—Puedo quitármelos también —sonrió él.

—¿Cómo puedes ser tan...tan...?

—¿Sexy? ¿Provocativo? ¿Aventurero? —se burló él.

—Tan imposible.

—Vamos, Dakota. Te preocupas demasiado.

—¿Cómo sabes si me preocupo demasiado? Sólo hemos pasado seis días juntos.

—Siete. Una semana completa. Feliz aniversario, querida.

Se acercó y la besó en la boca antes de que ella tuviera tiempo de apartarse.

—Jamie, tienes que tomarte esto más en serio.

—Me lo tomo muy en serio —protestó él—. En la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad...

La joven se dejó caer sentada sobre la estrecha cama.

—Esto es terrible —dijo.

Jamie se acercó a ella y le acarició la mejilla.

—Todo se arreglará —murmuró sonriente.

No había duda de que, a pesar del traje impecable y el pelo peinado, aquel hombre era encantador. Fuera lo que fuera lo que le había ocurrido en Tobago, no había desaparecido por completo. Pero no podía decir lo mismo de ella. Se sentía muy alejada de la joven que con tanto abandono se había entregado a sus caricias en la isla.

Se apartó un poco de él.

—Oh, Jamie, mi vida siempre ha sido tan predecible. Tal vez fuera típicamente trabajadora, pero, ¿qué tiene eso de malo? Es cierto que no tenía grandes sueños, pero donde no hay grandes sueños, no hay tampoco grandes decepciones.

—En Tobago vivimos unos días maravillosos. Prefiero eso a una vida rutinaria.

—Y a ti te gustaba —añadió.


LOCAMENTE CASADOS (En edición)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz