16. Partida

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Elliot se frente a la puerta, inspiró hondo y llamó

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Elliot se frente a la puerta, inspiró hondo y llamó.

—Adelante —respondió William.

El frío pasillo que acababa de abandonar contrastaba con el cálido estudio, alumbrado por el fuego que crepitaba en la chimenea y los candelabros.

William se encontraba al final de la estancia, apoyado contra su escritorio. Observaba con detenimiento cartas náuticas y mapas. Elliot contempló con admiración lo detallados que eran. El cartógrafo había usado tintas de distintos colores y una línea roja marcaba los límites del mundo conocido.

Todos en Skhädell sabían que cualquier embarcación que cruzara esa frontera, no retornaba jamás. El peligro residía en la niebla espesa que rodeaba el continente. Una vez te adentrabas en ella, no había vuelta atrás; ni siquiera los vampiros se salvaban.

Con los siglos, la gente dejó de hacerse preguntas. Era, simple y llanamente, el fin del mundo, no había nada más. Pero Elliot nunca lo creyó y soñaba con navegar su propio navío y descubrir la verdad.

—Os he conseguido un pasaje en un barco de contrabando de alcohol —dijo William, sin levantar la vista de los documentos.

—¿Alcohol?

—Era eso o una embarcación de esclavistas y no creo conveniente poner a prueba vuestro autocontrol en altamar.

Elliot asintió de acuerdo.

—Entonces, ¿cuándo parto?

—Mañana al atardecer. Os será más fácil pasar desapercibido y prefiero que no os vea nadie que pueda reconoceros después. Uno de mis guardias os acompañará...

—Gracias, pero prefiero ir solo.

—Los mirlaj y los soldados de vuestro padre os buscan —le recordó.

—No quiero involucrar a nadie más.

El vizconde suspiró exasperado, pero asintió.

—De acuerdo, mas seréis vos el responsable de convencer a la señora Loughty de que partiréis solo.

A Elliot no le sorprendió saber que William solo había insistido en deferencia a Sophie.

—Hecho —aceptó—. ¿Algo más?

El vizconde volvió a suspirar.

—Demasiado. Veamos... —comenzó mientras buscaba entre los documentos. Extrajo un mapa de Skhädell y lo puso ante él—. Esta será la ruta que seguiréis. Debéis tener cuidado cuando cambiéis de ducado: me han informado de que los mirlaj vigilan las principales aduanas. Por eso cruzaréis la frontera a Wiktoria por el Puente del Saltamontes, supone dar un rodeo, pero está menos transitado.

—Wiktoria... —murmuró el joven, lleno de nostalgia.

—No hay forma de llegar a Annelia sin pasar por vuestra tierra. Tendréis que ser especialmente cuidadoso allí. Evitad las villas, pero si tenéis verdadera necesidad de parar, probad con alguna de estas ciudades —señaló dos cruces en el mapa—. Están más pobladas y será más fácil pasar desapercibido.

Los eternos malditos ✔️ [El canto de la calavera 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora