CAPITULO 17

894 132 19
                                    

—¡Mami no lo hagas! ¡Por favor Mami!

—¡No! ¡No! ¡No!

—Briza. Almagor. —Sacudo el pequeño cuerpo de ambos—. Tranquilos niños, están aquí, estoy con ustedes. —Abrazo a los gemelos e intento encender la luz de la habitación.

—¿Ageysha? —susurra Briza.

—Sí, soy yo.

—Tengo miedo, Ageysha.

—No te preocupes, Almagor. Estoy aquí, nada va a sucederles.

—¿Lo prometes? —pregunta Briza con los ojos húmedos y la voz rota.

—Lo prometo, cariño. —Enfrento a ambos con mi mirada asegurándoles con ella y con mi voz de que estaré ahí—. Mientras yo esté viva, e incluso si no lo estoy y ustedes me quieran a su lado, buscaré la manera de protegerles.

—Tú eres muy fuerte. El tío Elijah nos contó que derrotaste sóla a miles de caídos la otra noche. —Señala con admiración Briza.

—Sí. —Participa Almagor—. Dijo que fuiste muy valiente. Yo quiero ser valiente.

—Ok. Bien, cálmense. —Rio un poco por la expresión de ambos chicos—. No fueron miles como dices tú. Sólo fueron unos cuantos.

—¿Más de veinte?

—Sí —respondo al pequeño.

—Sólo sé contar hasta veinte. Si fueron más de ahí... son como miles, ¿cierto?

—Fueron cerca de cuarenta, que es dos veces veinte, Almagor. Pero gracias por creer que soy valiente.

—Lo eres.

Ambos niños bostezan, pero cuando les pido volver a dormir, manifiestan no tener sueño. Decido llevarlos a la cocina y preparar un poco de leche caliente con vainilla. Lo que hacía mi madre cuando no podía dormir por creer que había un caído en mi armario.

—Está delicioso.

—Mucho.

—Lo sé —digo desde mi propio vaso de leche con vainilla—. Es una receta secreta para buenos niños, que me enseñó mi madre.

—¿Tus padres están en el cielo?

La pregunta inocente de Almagor toca una fibra en mi ser.

—Lo están. Estoy segura de ello.

—Eso es bueno. El tío Elijah dice que las personas buenas van allí y las malas al infierno.

—Así es Briza.

—Espero que tú no vayas rápido allí, al cielo. Me gustaría que te quedarás un poco más con nosotros.

—Me quedaré con ustedes. —Aunque deseo con todo mi corazón volver a ver a mis padres. Pero sé que estos pequeños me necesitan ahora y voy a ayudarles.

—Gracias. —Sonríen y siguen bebiendo de su leche.

Despierto antes de que el sol salga. Son pasadas las cuatro de la mañana y los niños duermen profundamente a mi lado. Después de tomar la leche, les fue imposible no cerrar los ojos y caer dormidos. Gracias al ángel no tuvieron otra pesadilla.

Dejo a los niños durmiendo y camino hacia mi baño, regreso unos momentos después y me encuentro con una sombra sobre los pequeños. Por instinto me abalanzo hacia la sombra y le golpeo. El quejido de una mujer y el cabello rojizo me dicen que no es una sombra, es Sara.

—¿Qué carajos haces aquí? ¿Acaso quieres morir? —grito y despierto a los pequeños y tal vez a todos en la casa.

—Lo siento... yo solo quería verlos. —Señala a los gemelos, quienes se encuentran encogidos bajo las cobijas.

ALMAS ( Entre El cielo y el Infierno #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora