CAPITULO 5

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—Perdón, pero... ¿Qué has dicho?

—Dije que, ¿en qué puedo ayudarles? —repite el hombre y me observa como si estuviera mal de la cabeza.

—No me refiero a eso —gruño—. ¿Cómo se llaman los niños?

Su postura cambia inmediatamente, sus hombros se tensan y puedo percibir hostilidad y cautela de su parte.

—¿Por qué quieres saberlo? ¿A qué han venido todos ustedes a mi casa a estas horas? —Su mano se pierde detrás de la puerta y estoy casi segura de que tiene un arma allí. Ruedos mis ojos. Como si eso los fuera proteger de un demonio.

—Sus nombres son Briza y Almagor, ¿cierto?

—Eso no te incumbe, mujer. Ahora será mejor que se vayan.

—Tranquilo hombre, sólo queremos hablar contigo. —Ariel trata de calmar a Elijah, así es cómo le llamó la niña, mientras Adif sigue en estado de shock como si pudiera ver a través del cuerpo del humano donde se encuentran los niños.

—¿Quién es, tío? —La pequeña y femenina voz me sacude. Es dulce, dulce como el canto de un querubín.

¡Santa madre de Dios!

Esto no puede estarme sucediendo.

—Briza. —Su nombre se escapa de mis labios sin que sea totalmente consciente de ello.

—¿Si? —responde con ternura.

—Briza, regresa con tu hermano y quédate allí.

—¿Por qué tío? Ella es llamándome.

—¡Quédate donde estás te he dicho! —Espeta entre dientes—. Será mejor que ustedes tres se vayan de mi casa.

—No son tres, tío. Hay más afuera... y tienen alas. —El rostro de un pequeño se asoma desde la ventana que precede a la puerta. Es de cabello marrón y sus ojos son verdes. No es como mi padre. Sin embargo su aura es extremadamente blanca y pura.

Algo parecido a la decepción se filtra en mi cuerpo. Luego el alivio se abre paso y posteriormente una risa histérica. Todos me observan como si estuviera perdiendo la cabeza. Todos excepto Adif, quien observa al pequeño en total y absoluto asombro.

—¿Tienen alas? —repite la niña asomando su cabecita desde detrás de las piernas de su tío.

—¡Niños! —gruñe Elijah intentado entrar a la pequeña Briza. Una hermosa niña igual que su hermano y con la misma intensidad en su aura. Ellos no pueden ser solo humanos.

—¡Son ángeles! —gritan— Mira sus alas.

Por supuesto que los pequeños pueden vernos cómo somos realmente, cuando nos hacemos visibles ante ellos. Su alma y conciencia pura les permite identificar a sus guardianes y salvadores.

—Hola niños. —Me arrodillo e inmediatamente la enorme y gorda perra se abalanza sobre mí para lamerme el rostro.

—¿Vienen para llevarnos al cielo? —pregunta Almagor, quien ahora se ha deslizado entre las piernas de su tío y me enfrenta—. Mamá dijo que si éramos buenos podríamos ir al cielo y conocer a sus Ángeles.

—¡Joder! —ruge Elijah. Toma a su sobrino y lo arrastra dentro de casa, regresa con una escopeta y apunta directamente a mi cara—. Será mejor que todos ustedes se larguen de mi porche y mi propiedad. Voy a llamar a la policía, así que aléjense de aquí.

—Tranquilo. —Por fin Adif sale de su trance o de dónde quiera que se encerró—. Venimos para ayudarles.

—¿Ayudarnos? —escupe con desprecio Elijah—. Nosotros no lo necesitamos y tampoco hemos pedido ayuda. Y si son los de asistencia social pueden besarme el trasero si creen que se llevarán mis niños.

ALMAS ( Entre El cielo y el Infierno #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora