Capítulo 20. [ÚLTIMO CAPÍTULO].

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Estaba en el auto con papá, en el asiento delantero a su lado, de camino al bachiller. El ambiente estaba silencioso, aunque extrañamente no incómodo. Me hace acordar cuando yo era Muda, y papá me llevaba a la escuela a la mañana para luego él irse a trabajar al bachiller. Íbamos sumidos totalmente en un silencio, pero no eran de esos silencios incómodos. Eran de esos silencios en donde no tenías nada de qué hablar, ningún tema interesante para contar. Aunque papá siempre era el que hablaba cuando yo era Muda, reiteradas eran las veces en que nos quedábamos en éste tipo de silencios.

Como sea, íbamos de camino al bachiller, aunque ahora papá detuvo el auto de golpe al ver un montón de vehículos varados y estrujados en toda la avenida, en donde los conductores no tardaron en dar bocinazos como si su vida dependiese de ello, debido al maldito embotellamiento que hay ahora y que suele haber a éstas horas de la mañana. No suele pasar todos los días esto, pero unas tres o cuatro veces a la semana pasa, y siempre es por una manifestación que hacen algunos trabajadores porque no les pagan lo suficiente, por demoras, o por choques.

Bufé, y me hundí en mi asiento mientras miraba hacia adelante, como esperando a que mi mirada haga que los vehículos comiencen a avanzar. Lo bueno de todo esto, es que salimos media hora antes por cualquier cosa, por si pasaba algo como esto.

Ahora entiendo por qué mis padres se enojan cuando me despierto tarde.

Papá se acomodó mejor en su asiento, y apoyó su codo en el marco de su ventanilla a su lado, mirando a través del espejo retrovisor a ver si el tránsito que aligera un poco, pero nada.

—Estás muy callada hoy —dijo papá, mirando todavía hacia el frente—.

Suspiré.

—He estado Muda por diez años, papá —le respondí—. No te debería de sorprender.

—Me sorprende —volteó a verme— porque desde que pasó lo de tu Amnesia, te convertiste en una charlatana.

Solté una risa sin sonreir, y negué con mi cabeza.

—Hoy a la mañana también estabas muy callada —siguió hablando—. ¿Te comieron la lengua los ratones o qué?

—Si me hubieran comido la lengua los ratones, ahora mismo no estaría hablando.

Papá soltó una risa.

—Cierto, cierto.

Sonreí apenas, y miré a través de mi ventanilla, contemplando cómo se acumulaban más vehículos en éste maldito embotellamiento.

Un minuto después, papá suspiró.

—Sobre lo de anoche-

—Sé lo que vas a decir —lo interrumpí—, y quiero decir que me arrepiento mucho de haber reaccionado así. Como le dije a mamá, ustedes tenían el derecho a estar enojados conmigo.

Papá suspiró de nuevo, y asintió una vez.

—Seguimos enojados, Audrey —dijo—. Seguiremos enojados por un tiempo por esto, pero... quiero creer que lograremos dejar esto en el pasado.

Ahora yo suspiré.

—Eso espero.

Silencio.

—Igual, eso no significa que tu madre y yo hemos dejado de quererte, Audrey —me dijo, y volteó a verme—. No los vamos a dejar de querer a ti y a tu hermano por esto que ha pasado —me sobó el hombro—. Quiero que sepas eso.

—Lo sé —susurré—. Mamá me lo dijo anoche.

Papá me dio una suave palmadita en el hombro, y llevó sus manos al volante, a la espera que los vehículos se muevan.

Amnesia. «Muda 2».Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora