Treintaicuatroava parte.

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El golpe de la puerta al cerrar me sobresaltó, Nicolás se había entrado dejándome en la calle. El dolor ya era insoportable debido a la caída pero logré llegar a ella y apoyar mi espalda, miraba al cielo donde no se veía ni una sola estrella y la luna no mostraba señales de aparecer.

¿Estás triste? - pregunte al viento - yo sí - el viento era suave, tanto como un cariño delicado en mi rostro, enfriaba mis lágrimas como si esperará que dejara de llorar, comencé a calmar mi respiración para ver si el dolor cedía un poco pero, sólo empeoraba. No quería golpear la puerta, sabía que sólo lograría asustar a Jere. Muchas cosas no las lograba entender y estaba confundido, cerré los ojos para intentar dormir y a los minutos con el viento acariciando mi rostro lo logré.

¿No tomarás tus medicamentos? - escuchaba a lo lejos - sólo conseguirás morir del dolor o una infección - al abrir los ojos me encontré con un Nicolás con pijama de pie frente a mí - entremos Jaime - su mirada no era capaz de enfrentarse con la mía - por favor entra conmigo - me levanté, la verdad es que seguir con este dolor no era lo que tenía en mente, pero justo cuando ya estaba de pie mi pierna quiso saludar y me dio una puntada que recorrió todo mi cuerpo, estuve a punto de caer al suelo cuando Nicolás me agarró - perdón - susurró mientras entrábamos a casa.

¡Don Jaime! - grito Jere al verme - ¿Qué le paso? - ayudó a Nicolás a sentarme en el sillón - dios que dolor debe sentir - comenzó a mirar mi pierna y cuando llegó a la herida de bala miró a Nicolás - señor ¿cómo pudo hacer esto?

Yo - intentó hablar Nicolás

Sólo fue un castigo Jere - lo interrumpí - ¿Te puedo pedir un favor? - Jere asintió - tráeme un vaso con agua fría, la más fría que tengas en casa - sin responder Jere fue por mi pedido

Yo no fui quien disparo Jaime - me miraba a la cara.

Pero tampoco quien lo detuvo señor - Jere llegó con el vaso de agua, el cual provocó que mi garganta se congelara - ¿Me dará el medicamento señor?

Sí - Nicolás quien me miraba con un poco de enfado y confusión me paso tres pastillas las cuales tomé con el agua que quedaba - puedes retirarte Jere - dijo mientras se sentaba frente a mí, Jere se retiró inmediatamente aunque sabía que volvería muy luego - ¿Puedes decirme el verdadero motivo de tu enfado?

¿Qué? - lo miré - se lo supliqué señor.

No me pediste que le dijera que no te matará Jaime - sus ojos miraban mi pierna - yo le pedí que no te matará

Le supliqué que no matará la niña - el dolor comenzaba a ceder - era una niña, era mi hermana y si usted señor no tiene en su cabeza lo que significa eso, siento bastante lastima.

Basta - susurró - tú no sabes nada de mi Jaime, tú no entiendes cuanto me duele verte enfadado conmigo, pero tienes que entender que las cosas acá no son como tú quieres, tenemos reglas que se deben cumplir al pie de la letra, no puedes llegar e intentar cambiar al mundo, es imposible.

No me interesaba el mundo señor yo sólo quería cambiarlo a usted, pero veo que es imposible también - cerré los ojos apoyando mi cabeza en el sofá, las pastillas me habían dado sueño y la falta de sangre me tenía bastante cansado.

El precio de mi libertad. [Historia Gay] (GOTH) [Corrigiendo La Ortografía]Kde žijí příběhy. Začni objevovat